Tercera parte

NSL
hierbamala
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2 min readJun 2, 2019

Mi mamá dice que soy una persona muy sana. Cosas ridículas le dan la razón: nunca me he hecho un rasguño grande, hace más de una década que no me sale una carie, soy la única de la familia que no sufre de migraña, superé el asma cuando era pequeña, me salió un lunar en el labio que resultó benigno, ese tipo de cosas.

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Crucé la puerta de Emergencias del brazo de mi madre porque no podía caminar. El dolor, quizá, es lo que me impide recordar ahora aquel momento de arribo con más detalle, pero sé que nadie del personal médico se alarmó cuando llegué. Primero, vino una silla en el pasillo y mi mamá reclamando que me atendieran; luego, yo tendida en la camilla de un consultorio pequeñísimo y precario esperando a que alguien viniera a verme. Mi mamá seguía afuera. Después, yo retorciéndome de dolor y cogiéndome el vientre, pidiendo ayuda en un tono bajo, pero lastimero, como cuando un perro llora.

En eso, llegaron el médico, la enfermera y mi madre. Él me miró con un gesto de cansancio y reprobación. Me preguntó si estaba embarazada. Le dije que no, pero no me creía. Me preguntó si es que había abortado. No lo entendí. No entendía la pregunta. Al ingresar, mi mamá ya les había dicho que estábamos ahí porque me había venido la regla y sentía demasiado dolor. El médico no me dio nada, ni me tocó; no me quería preguntar nada más que eso. Y siguió así hasta que enfurecida le cogí fuerte el brazo y le grité. Le grité en lo que sí fue un grito lastimero de dolor: que estaba con la regla, que me dolía y que ¡carajo, deme algo para el dolor!

Me dejó sufriendo en esa camilla varios minutos más porque, recién en ese momento, mandó a mi mamá a comprar los analgésicos que necesitaba. Como eres alérgica a las aspirinas, tienes dos opciones: un analgésico que tarda horas en hacer efecto o uno muy rápido que tiene como efecto secundario que te hará vomitar por media hora.

Deme el segundo ya.

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Esa fue la única vez que he entrado por Emergencias a un hospital y todavía no sé por qué sucedió. Es más, todavía no sé qué me dolía exactamente.

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Cuando el dolor pasó, mi mamá llamó a su novio de ese entonces. Los tres fuimos a Inppares para que me hicieran una ecografía. Siempre era más sencillo optar por una opción privada.

Me hicieron tomar un litro de agua y esperar hasta que me dieran ganas de ir al baño. Tardé una hora.

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Esto es parte de mi salud también, pero nadie quiere reconocerlo. Recuerdo la mirada de mi madre cuando me dijeron que tenía una ¿displacia? Me hizo sentir culpable, como si yo no me lo hubiera ganado.

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