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¿1 de cada 5 universitarias estadounidenses será abusada?

Los detalles detrás de los encabezados.

7 min readNov 1, 2016

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La historia

A inicios de Octubre del 2016, La Nación publicó una nota sobre la “cultura de violación” que impera en Estados Unidos, donde dice que una de cada cinco estudiantes es abusada en los campus universitarios… ¡una de cada cinco! Decir que este número es abrumador, quedaría corto.

Puede ser que hayás oído eso antes. Por ejemplo, el vicepresidente Joe Biden citó esta cifra en el 2014 -una de las primeras figuras políticas en lanzar luz sobre el tema- pero no ha sido el único, el propio Obama también la recitó el mismo año.

En épocas recientes, esta escandalosa afirmación inició una avalancha donde cientos de personas (políticos, reporteros, activistas, etc.) alzaron sus voces en desconcierto, reclamo y preocupación. Por supuesto que no es para menos, si consideramos que 11.7 millones de mujeres iniciaron la universidad este año en EEUU, para el momento en que terminen, el total de abusos dentro de ese grupo ascenderá a ¡2.34 millones! ¿Parece mentira, verdad?… pues no sólo parece, lo es y vamos a ver porqué.

Resulta que, como pasa continuamente en estas épocas, la reportera que nos trajo estos escalofriantes datos no hizo su tarea. Este es otro mito que se rehúsa a morir y que los medios noticiosos, los politiqueros y demás figuras, ordeñan para su beneficio. Definitivamente no soy el primero en hablar sobre esto y no seré tampoco el último: mientras se sigan esparciendo falsedades, habrá quien le ponga el cascabel al gato.

Afortunadamente, podemos recurrir a cifras oficiales y a criterios expertos para aclarar los nublados.

Escarbando por la verdad

Empecemos por la parte más sencilla: según las estadísticas del Departamento de Justicia de Estados Unidos a través de su Oficina de Estadísticas de Justicia (en inglés, BJS), dice que entre 1995 y el 2013, el número de abusos sexuales (incluye violaciones y otros tipos de agresión sexual) entre estudiantes fue de 6.1 cada 1000 y 7.6 cada 1000 para no estudiantes, valores que también consideran abusos no reportados. Extremadamente lejos del 1 en 5 que nos dice La Nación.

¿Hay un repentino descalabro social que afecta únicamente a las universidades gringas y que desató una “epidemia de violaciones” en los campus, como sugiere el rotativo? No suena lógico, especialmente si tomamos en cuenta los números aportados por la BJS que revelan que las estudiantes están más seguras que las no-estudiantes. Tampoco si observamos los reportes provistos por el FBI sobre crímenes en el país del norte. Menos si apelamos al sentido común ¿cómo explicar que se limite esta situación exclusivamente a las facultades, mientras no se reportan estas cifras de las calles?

-¿Pero entonces? ¿de dónde sale ese 20% que nos receta la nota?

Esta pregunta la podemos responder por dos caminos: primero el explícito, o sea, la fuente que usó la periodista. Ella alude a una publicación del medio español El Mundo, donde se respaldan en una encuesta que hizo la Association of American Universities (AAU) sobre el abuso en sus afiliadas.

-Así que ¿¡la AAU nos miente!?

No exactamente, acá hay bastante leña que picar. Empecemos por revisar la encuesta para entender lo que pasó, el punto base son las definiciones que hacen los investigadores.

El diablo en los detalles

Resulta que ellos usaron definiciones gravemente vagas, donde combinan conductas que simplemente no pueden ser combinadas. Se incluye una forma groseramente general de una penetración, definida en una parte como la inserción del pene, un dedo u objeto dentro de la vagina o ano de otra persona, y en otra parte, como el contacto de la boca o lengua con los genitales de un tercero. Agregan también besos, manoseos y repelladas (puede sonar chistoso pero es en serio). Dejando de lado la parte difusa de estos términos, claramente hablamos de cosas indeseables y hasta repudiables cuando no media el consentimiento pero que -incluso legalmente hablando- distan en gravedad (confío en que no tengo que explicarte porqué) y un poco de sensatez nos dice que agruparlas indiscriminadamente es incorrecto. Sin embargo, eso fue precisamente lo que se hizo la AAU; más grave aún, estos términos y las preguntas empleadas consiguen que fueran los autores -y no cada participante- los que decidieron si sus sujetos fueron víctimas de abuso o no.

Dentro de los parámetros de clasificación, también se contemplaron dos postulados que representan violaciones al código estudiantil, uno de ellos es fallar en obtener “consentimiento afirmativo” un término tan nebuloso, que básicamente convierte cada relación sexual en una violación. Podés revisar una exploración a otros detalles de las fallas en este artículo.

En un aspecto más técnico, fue una encuesta web, la muestra de estudiantes fue de 779,170 pero únicamente 150,072 respondieron. Dentro del grupo habían hombres y mujeres, que podían catalogarse como del género masculino (60,957), femenino (89,115) y otro tipos más (sólo un 1.5% se identificó en otra categoría de género y sus números no se contemplan dentro del total de respuestas). El porcentaje oficial de participación, fue de tan sólo 19.3% y los autores afirman que los resultados se parcializan a la alza.

