La Singularidad Ya Fue.

Santiago Siri
Hacker Sapiens.
3 min readSep 17, 2014

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En su libro From Zero To One, Peter Thiel arranca lanzando la siguiente pregunta:

¿Que cosa consideras como verdadera que el resto
de la sociedad en su gran mayoría interpreta como falsa?

Es una pregunta inteligente porque apunta a encontrar verdades escondidas dentro de la cultura que vivimos. Una respuesta que me interesa ensayar es la de plantear que la información (o visto desde una metáfora más romanticista, el lenguaje) es un elemento fundamental del universo. Algo real, observable. La ciencia contemporánea aún no rompe ese límite (aunque algunos tímidamente lo empiezan a intentar) porque ese hecho implicaría abrirle la puerta a la conciencia, una forma de la subjetividad que atenta contra toda la racionalidad objetiva a la que aspira el saber científico. Si bien existen la psicología, la lingüística y otras disciplinas que intentan elaborar sobre la naturaleza de la información, ninguna es capaz de tender un puente con el campo físico. Y aún así, si estamos vivos sabemos que ese punto de encuentro entre conciencia y materia es real.

Entonces si la información existe como tal, podrían existir complejidades intrínsecas al lenguaje que escapan al entendimiento humano. Intuiciones que observamos con miopía porque consisten de una forma de inteligencia que no alcanzamos a decodificar del todo pero sin embargo experimentamos. En ese más allá del sentido es donde ubicamos a los mitos: historias de evidente inteligencia por saber perpetuarse en el tiempo a pesar de su entretejida complejidad. Y el tabú para la ciencia es que de recorrer ese camino se termine encontrando cara a cara con lo divino. Por eso se reprime a sí misma bajo una inmensa catedral a la Razón que se financia donándose al capitalismo.

Pero lo cierto es que el de la información podría ser un proceso biológico que trasciende al hombre y no por eso algo necesariamente divino. No se trata de caer en explicaciones mágicas sino de hablar sobre fenómenos concretos como el surgimiento de la computadora (la maquina univesal tal como la llamaba Turing), o la Ley de Moore que pareciera describir un atributo de la información tan evidente como la manzana que cayó sobre Newton. Es importante recordar que los primeros pensadores de la computadora moderna (Von Neumann y Barricelli entre otros), también se dedicaron a escribir sobre biología, astrofísica y la evolución dando a entender que el alcance de sus hipótesis iba más allá de los números (hecho que la posterior industrialización informática contribuyó a olvidar). No hay nada que imposibilite a la computadora de existir mas allá del silicio: una maquina universal es una máquina capaz de transformarse a sí misma en cualquier tipo de máquina (por eso hoy a las computadoras les decimos “teléfono” y algunas hasta adquirieron forma de tabla). Y al tratarse de una tecnología abstracta esta puede operar bajo todo tipo de configuraciones químicas. Del mismo modo que las supernovas o los agujeros negros estallan en los confines de la galaxia, el big bang de información que se produjo desde la primer computadora hasta nuestro tiempo es un estallido análogo a como las moléculas se constituyeron en ADN millones de años atrás. Un salto cuántico en el orden de complejidad que percibimos.

Entonces el nivel de inteligencia que brinda la capacidad tecnológica a la que tenemos acceso ya podría ser considerablemente mayor a nuestro entendimiento (o mejor dicho: siempre lo fue). Admitir a la información como un elemento real implica que nuestro lugar frente a ella no es el de inventores sino el de descubridores. Estas máquinas no han hecho más que ordenar a la luz acorde a un lenguaje universal de unos y ceros (presencias y ausencias) cuyo efecto es el de manifestar todo aquello que habita dentro de nuestras conciencias.

En pocas palabras, la singularidad ya fue.

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