Apuntes del insomnio o de Los Caballeros del Zodiaco y los sentidos

No podía dormir, pero insistí en mantenerme con los ojos cerrados. De repente, en mi cabeza: Los Caballeros del Zodiaco. La saga de las 12 Casas. El episodio: “Shaka abre sus ojos”. Veo a Ikki de Fénix que se enfrenta al caballero con la armadura de Virgo. El Tesoro del Cielo es el nombre del ataque que usa el segundo contra el primero. Shaka dice del ataque: «es la verdad del universo, es el mundo de la perfecta armonía. Es el llamado arte que contiene ambos, ataque y defensa en uno». Y continúa: «Ikki, ahora El Tesoro del Cielo acabará con tus 5 sentidos». Shaka abre los ojos. Primero, le arrebata el tacto a Ikki. Parálisis corporal. En segundo lugar, el olfato. Nada ya de oler al enemigo. «¿Cuál seguirá, Ikki?». La lengua se la atrofia y adiós al gusto y a la boca que habla. Sobran dos sentidos. «Ya veo, deseas perder tus ojos que aún no han perdido el espíritu de pelear, ¿no es así?». Hasta la vista con la vista. «Ahora, sólo te queda el sentido del oído. Te diré una cosa: la verdad del universo es que nada es seguro… no hay justicia perfecta ni maldad perfecta… puedo hacer justicia desde la maldad… Ahora, te quitaré el oído». El mundo de la nada. «No puedes ver, oír, hablar ni sentir. Ahora sólo eres un cadáver viviente».

El siguiente episodio cuenta cómo Athena, quien por motivos que no hace falta precisar aquí está herida por una flecha, se comunicará telepáticamente con Ikki recordándole que es el Caballero de Fénix, con todo lo que eso implica. Ya saben: el ave fénix tiene como principio el borrón y cuenta nueva constante, su resurrección de las cenizas. El sexto sentido —lo notamos — todavía le sobrevive adentro de su cabeza, en el cerebro: es el pensamiento intuitivo. Shaka, el malo, acomete otra vez y le arruina esa capacidad. Pero Ikki, fiel al Fénix, salvará el día al elevar su fuerza, su cosmos, a un plano más arriba del que maneja Shaka de Virgo. Aquí llega la revelación: Shaka sólo podía mantener su cosmos invencible si permanecía con los ojos bien cerrados. «Hacer a Shaka abrir los ojos fue un arma de dos filos». Ikki de Fénix logra alcanzar el séptimo sentido, en otras palabras, el poder infinito. Finalmente, en acto kamikaze, nuestro caballero de Fénix acabará inmolándose en un abrazo con el enemigo en turno.

Yo echado en la cama, apretando los ojos, con ganas de dormir y en mi cabeza Los Caballeros del Zodiaco se retransmitían a todo volumen.

No me quedó de otra. Yo tuve, como Shaka de Virgo, que abrir los ojos. El insomnio es también un Fénix muy cabrón.

Se me ocurrió lo siguiente:

En la batalla entre los caballeros del zodiaco, lo que más me resonó fue que el oído es el último sentido en ser apagado. Esto es, sin irnos más lejos con sextos y séptimos sentidos, que el oído es la última frontera antes de apagarnos. Claro, por eso será que se entiendan la existencia de las canciones de cuna. O, a mi edad, la normalidad de dejar música sonando por la noche para conciliarme con la almohada. Que, a fin de cuentas, ambas cosas son la misma cosa, sólo que nosotros crecemos y a las cunas ahora les llamamos camas. Pero una vez dormidos, que no se nos olvide, no significa que el oído dejé de funcionar durante nuestros sueños. Freud, seguramente en alguna de esas noches de desvelo que le llevó su andar interpretando sueños, anotó que el trabajo onírico puede de cuando en cuando y sin ningún problema incorporar los sonidos que perciba el durmiente. Logrando —digamos – vía streaming que el sueño que soñamos improvise con lo que estamos escuchando dormidos, por ejemplo, con-fundiendo el sonido del timbre de la casa con una alarma sísmica recreada en las imágenes que soñamos. O el caso más generalizado, ya no sé si por experiencia propia o por el cine, de confundir la canción que tengamos como despertador con alguna incorporación onírica como bien puede ser que tu amiga en el sueño de la nada comience a tararearla o que un gato con el que estés soñando la maúlle para ti… En esto, ora sí que cada quien, cada quien con sus imaginaciones, la verdad.

Pero también hay un dormirse que es para siempre. Según algunos artículos científicos, el tacto sería el último sentido en irse. Pero hay otras investigaciones que dicen que nada impediría al oído seguir trabajando hasta el último suspiro. En todo caso, ya lo descubrirá cada quien en carne propia. Todos habremos de echarnos ese último coyotito. Pero mientras llega esa eventualidad, hay que seguir aprovechando el insomnio.

De los perros vino el darme cuenta que parar la oreja es deporte extremo. Por Orfeo sabemos que vale más tener confianza en las orejas que en voltear la mirada. No afilar el oído es más grave que no alcanzar a ver algo.

El más nuevo sonido es aterrador, no por sonoro, sino por novedoso. Ese nuevo sonido causa pérdida de sueño hasta que se hace habitual. Los conciertos de grillos por eso no nos asustan. Ni los sonidos domésticos. Los fantasmas conocen esas convenciones. Antes hacían sonar cadenas, pegaban alaridos, rompían espejos… Pero ahora incluso han dejado de soltarnos susurros al oído. Parece ser la más nueva novedad callarse el hocico en el más allá.

Los pintores son idiotas que no saben escuchar.

La física del sonido es la menos atendida, pero la más escuchada.

El sacrificio lo ordenó la Vista. El Gusto fue sobornado. El Tacto pasó de largo. En el alzamiento del ser humano, quebraron al Olfato. El Oído lo escuchó todo. Lo amordazaron. Yo exijo: Desátenlo, de una buena vez, que se conozca la cera de los hechos.

Los sueños causan más por el trabajo que son que por las imágenes que les salen.

Reventarte el oído te desequilibra más que quedarte ciego.

Dios me impresiona más de imaginarlo como oreja que no deja nada sin oír que aquel triste ojo que todo lo ve.

Todos los caminos van a la oreja a dar

La mar ante todo es sonido

También lo es, marchante, el caminar

La mar ante todo es sonido

También lo es, marchante, el caminar

Mirar más allá de lo evidente es escuchar.

Sólo estás ahogado cuando los oídos se tapan.

Las orejas salvan vidas.

Dios es la caracola apoyada en la oreja.

Con el músico suicida no hay nada que ver: con él se trata o del sonido o de la muerte.

La música es posible. Vida, nada me debes.

Un cangrejo se quiebra a base del sonido de sus tenazas.

Solo puedes matar a un caballero del zodiaco dejándolo sordo de oídos.

El verdadero corazón está en la cabeza y se llama oído.

Ninguna imagen te retumba tantos en los adentros como cualquier sonido, hasta el más mediocre de ellos.

Ya sabemos que el cuerpo es una mentira, el oído al menos no pretende más que ser un eco de mentiritas.

Antes de quedarme dormido recordé que Jesús alguna vez dijo:

Bienaventurados los que no vieron, y creyeron

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Javier Norberto Muñoz Palacios
Gramatos, Revista de ensayos literarios

Esto es @masomenoz literatura, es decir, desde ensayos hasta traducciones y también cuentos y crónicas.