Ricardo López, crónica de un canal eliminado de YouTube
Un canal de YouTube tiene como nombre Ricardo López. Como imagen de perfil tiene la cara de un muchacho de apenas veintitantos años, rapado y con pintura verde, roja y negra, embarrada en la cara como lodo. Y si eso fuera poco, tiene una pistola metida en la boca y mantiene la mirada fija hacia la cámara. Ese muchacho de veintitantos años es Ricardo López. Era. Porque esa foto no fue un simulacro, la pistola estaba cargada, su boca sí que era su boca con la pistola adentro y una bala salió disparada después de que lógicamente accionara el gatillo.
Todo esto pasó el 12 de septiembre de 1996. Ese día puso su cámara de video a grabar desde la mañana. La cámara era un regalo que se dio a sí mismo. Antes él escribía un diario, que alcanzó más de 800 páginas. A partir de su cumpleaños 21, tras autorregalarse esa cámara de 8mm, no toma ya notas, y en lugar de eso, comenzó a usar la cámara.
Además de grabar su suicidio, antes se filmó haciendo otras cosas. Salía ante el lente de la cámara, hablando
de sus inseguridades con respeto a su cuerpo,
sobre la fantasía de poder hacer un viaje en el tiempo donde él fuera un niño de nuevo y conocer a Björk cuando ella era también una niña y ser amiguitos,
sobre lo perdedor que se sentía,
sobre la admiración que sentía sobre Björk,
de que le había enviado cartas y cartas y cartas y ella no respondía,
sobre lo mal que le hacía sentir la imagen de su cuerpo,
para humillarse de su figura y de su vida,
sobre Björk,
acerca de lo mal que se sentía y que se daba absolutamente cuenta de ello,
para mostrar carteles y curiosidades de Björk,
hasta el hartazgo de que odiaba su cuerpo, lo maldecía,
sobre Björk,
de Björk y de que no podría tener sexo con ella porque la amaba mucho,
sobre su cuerpo maldita sea,
para insultar a la nueva pareja de Björk, a fuckin nigga, a fuckin nigga, eso es inaceptable, como ella con un negro,
de cómo ya estaba planeando castigarla por traicionarlo, por andar con un negro jodido, cómo es posible puta mierda,
sobre cómo iba a mandarle una bomba que al explotar despidiera agujas embarradas con sangre infectada con vih y ella quedara enferma,
de que él quería marcarla de por vida,
de que una bomba de vih era complicada,
de que era mejor cambiarla por una bomba de ácido que al abrirla la desfigurara, ácido sulfúrico brincando en la cara a ella,
de que recién probada la bomba a cámara, funcionara de maravilla, que era más de tres veces mejor de lo que esperaba, no te da tiempo ni de girar la cara ni de meter las manos,
de que estaba muy emocionado de que Björk recibiría su castigo y
de que por fin podrían estar juntos en el cielo.
Porque resulta que ese 12 de septiembre de 1996, Ricardo López paró la grabación mañanera y salió de casa con ese paquete con una bomba adentro.
La bomba de ácido sulfúrico de la que tanto había estado hablando emocionado frente a cámara. Que le había funcionado mejor de lo que esperaba. Una bomba que metió dentro de un libro vaciado de sus hojas y que hizo pasar por un guion de película cuando ese 12 de septiembre de 1996 lo entregó en el servicio postal hollywoodense.
Y la mitad de su plan de castigo estaba ya hecho.
Ricardo retomó la grabación cuando regresó a casa.
Y allí fue cuando empezó la otra parte de lo que había estado hablando.
Se desnudó. Tomó una rasuradora. Primero probó un mohicano, luego se rapó a tope.
Agarró pintura verde, roja y negra; se las embarró y parecía como lodo lo que tenía en la cara.
Puso I remember you de Björk en la televisión.
Todo estaba siendo grabado.
Y sufrió la canción.
Y empezó a respirar rápido.
Tomó la pistola que había conseguido ilegalmente. Y se la puso en la boca.
Este primer intento fue un simulacro, porque se arrepintió y aventó la pistola.
Y la respiración se le agitaba mucho más.
El video con Björk cantando al fondo a la derecha seguía sonando.
Una cartulina a la izquierda de Ricardo tenía escrito The best of me.
Y su respiración ya era hiperventilación titánica.
Björk cantó sus últimos versos:
I shall tell them: I remember you
Oh, you
Oh, you
You
Y Ricardo López volvió a tomar la pistola que había aventado.
Esta vez no era un simulacro.
Gritó: this is for you.
Y volvió a meterse la pistola a la boca y jaló el gatillo.
Se percibió un quejido de Ricardo.
Y se desplomó hacia adelante, la cámara ya no lo enfoca.
Él no murió de inmediato, porque lo último que se escucha en la grabación es que se estaba desangrando, desangrándose a la velocidad que le permitía el haberse disparado con una bala de punta vacía que no le reventó la cabeza en mil pedazos como él había deseado.
La última imagen que queda filmada es Björk viéndolo desde la televisión después de haber terminado de cantar su canción y la cartulina impoluta.
The best of me.
Ricardo López desde luego que no abrió canal alguno en YouTube.
Mientras él vivió no había nada parecido a YouTube, salvo MTV donde, por cierto, él fantaseaba con trabajar.
Pero este Ricardo López, quien le mandó una bomba de ácido sulfúrico a Björk, aparece como estrella de un canal de YouTube con su nombre.
Y en ese canal lo único que hay son fragmentos de las 22 horas de filmación que encontró la policía al descubrir su cadáver cuatro días después, por denuncias de la pestilencia y porque la sangre se había deslizado por debajo de la puerta.
La policía desalojó el edificio porque también descubrieron que en una pared él había dejado otro mensaje escrito: The 8mm videos are documentation of a crime, terrorist matter, they are for the FBI.
Pensaron que había puesto una bomba allí mismo.
No.
La bomba ya estaba en Londres.
La policía londinense fue notificada y detuvieron el paquete, a unas pocas horas de que el cartero encargado saliera en su recorrido de trabajo.
La bomba la explotaron de manera controlada y contenida.
Nadie resultó físicamente herido.
Björk aún no se había enterado de nada.
En Björk, la impresión fue que alguien, de nombre Ricardo López, se había tomado demasiado en serio, demasiado personal, el arsenal de álbumes que ella hasta el momento llevaba publicados, lo cual declaró en una entrevista súbita a las afueras de su casa, apenas enterada de lo sucedido.
En Björk, luego de mandar flores y condolencias a los familiares de López, se cicatrizó una canción de lo que sintió.
So Broken, se llama, y con estos versos termina:
Here I go
Trying to run ahead of that,
Heart break train,
Thinking,
It will never catch up with me.
En Björk, Ricardo López resonó a través de esta nueva canción.
Y todo este asunto fue a parar a YouTube. Las dos canciones de Björk, la entrevista que ella dio en su momento, y por supuesto fragmentos de las grabaciones de López.
Quisiera saber quién administraba aquel canal de YouTube, que llevaba el nombre del suicida. Es ahora imposible. YouTube eliminó este canal mientras yo escribía todo esto.
Concluyo diciéndoles, esperando que me crean, que en la sección de comentarios de unos de los videos que contenía el canal extinto, el administrador desconocido se declaraba fanático de Ricardo López, que lo admiraba, que le parecía divertido e inteligente. Por eso había abierto ese canal. Así nomás.
Ahora, él, Ricardo López, se había vuelto el ídolo de alguien más.