La violencia empieza y acaba en el útero

Ana Muñoz
hierbamala
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3 min readJul 21, 2019

Dos veces al año, al amanecer, el sol ilumina los rostros del faraón Ramsés II y los dioses del sol y del viento Ra y Amón. Lo extraordinario es que las estatuas están ocultas a más de 60 metros de profundidad en el templo de Abu Simbel, construido hace 34 siglos en Egipto, y me maravilla que desde entonces –desde siempre– nos contemos las mismas historias, la luz contra las sombras, el bien contra el mal. Sucedía cada 21 de febrero, día del nacimiento de Ramsés II, y cada 21 de octubre, día de su coronación. Luego de la construcción de una presa en el lago Nasser, los ingenieros de la UNESCO llevaron el santuario a otro lugar para evitar que quedara sumergido e intentaron replicar esos minutos de claridad. Casi lo logran. Ahora no es el 21 sino el 22 de los mismos meses el día que miles de turistas se congregan en Abu Simbel cuando empieza a clarear. Ramsés II quizá sea el primer faraón al que le hacen esperar para celebrar su cumpleaños.

Yo también cumplo años cada 21 de febrero y no siempre lo celebro. Del viaje a Egipto en 2008 con mi hermano y nuestro padre, pocos meses después del divorcio, recuerdo Abu Simbel y recuerdo otras cosas. En el colegio también aprendía así, clavando hechos históricos como chinchetas en mi historia personal: por ejemplo, sé qué día terminó la Primera Guerra Mundial porque mi madre nació exactamente 36 años después. 11 de marzo es una fecha que no puedo olvidar, como nadie la puede olvidar en España desde 2004, pero yo la recuerdo desde antes porque es el cumpleaños de mi padre.

Fue Natalia quien me invitó a participar en el proyecto ( La Madre ). Meses después, mientras clasificaba recortes de prensa relacionados con las esterilizaciones forzadas en Perú durante el gobierno de Alberto Fujimori en los 90, le escribí que sentía mis ovarios crujir cada vez que introducía un nuevo titular y una fecha en el excel:

“Conmoción general por castraciones forzadas” (12 de octubre de 1996).

“Ama de casa que se iba a operar de ligaduras en estado de coma” (9 de julio de 1997).

“Señora recibió ropa para sus hijos a cambio de esterilizarse” (23 de diciembre de 1997).

“Agentes de salud reciben hasta 30 soles por mujer esterilizada” (30 de diciembre de 1997).

Por supuesto que no recuerdo el 12 de octubre de 1996, pero sé exactamente dónde estaba y qué hacía. 12 de octubre es el día de la Virgen del Pilar, patrona de mi ciudad y le llevamos flores vestidos de baturras y baturros. Así que más o menos a la hora que un periodista en Perú elegía la palabra “castraciones” y no “esterilizaciones” para titular su nota, una niña de ocho años llamada Ana Muñoz, ataviada con enaguas, medias de perlé y mantón, cargaba un ramo de claveles en los brazos.

Tampoco recuerdo el 9 de julio de 1997, pero ese fue el verano que me hice una fisura en el dedo meñique del pie izquierdo y me bañaba en la piscina con ese pie metido en una bolsa de plástico para mantener seco el vendaje. Ni diciembre de 1997, pero todas las navidades de mi infancia las pasé con mis abuelos maternos, en Barbastro. Así que no me cuesta imaginar que mientras en Perú una “señora recibió ropa para sus hijos a cambio de esterilizarse”, mi madre, mi abuela, mis tías y yo elegíamos langostinos, mayonesa, sidra y croquetas de los estantes del supermercado, como siempre hacíamos días antes de la cena de nochebuena.

Hay 2,467 nombres de mujeres y hombres esterilizados sin su consentimiento en Perú registrados en informes públicos e investigaciones periodísticas. Este es un número muy pequeño teniendo en cuenta que se habla de 272,000 mujeres y 22,000 hombres, casi el doble del número de personas que viven en la Ciudad de Bruselas. Quizá fueron más. Nadie sabe.

La palabra esterilización me remite a perros machos, a mi útero y a un bisturí limpio. Mi madre trabajó en el servicio de esterilización del hospital durante varios años, donde se ocupaba de librar a los instrumentos quirúrgicos de gérmenes. Esterilizar implica un cambio de estado, de sucio a limpio, de fértil a infértil. El idioma español permite precisar la reversión o la permanencia de dicho estado. Un bisturí está esterilizado. Una mujer es estéril.

Freud se equivocaba. Las niñas no tienen envidia del pene, son los hombres con falo quienes codician nuestros úteros por los siglos de los siglos, amén.

La violencia empieza y acaba en el útero.

Mientras tanto, miles de personas esperan justicia.

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