‘Los años extraordinarios’, industrias y andanzas de Fanjul

Antonio Sánchez Marrón
Revista Grupo Salvaje
4 min readJun 16, 2021

El cineasta Rodrigo Cortés presenta una obra plagada de una prosa surrealista, un retrato de un mundo existente en una suerte de subtexto histórico.

«Leer el periódico con retraso da perspectiva. Las noticias están mejor de un día para otro.»

Sentencias como la que precede a este texto son algunas de las que Rodrigo Cortés lega en las páginas de su novela Los años extraordinarios (Literatura Random House, 2021). A través de sus páginas, encontramos la leyenda, la prosa, la vida, la muerte de un personaje heredero de una tradición costumbrista, propiamente española, con unas profundas miras de universalidad que lo dibujan como un ser vagabundo al mismo tiempo que enraizado consigo mismo. Un ser, multitudinario en sí mismo, llamado Jaime Fanjul.

De su mano, el lector recorre confines de un mundo (des)conocido, trastocado. Los años extraordinarios no pretende ser en ningún momento un reflejo de una situación determinada en un contexto histórico preciso. Uno encuentra que franceses y holandeses viven en belicosa armonía, que Alicante está siempre a la gresca con el resto del país o que el mapa de Cataluña sea consecuencia de transformaciones inimaginables y con un trazado imposible. Pero es precisamente este punto el que confiere de interés a una novela plagada de lugares a los que hay que acceder habiendo hecho previamente un viaje hacia lo irracional. Los años extraordinarios se acerca a pasajes de una vida detrás de lo que se considera normal o normativo. Jaime Fanjul no es nadie. Y a la vez somos todos y cada uno de nosotros.

Cortés atrapa al lector desde sus primeras páginas. Y la base de ese rapto se halla en que, a lo largo de sus más de trescientas páginas, hay lugares en los que encontrarse una vez se haya iniciado el viaje hacia lo irracional anteriormente propuesto. ¿Surrealismo? ¿Realismo mágico? Podríamos enredarnos en clasificar lo inclasificable. Pero podemos intentar tratar de definir ciertos aspectos de lo que uno va hallando mientras asiste al transcurso vital de Jaime Fanjul:

  1. Fuera del orden o regla natural o común.

Jaime Fanjul, a lo largo de toda la obra, vive en un mundo apartado de toda norma consuetudinaria. Su siglo XX es otro, distinto. Ni mejor ni peor. Otro. Su mundo es, por tanto y también, otro. El mar llega a Salamanca, los periódicos se leen con días, semanas, de retraso y la vida transcurre con una normalidad completamente ajena al curso de lo que, precisamente, se entiende por normalidad. En una entrevista al diario El Español, el propio Cortés, a la pregunta de dónde colocaría su libro en los estantes de las librerías, respondía: «Diría que son unas memorias. Las memorias de un explorador que vuelve sin encontrar nada».

2. Añadido a lo ordinario.

La vida de Fanjul, lejos de lo ordinario, acaba añadiendo a su existencia pasajes de lo que se podría considerar orden. Su trayecto vital no fluye en distintas direcciones y se ajusta a los caminos del ser humano, de la vida entendida como carretera asfaltada en una única dirección. Lo ordinario también pesa como parte de la identidad salmantina, gallega, andaluza o aragonesa, por citar cuatro ejemplos rápidos. Es más, sin el aspecto ordinario de la vida, Fanjul y su trayecto vital no hubieran llegado a lo extraordinario.

3. Gasto añadido al presupuesto normal de una persona, una familia, etc.

Se podría concluir que Fanjul no pertenece a clase social alguna. Se mueve por el mundo movido por el don de la oportunidad, de la fortuna o del destino. Hasta en eso, Jaime Fanjul, escapa de lo ordinario y se rodea de una época que enfrenta a holandeses con franceses y que reparte sus andanzas políticas con periodos fijos alternos entre república y monarquía. Hijo de un mercero, propietario además de uno de esos coches alemanes que se movían con el pensamiento, Cortés huye de etiquetas que clasifiquen a su personaje y lo determina al propio acontecer, a un destino inesperado que nada tendrá que ver con lo vivido en su infancia, clasificado en una familia de buena planta o mala virtud. Eso, con seguridad, termina por dar igual.

4. Número de un periódico que se publica por algún motivo «extraordinario».

La lectura de Los años extraordinarios sea, con toda probabilidad, el repaso a uno de esos periódicos en formato sábana, prácticamente relegados actualmente a las breves lecciones de Historia en las facultades de Periodismo. Crónicas abrumadoras, encajadas a cinco o seis columnas y donde se retrataba, con precisión milimétrica, los acontecimientos determinantes de aquel día o semana. Una novela, por tanto, que a través de sus 354 páginas recorre la arbitrariedad de un (otro) siglo. Fanjul nació en 1902. El año en que Francia reconoce para los mineros la jornada laboral de 9 horas. En que se funda el Real Madrid o el año en que Cuba se libera del dominio estadounidense. El año en que Jean Sibelius estrena su Segunda Sinfonía. Nada de esto sucede, por tanto, nada de esto se tiene en cuenta. Fanjul vive su siglo en esta suerte de novela histórica que se ciñe con fidelidad a lo que pudo ser si a Salamanca hubiese llegado el mar.

P.E. En un determinado paisaje del libro, y aquí ya apelo a una cuestión puramente personal, Cortés relata el origen del inglés en una isla llamada Sâo Bento. El padre de quien estás líneas escribe, coruñés de nacimiento y cuna, solía bromear con que «el inglés es un gallego mal pronunciado». De haber leído este pasaje de Los años extraordinarios, estoy seguro de que habría cerrado el libro, lo hubiera dejado sobre la mesa y se habría levantado a aplaudir.

Y hasta aquí hemos llegado.

‘Los años extraordinarios’ (Rodrigo Cortés, 2021)
Editorial Literatura Random House / todostuslibros.com
ISBN: 978–84–397–3884–8
360 páginas
18,90€

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Antonio Sánchez Marrón
Revista Grupo Salvaje

“Relating a person to the whole world: that’s the meaning of cinema”. (Andrei Tarkovsky)