Algo de particular interés (al menos para mí) es que se usaron incentivos para estimular la participación. El economista Steven Levitt y el periodista Stephen J. Dubner, exponen el lado oscuro de los incentivos en su libro Freakonomics (2005); una de sus frases describe mi escepticismo sobre aplicar esta práctica en esta encuesta: “Whatever the incentive, whatever the situation, dishonest people will try to gain an advantage by whatever means necessary.” (traducido es algo como “cualquiera que sea el incentivo, en cualquier situación, la gente deshonesta tratará de obtener una ventaja por cualquier medio necesario”).

Así que tenemos una encuesta de confiabilidad dudosa, con una extremada baja participación (0.72% del total de mujeres actualmente matriculadas) y con unos parámetros de clasificación que se prestan a tergiversaciones. No sólo los datos que se desprenden son cuestionables por sí mismos, van en contra de las estadísticas nacionales sobre violación en los Estados Unidos. Así que, como ves, al escudriñar de la mínima forma este insólito resultado pierde credibilidad.

La cereza en el pastel: los mismos autores explícitamente advierten en contra de usar el tipo de encabezados sensacionalistas que nos regala La Nación pues son una sobre-simplificación engañosa del tema, a la vez que ¡ellos mismos dudan de los resultados! ¿Acaso entonces debemos nosotros tomar su investigación seriamente?

Leña para el fuego

Como dije antes, hay 2 formas de revisar estos alegatos expuestos por la periodista de La Nación. Ya vimos una, ahora vamos con la segunda.

Esta “estadística” ha sido repetida hasta la saciedad por múltiples grupos y personalidades -poco interesados en una discusión seria del tema pero ansiosos de saltar al vagón de los justicieros sociales- desde mucho antes de que apareciera la AAU con sus poco sustentables resultados. ¿De dónde salió originalmente?

La fuente original fue un estudio llamado CSA, abreviatura para The Campus Sexual Assault Study. Éste comparte muchas características con el de la AAU, por ejemplo: fue una encuesta web anónima, a una muestra muy pequeña (sólo 2 universidades), con un índice muy bajo de respuesta (5,446 mujeres) y cuyos participantes recibieron una tarjeta de regalo a cambio de 15 minutos de su tiempo. Lo que es más, de nuevo los autores advirtieron en contra de usar sus resultados de la manera grosera y descuidada en la que se ha hecho.

Encima de todo, este tipo de encuesta ha sido desacreditado infinidad de veces pero eso parece no acabar con la replicación indiscriminada de mitos que en nada ayudan a resolver un problema tan serio como son las violaciones y los abusos sexuales.

Por supuesto que todos estos cuestionamientos y advertencias han llegado a oídos sordos y han sido ignoradas por aquellos que, por malicia, ignorancia o simple conformismo, repiten a diestra y siniestra la desvirtuada estadística. ¿Para qué hacer caso si los números reales son mucho menos impactantes? Personajes fanáticos de todos los ámbitos, convenientemente prefieren dejarse llevar por su sesgo de confirmación y aferrarse a este tipo de argumentos falaces antes de atreverse a cuestionar sus propias doctrinas. Desgraciadamente, las mentiras y las exageraciones venden.

Nada de fábulas

Lo terrible de todo este asunto es la explotación de un tema extremadamente delicado, con fines comerciales o propagandísticos. Vean por ejemplo el tono empleado en el artículo de La Nación, a pesar de que la reportera inicia hablando de abusos (general) y no de violaciones (específico) rápidamente el texto se centra en las historias de víctimas de violación.

Ignorando el hecho de que para muchas personas hablar de “abuso sexual” es sinónimo a hablar de “violación”, la nota nos empuja en ese sentido. Es muy difícil leer ese texto y no terminar con la idea que realmente 1 de cada 5 mujeres universitaria es violada, especialmente cuando se acompaña de estadísticas deficientes que desinforman a quienes consumimos la información. La nota todavía va mucho más allá y adquiere un tono conspirativo, al cuestionar (sin evidencias y usando conjeturas de otros cual si fueran fácticas) la transparencia de las universidades para lidiar con el tema de los abusos, a pesar de todos los mecanismos que han creado para dar vía a las denuncias y de la legislatura que se ha aprobado, y sigue aprobándose e impulsándose, para lidiar con este tipo de delitos…

La violación es un crimen repugnante que no puede ser justificado de ninguna manera y debe de ser combatido hasta que sea reducido -idealmente- a cero, pero inflar y deformar los números -por la motivación que sea- es completamente inadmisible. Aún si fuera una de cada mil personas la que sufre una agresión sexual seguiría siendo demasiado y, pensando en que la publicación orbita alrededor del tema de las violaciones sexuales ¿cuál es la necesidad de degradar una situación tan indescriptiblemente abominable con porcentajes desvirtuados?

No podemos dejarnos llevar por acusaciones y estadísticas insustentables que abaratan una situación insoportablemente traumatizante. No podemos tolerar que diluyan y perviertan la trágica realidad que pasan las miles de personas en el mundo que sufren una situación como esta, por falta de diligencia, por la simple necesidad de ganar más clics o por impulsar alguna agenda. Eso, sería ruin e imperdonable.

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