Fotografía

NSL
hierbamala
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2 min readJul 11, 2019

Un noche, afuera de un bar, un amigo cercano y un compañero de clase me dicen que tengo una expresión en el rostro de que los voy a mandar a la mierda en cualquier momento. Me río porque realmente no me pienso de esa manera, pero también río porque me siento halagada. Lo niego, claro, que qué hablan, que no hay forma, que es su imaginación, que si lo piensan será por algo. De seguro es porque siempre me hablan huevadas, pienso.

Pienso en eso a menudo desde aquella vez. Ahora que he vuelto a vivir con mi mamá me pregunto si es que lo heredé de ella. Yo también siento que me va a mandar a la mierda en cualquier momento.

Luego, me olvido.

Ayer me sacaron unas fotos. Me han invitado a hablar en la Feria del Libro de mi ciudad y necesito unas que digan “mira, soy escritora, léeme”. Estoy en el taxi yendo a la casa de la fotógrafa y me muero de miedo. Me da miedo el lente frente a mi rostro. Puedo escribir sobre mi vida, pero que me miren de cerca y me capturan, me da pavor. Debe ser un tema de control. Siempre es un tema de control. Pero ya estoy en la casa de la fotógrafa. Es capa, sabe lo que hace. Me da confianza. Al principio, cuesta. Me cuesta. Luego, comienzo a aparecer, comienza a aparecer. Me pide que me siente con las piernas cruzadas, un brazo estirado con la mano en la rodilla, el otro doblado con el codo en el respaldar de la silla. Mira a la cámara y no cierres tanto los labios. Ella se para sobre una silla, toma la foto y ahí aparece. Soy yo, en un vestido rojo que le he robado a mi madre, mi vientre hinchado —es el primer día de la regla — y mi cara de no me vayas a decir ninguna, pero ninguna huevada.

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