Notas sobre la expresividad
There are no voices here.
There are only confessions.
Scott Walker, Sleepwalkers Woman
Yo llevo rato creyendo que el problema en cada uno de nosotros es que no hallamos cómo expresarnos.
No damos con las formas por medio de las cuales formalicemos la argamasa que traemos dentro.
No nos entregamos en dar con maneras de expresar lo que sentimos en nuestros adentros.
Para mí esto es más contundente en el tema mismo de la expresividad.
Breve etimología de la expresividad
Para empezar, la palabra expresividad proviene del latín:
- Ex- que codifica hacia afuera,
- pressus que significa apretado, y
- -itās o -itatis que codifica cualidad
Por tanto, llanamente: expresarse es desapretarse.
En segundo lugar, les aclaro que yo vengo aquí,
en calidad de sujeto con sus respectivos límites de muerte,
como un sujeto que tiene más de una situación problemática con su voz,
como un sujeto que tiene problemas evidentes con su expresividad,
como un sujeto que ni más ni menos va intentar expresarse, digamos, por medio de confesiones y ejemplos.
Mi primera confesion es que el problema nunca está en el otro
Porque la realidad son las maneras en las cuales interpretamos lo real. Lo real es imperturbable, pero sin duda las maneras de intentar hacer algo con lo real nos tocan. Somos una falla en lo real. Y no hay respiro en la percepción, es un continuo imparable. Y eso duele, cala, da placer, nos hace bailar y caminar sin rumbo, interminablemente. El decurso de las expresiones atropella a las mismas expresiones. Nada permanece. Y sin embargo, no dudamos en querer detener las impresiones. La importancia de la permanencia radica en la ilusión de estanque que inaugura. Por inversión, por yuxtaposición, por coordinación, por subordinación, por sustitución, por complejos, valorizamos, y nos creemos capaces. Nos creemos que nos creemos capaces. Nos creemos que nos creemos. Nos creemos. Nos mentimos. Nosotros. Cada uno de nosotros. En los otros nunca está problema. El espejo nos gruñe silencios y no contestamos nada. Jalamos las cuerdas de nuestras espaldas, a ciegas, con sangre, con cuerpo y lágrimas. Nos escribimos. Nosotros. Ni terminamos el borrador, ni nos llega la carta. Porque ahora la carta es otra y una nueva. Viajamos y lejanos sentimos el origen y el destino. Escribimos e indirectos sentimos al emisor y al destinatario. Aparecen: los tics nerviosos, las luces fundidas, las velas enceradas, el color morado. Tenemos muchas llaves, muchísimas llaves. Y estas llaves giran la cerradura, pero el pasillo nos dura más que la morada. Los pasillos nos caminan. Y gritamos muy poco. No sabemos cómo gritan los perros. Ni sabemos cómo dibujar la música. Recordamos con trabajo que los alfabetos en primera instancia fueron dibujos y que las partituras por otros lados juegan que son gises y con ellos los trazos, todo sin hacer boceto alguno. Y las orejas se nos enfrían. Oímos las caídas. Las hojas nos tocan los ojos. Somos griegos enterrados en mierda ansiosos de un respiro. La duda. Lo otro no está impreso. ¿Cómo se llama? El problema nunca está en el otro. Los enfrentamientos no son ni buenos ni malos. El complejo nos explica y nos calla el puto hocico. Somos alumnos de los niños profesores. Los helados son grises y nueces. Sí. Sí. Sí. La tipografía, las huellas y dos millones de opciones.
Yo Soy El Problemático en todo esto.
Mi segunda confesion es que es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo.
Aunque la frase previa es atribuida por igual a Slavoj Zizek y a Fredric Jameson, aquí no importa su autoría.
Lo que sí importa es lo que se puede leer a través de ella.
Dejemos de lado la mención clara que hace de posibles finales del mundo y del capitalismo.
Aquí:
si algo nos señala esa frase, es nuestra falta de práctica en el ejercicio de la imaginación.
si de algo sirve esa frase, es para evidenciar nuestra mínima búsqueda de renovación en nuestra capacidad de imaginar.
si funciona para algo esa frase, es también para denunciar, desde otros términos, que no somos muy dados a la búsqueda de maneras diferentes de expresarnos.
Nos falla a todos el poner a explicarnos.
Un orador se encuentra en proceso de transformar sus sentires en palabras.
Volcar hacia afuera los sentires es una pérdida de tiempo porque en ello no hay ganancias.
La expresividad, desde luego, no tiene como objetivo retribuir.
La expresividad es como un vomitar que da espacio y respiro, aunque nos cueste asco y desatino.
Expresarnos es agarrar nuestros adentros con la herramienta más imperfecta que tenemos –la palabra– y distinguir a través de nuestras entrañas que somos otras cosas, que siempre somos otros.
Somos capaces —y es justo y necesario emprenderlo— de poner en discurso nuestra más particularidad manera de ser filtro de lo que no somos.
Mi tercera confesion es más bien una pregunta: ¿Qué se vuelve más y más raro cuanto más lo piensas?
Que hay un tubo ininterrumpido que va desde la boca hasta el ano.
Como el cuerpo no lo cierra por completo, los humanos son como donas gigantes con brazos y piernas.
La comida nunca entra en ti, solo toca las paredes de tu dona No interna hasta que absorbes los nutrientes
He recuperado la pregunta y respuesta anterior de una discusión de Reddit y a mis ojos señala un ejemplo de los tantos posibles de imaginarnos.
La pregunta de Reddit nos detona risas y además la imagen de que tal vez sí seamos meros embudos que son atravesados por la comida.
Esa imaginación de verse como donas de carne es inútil al capital y le da un respiro al sujeto que quiera o no es una dona de carne atravesada por las experiencias que llamamos comida, sentimientos o nutrientes.
Buen provecho: saboreemos la dona de carne que somos cada uno, mientras leemos esto.
Mi cuarta confesión es el contraejemplo de la expresividad en el estrujamiento
Dije al empezar este ensayo que expresarse es desapretarse (Véase supra, Breve Etimología de la Expresividad), por lo que a estas alturas considerar al estrujamiento como algo expresivo parecería un contrasentido.
Pero es que es así: estrujar es de lo más expresivo.
Es un contrasentido, pero es que es Eros, el amor juguetón, el que manda en el estrujamiento del que yo hablo.
Y es que yo estoy hablando aquí
del estrujamiento que hace la mano del bebé al rodear el dedo materno.
del estrujamiento que hacen los brazos del amante y las piernas del amado.
del estrujamiento que hacen los ojos para ver más humectados.
del estrujamiento que sufren las mandarinas para que nos las bebamos.
del estrujamiento que sufren las palabras que estoy apilando
Para mí no es fácil hablar. Nunca lo ha sido. Si no ha quedado claro, ahora lo estoy confesando. Escribir, para mí, es expresarme. A escondidas, de manera diferida, pero finalmente expresarme. Puse cuatro confesiones y son ejemplos de cómo la expresividad puede explotarse, en el mejor sentido.
En una palabra, expresémonos. Como cada de uno de ustedes guste e improvise. Ejercitemos la imaginación. No nos extralimitemos. Aunque aparezca el absurdo, aunque todo parezca accidentado. Eso evitará ahogarnos, eso evitará el sentirnos desamparados.