Imagen tomada del Hightower Lowdown

Entre la verdad y el extremo

ZarlieV
Hecho en Costa Rica

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En río revuelto, hasta el más hábil se ahoga.

Hace algunos meses, Otto Guevara y Fabio Chaves participaron en un debate que hizo las rondas en internet, polarizando, a su paso, las opiniones de mis compatriotas. Si te preocupás por el quehacer cotidiado del país, sabés que el eje principal de esa discusión sigue tan vigente hoy como en ese momento.

Independientemente de tu posición al respecto, lo más probable es que vos te equivocás, tanto como yo.

Un problema básico del discurso de los protagonistas de este encuentro, es que ambos se atrincheran bajo un esquema populista. Antes de exponer mi punto, sugiero que veás este pequeño video:

En Costa Rica, últimamente se puso de moda hablar de los añejos conceptos de “izquierda” y “derecha” cuando la realidad es que esas clasificaciones ya no responden a nuestra inmediatez. Estos calificativos, son simplemente anacronismos reciclados por políticos o bochincheros de turno, pero no para definir una postura propia sino para atacar y envilecer a sus contrincantes. Lastimosamente, un grupo importante de los medios de comunicación ha tomado una ponencia similar y alimenta estos juegos. Eso sólo agrava la situación.

Esta “pelea de tendencias” es el caldo de cultivo ideal para los líderes populistas. Tanto que, en la campaña política pasada (y presumo que en la que se avecina para municipios), fuimos testigos y víctimas de un extenuante bombardeo que giró en torno a ese eje. Las propuestas fueron escasas pero no así los ataques.

Sigamos con el primer ejemplo: tanto Otto Guevara como Fabio Chaves buscan crear un enemigo con el que su audiencia meta se identifique y les ayude a impulsar su agenda (cualquiera que esa sea). Ambos satanizan la figura que el otro quiere defender y ambos se equivocan. Ellos, como muchas otras personas en el medio tico, no están interesados en llegar a un acuerdo ni nada por el estilo, simplemente, quieren hacer que el otro pierda (que no es lo mismo que ganar) y así exponerse como los supuestos triunfadores del enfrentamiento.

Esta sintomatología se ha repetido sistemáticamente desde muchos otros frentes, incluidas organizaciones civiles, y es casi un emblema de la política tradicional. El problema más grave es que ha permeado con fuerza la mentalidad ciudadana, al punto que es una conducta que casi pasa inadvertida, sin embargo, no por eso es menos peligrosa e indeseable.

Dentro del ámbito particular de este debate (aunque extensible a otras discusiones) ambos flancos presentan argumentos válidos pero, como es común en la dinámica populista, ningún lado reconoce ese simple hecho; por el contrario, siguen con su campaña de ataques y vuelven a enclaustrarse en su ponencia pues cada uno “defiende la verdad absoluta en nombre del pobre pueblo”.

Muy palpable se ha vuelto esta situación en las constantes embestidas de la prensa (particularmente medios grandes) contra el empleo público. Si bien es cierto que se deben reformar la política y legislación que rigen este ámbito, es totalmente falso pensar que esto aliviaría todos los problemas financieros del país. A pesar de que una modificación a (por ejemplo) el esquema de salarios y beneficios bajaría la presión sobre el déficit fiscal, éste está compuesto por muchas otras aristas (evasión, elusión, exensiones, etc) que deben ser escrutinadas también. Lamentablemente, la prensa no ha sido ni transparente ni imparcial.

Es nuestro deber -como observantes de este circo- mantener una mentalidad crítica respecto a cualquier tipo de propuestas manipulatorias y ver más allá de lo que se dice, mantener una actitud vigilante y no dejarnos caer en los facilismos populistas que buscan impulsar una agenda personal sin realmente proponer soluciones a problemas de fondo.

El súpertema (u origen) de esta disensión, debe trascender estas instancias. La discusión sobre el tamaño de la planilla del Estado y los abusos que se han firmado vía convenciones colectivas, debe continuar, de eso no hay duda, sin embargo, no puede ni debe debatirse desde ponencias dogmáticas.

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