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La Mala Percepción del Empresario Sobre su Empresa Puede Resultar en el Fracaso de la Misma.

Roberto Arosemena
Hacia un Mejor Yo
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4 min readJun 9, 2024

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Un empresario puede concebir su empresa de dos maneras diferentes: como una extensión de sí mismo, sujeta a su total autoridad y caprichos, o como una entidad independiente pero relacionada, que merece ser tratada con respeto y disciplina.

Hace algún tiempo, durante una conversación con una amiga empresaria exitosa a quien respeto mucho, me sorprendí cuando mencionó que necesitaba dinero para asuntos personales. Esta declaración me intrigó, ya que la cantidad que mencionó era significativamente menor a el flujo diario de ingresos que generaban sus empresas, teniendo ella el 100% de las acciones de las misma.Al cuestionarla al respecto, me respondió de inmediato:

“Sí, es cierto, pero mi empresa es mi empresa y yo soy yo . Ella tiene sus propias necesidades que debe cubrir, al igual que yo tengo las mías”.

Esta conversación me llevó del asombro inicial a la admiración por su disciplina y finalmente a una reflexión sobre el papel crucial que juega la percepción adecuada del empresario en su relación con sus empresas.

La percepción que un empresario tiene de su relación con su empresa puede verse influenciada por diversos factores y perspectivas psicológicas.

Con frecuencia, los emprendedores establecen un vínculo personal profundo con sus empresas, considerándolas como una extensión de sí mismos. Por otro lado, algunos se ven a sí mismos como administradores responsables del bienestar y la sostenibilidad a largo plazo de la empresa, priorizando los intereses de esta y sus partes interesadas por encima de sus inetreses personales.

Uno de los aspectos negativos de que el empresario vea su empresa como una extensión de sí mismo, con control absoluto, es que puede tener dificultades para mantener la objetividad en la toma de decisiones. Esto puede llevar a decisiones emocionales o personales en lugar de decisiones basadas en datos y análisis.

Una situación común que resulta de esto es que las empresas se convierten en una especie de “caja chica” para cubrir necesidades personales o de otro tipo que no están relacionadas con la productividad de las mismas .

En el caso de tener varias empresas, esto puede llevar a transferencias de recursos entre las exitosas y las que están en problemas, generando lo que se dice en términos coloquiales: “meter dinero bueno al malo”.

Como consecuencia, la capacidad de las empresas exitosas para satisfacer sus propias necesidades, como mantenimiento, inventarios, contratación de personal y adopción de tecnología, se ve gravemente comprometida.

Esta falta de disciplina y falta de respeto por las necesidades de la empresa erosiona gradualmente, en ocasiones rápidamente, su capacidad productiva y competitiva, lo que finalmente puede llevar al fracaso.

Al empresario mexicano Carlos Slim se le ha atribuido la frase: ‘México es un país de empresarios ricos y empresas pobres’. Esto resalta cómo algunos empresarios priorizan la distribución de utilidades como dividendos sin considerar las necesidades de la empresa, dejándola con lo mínimo necesario para mantenerse en funcionamiento, pero sin destinar suficientes recursos para el mantenimiento, el crecimiento y el desarrollo de capacidades, entre otras necesidades.

En muchos casos, esta falta de disciplina y respeto provoca una descapitalización de tal grado que lleva a que las empresas caigan en la categoría de empresas “zombies”. Estas empresas no están ni vivas ni muertas, apenas sobreviven y dependen de apoyos gubernamentales y otras fuentes para continuar operando.

Las empresas zombies son fáciles de identificar. Son aquellas que, según sus administradores, nunca tienen buenos años, y siempre hay excusas para incumplir compromisos financieros. Es comprensible que haya años difíciles, pero no todos los años lo son!.

Esto indica que en los años buenos, las utilidades son retiradas de la empresa por el empresario para otros fines, en lugar de destinarse a mejoras y otras necesidades urgentes de producción, y mucho menos para la creación de fondos de reserva para contingencias futuras.

El otro extremo a todo lo anterior es cuando el empresario percibe a la empresa como una entidad separada de sí mismo. La empresa tiene su propia identidad, valores, políticas y procedimientos, así como pautas operativas y financieras bien definidas. Normalmente, todo esto es establecido por el empresario con la asesoría de expertos en cada área.

Si el empresario adopta una mentalidad institucional y respeta estas pautas con disciplina, la empresa tendrá la oportunidad de progresar, crecer y, lo que es aún más importante, será atractiva para inversionistas que deseen contribuir a su capitalización.

El comportamiento del empresario es observado de cerca por sus empleados. El ejemplo que brinda con sus acciones y actitudes establece el tono para el comportamiento de sus colaboradores y el ambiente laboral.

En resumen, aunque es importante que los empresarios sientan pasión y compromiso por sus empresas, el no considerarlas como entes independientes de ellos mismos puede llevar a problemas de gestión y a la toma de decisiones perjudiciales tanto para la empresa como para la vida personal del empresario.

Es esencial encontrar un equilibrio saludable entre la dedicación a la empresa y la capacidad de mantener una perspectiva objetiva y equitativa.”

Esta columna fue previamente publicada en la revista Panorama Acuícola Magazine.

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Roberto Arosemena
Hacia un Mejor Yo

Advocating for sustainable aquaculture, blue economy and ocean conservation. In constant pursuit of self-improvement for personal and professional success.