Día de la Madre

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hierbamala
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3 min readMay 12, 2019

Uno de mis óvulos se quedó en un recipiente de quirófano. Esa -le digo a Ana- podría ser mi primera oración. ¿No quieres hablar de los óvulos conmigo?, le pregunto. Como es de costumbre, no le presento todo esto con una articulada introducción, sino que se lo envío a las 10 de la mañana (¿sus cuatro de la tarde?) de un sábado cualquiera. Acabo de pensar en un texto escrito a dos manos por ti y por mí, es como empieza esta conversación aquel día.

Según Ana y yo, no hemos escrito lo suficiente sobre nuestros óvulos. Al mismo tiempo, según Ana y yo, eso es mentira. Creo que nos divierte. Nos divierte pensar que vamos a incomodar a algunOs con este tipo de textos, que los van a cerrar de inmediato, que los van a coger como indicativo de nuestra parcialidad, de nuestra falta de imaginación, de nuestra poca universalidad. Sin embargo, no creo que lo hagamos por eso. De hecho, pienso que lo hacemos por el miedo. Creo que Ana y yo tenemos miedo de hablar de nuestros óvulos. Con el tiempo, ambas hemos aprendido a hacer cosas que nos dan miedo. Pero no las hacemos todas.

O, al menos, yo. Tengo miedo de no ser capaz de llevar a cabo una investigación periodística cada vez que lo intento. Me da pavor. Pero lo hago. Tengo miedo de hablar, pero escribo todo el tiempo y publico cada vez más. Estoy aprendiendo a decir más de esas cosas: que publico cada vez más en vez de que publico muy poco; que no hacer nada no es un fracaso sino un éxito para mi salud mental; a dar las gracias cuando alguien me hace un cumplido.

Soy valiente, de alguna manera. Gracias. Gracias. Gracias. Aunque aún hay acciones en las que no me interesa probar mi valentía. Por ejemplo, no quiero hablarle a personas extrañas en una fiesta, no quiero hablar con los encargados de una tienda, no quiero verle los pies a nadie, no quiero cargar un bebé. Y decir que no quiero es lo mismo que decir que no lo hago. Con el tiempo, he aprendido a hacer cosas que me dan miedo, pero no las hago todas. Gracias.

Está por venirme la regla. Es el Día de la Madre. Mi mamá está por abrir el regalo que le enviamos con mi hermano. Le acaban de llegar las flores también. Nos está enviando fotos al Messenger. Se le ve feliz. Yo abro la ventana en la que hablo solo con Tato y le mando un gif de un bebé emocionado que dice que we made it. Él se ríe. Mi mamá debe estar llorando un poco. Le he dejado un mensaje en esas flores que sé que es algo que ella necesita escuchar. Mi hermano nos está llamando por videollamada.

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Cada vez que intento contar esta parte de la historia, me detiene el miedo a ser aguafiestas. Eventualmente podré hacerlo. Con suerte, antes de que acabe este proyecto con Ana. Por mientras, solo puedo articular algunos momentos: mi mano sosteniendo el brazo de la enfermera, la luz sobre mi cabeza, el moretón en la mano que me duró semanas, la lengua marrón, el desequilibro de la menstruación. Uno de mis óvulos se quedó en un recipiente de quirófano.

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