Las manzanas de Cezanne

Cosas por las que merece la pena vivir

francesca alminyana
Great cinema moments
2 min readMay 19, 2013

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He tardado mucho tiempo en darme cuenta que estar enamorado no depende de nadie más que de nosotros mismos. Que no es un estado que nos puedan provocar sino un sentimiento propio que permanece adormecido hasta que alguien o algo nos lo despierta de su letargo. Hay que estar preparado para despertar, no es tan fácil, sobretodo, a medida que pasan los años. Y si, ríanse, pero para mi ha sido un gran descubrimiento.

He descubierto que las cosas bellas me despiertan ese desconcierto: una nueva idea, una canción, un cuadro, una película (o una sola escena), sentirse bello en unos ojos que nos miran, alguien bailando, o simplemente moviéndose a un ritmo que de repente hacemos nuestro. Entramos en resonancia y todo nuestro cuerpo se pone a vibrar a la misma frecuencia. Y tiene el poder de transformarlo todo.

Es mágico.

Empezamos a ver las cosas desde el lado más fotogénico y nos anestesiamos frente a lo menos agradecido. Se magnifica el tamaño de lo positivo y lo negativo mengua hasta hacerse imperceptible. Qué gran momento!.

Y tiene mucho que ver con la capacidad de sorpresa y como no, con la edad. No porque sea un sentimiento propio de una edad concreta (la juventud) sino porque la inocencia hace más fácil el asombro.

Y aquí es donde caigo en la cuenta que mi capacidad de admiración no se reduce con los años, más bien, se aletarga por temporadas. El momento que estamos viviendo hace favorable la introspección y la propensión a la queja, sin embargo, están sucediendo en el mundo tantas cosas, de tal magnitud y envergadura, que mi turbación es infinita y mi enamoramiento alcanza cotas perfectamente equiparables a las de mis mejores años.

La semana pasada escribí un post en Medium después de haber visto el documental “Searching for Sugar Man”. No encontraba ninguna colección de cine así que tuve crear una. Al hacerlo, Medium te solicita una imagen que será la portada de la colección y automáticamente pensé en las manzanas de Cezanne. Gracias a Woody Allen se han convertido en mi imagen cinematográfica por excelencia y la del enamoramiento por extensión.

Las cosas bellas siempre me han hecho llorar. Es una especie de tic personal. Lloro con facilidad, pero sobretodo, lloro por pasión. Y cuando lo hago, recuerdo a Woody Allen en “Manhattan” enumerando las cosas por las que merece la pena vivir: “…Groucho Marx, el 2º movimiento de la Sinfonía Júpiter, las películas suecas, por supuesto, la “Educación Sentimental” de Flaubert…. esas increíbles manzanas y peras de Cezanne…la cara de Tracy…”

Y esa es la mejor descripción de enamoramiento que yo he podido encontrar (cada uno que añada lo que considere).

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