Wabenzi

La tribu que nadie echará de menos

Raúl Marzo
Historia sobre ruedas

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La inminente desaparición de una pequeña pero poderosa tribu africana probablemente acapararía los titulares de la prensa occidental. Antropólogos de todo el mundo acapararían los informativos, advirtiendo de esta irreparable pérdida. Pero en el caso de los Wabenzi, nada de esto pasaría. Más bien al contrario: su desaparición significaría que las cosas están cambiando para mejor. Para saber porqué hay que remontarnos al origen de esta peculiar tribu.

Todo comenzó en África: de igual manera que los Watusi son la gente (wa) procedente de Tus, los Wabenzi son aquellos que conducen Benz (Mercedes Benz, para ser precisos). Su nacimiento no ocurrió de un día para otro, pero lentamente se asentaron a lo largo y ancho del continente africano, de Algeria a Zimbabwe, haciéndose con el poder al tiempo que las antiguas potencias coloniales dejaron paso a nuevos e inestables estados independientes.

En muchos casos, estos nuevos gobernantes no desmontaron las antiguas estructuras coloniales, sino que las utilizaron y potenciaron haciendo a una selecta élite tremendamente rica y poderosa a costa de la mayoría de la población. Esta nueva aristocracia necesitaba poder demostrar su nuevo status, y que mejor manera de hacerlo que a través del coche que conducían, o para hacer honor a la verdad, el coche en el que les conducían.

Es aquí donde Mercedes Benz entra en escena. Hay otros muchos fabricantes de coches con una larga tradición en la producción de coches de alto standing: nombres como Jaguar, Bentley y especialmente Rolls-Royce vienen a la mente cuando hablamos de lujo. Es más, hasta 1963 Mercedes Benz no jugaba en esta liga, momento en el que vió la luz el emblemático 600 Pullman, el primer amor de los Wabenzi, y favorito de una larga lista de dictadores, entre los que se encuentran, entre otros, Nicolae Ceauceșcu, Josip Tito, Fidel Castro, Kim Jong Il… La lista es larga, y contiene a un buen número de líderes africanos por una sencilla razón: mientras que la reputación de Rolls-Royce o Bentley estaba marcada por el poder colonial británico, lo mismo no se podía decir de los alemanes de Mercedes.

Es una tradición que perdura hasta nuestros días. Quizás el máximo exponente Wabenzi hoy día sea Robert Mugabe, orgulloso dueño de un Mercedes S600L blindado valorado en más de medio millón de euros. Otros nombres ilustres pertenecientes a esta “tribu” son Mobutu Sese Seko, presidente de Zaire; Idi Amin, presidente de Uganda; o el sargento Samuel Doe, en Liberia. Un ejemplo más: el “emperador” Jean-Bedel Bokassa, de la República Centroafricana, recibió tras su coronación un tren cargado con 80 Mercedes Benz.

El gusto por un determinado tipo de coche no es lo único que los Wabenzi tienen en común: en muchos casos se trata de líderes que recibieron su educación en las más elitistas instituciones extranjeras, visten trajes a medida italianos, y pasan la mayor parte de su tiempo en cómodos edificios climatizados, aislados de las duras condiciones de vida de sus gobernados. Solo abandonan su burbuja por una razón: cazar votos. Ésta es otra de sus características que los definen: no son exitosos hombres de negocios, sino un exclusivo club de mandatarios y altos funcionarios que gastan a manos llenas dinero público en suntuosos coches alemanes (entre otras cosas).

Si tuviéramos que buscar una explicación a todo este derroche, quizás habría que pensar en algunas tradiciones africanas. Que tu chófer te lleve en un flamante Mercedes Benz es simplemente una demostración de estatus para los Wabenzi, de la misma forma que lo es invitar a amigos y conocidos a suntuosos banquetes. Esto quizás explique otro rasgo común a los integrantes de esta tribu: la mayoría tiene unos kilos de más.

Otra estampa común que tiene a los Wabenzi como protagonistas son las caravanas de Mercedes. Cuando uno de sus miembros tiene que viajar, nunca lo hace solo: es habitual que abran paso docenas de motoristas haciendo sonar sus sirenas, a los que siguen numerosos pick-ups cargados de amenazantes hombres armados que cubren su cara con mascaras de esquí. Finalmente aparecen los Mercedes ministeriales, formando un convoy de manchas oscuras en las que una estrella en el frontal refleja el brillo del sol africano.

A pesar de todo, siempre habrá quien plante cara a los Wabenzi. Uno de los mayores exponentes de esta oposición fue Thomas Sankara, también conocido como el “Ché Guevara” africano, que tras tomar control de Alto Volta (país que rebautizó como Burkina Fasso) en 1983 instauró un régimen similar a la Cuba de Castro. Como medida simbólica, y dejar claro que no era un Wabenzi más, Sankara se deshizo de la flota de Mercedes Benz que sus predecesores en el cargo habían acumulado. Es más, a partir de ese momento el coche oficial de ministros y altos funcionarios sería el Renault 5, un pequeño utilitario francés: el coche más barato que podría comprarse entonces en el país. Como es de esperar, Sankara no duró mucho en el cargo: apenas cuatro años después de hacerse con el poder, enfrentado con diferentes líderes tribales y la pequeña pero influyente burguesía, fue depuesto y asesinado tras un rápido golpe de estado. Su sucesor, Blaise Compaoré, se comportaría como un Wabenzi más, permaneciendo en el poder durante casi un cuarto de siglo.

Renault 5 de 1983, la respuesta de Sankara a los Wabenzi

Al final, lo que no pudieron conseguir el hambre o diversos golpes de estado (deshacerse de las costumbres Wabenzi), puede que lo consiga la reciente crisis mundial, que ha obligado a numeroso gobiernos africanos a implementar diversas políticas de austeridad. Un ejemplo es el del gobierno keniano, país especialmente azotado por la crisis: el gobierno limitaría la cilindrada de los vehículos oficiales a 1800 c.c., lo que deja fuera prácticamente toda la gama del fabricante alemán. A pesar de todo, esta medida puede considerarse como meramente simbólica si tenemos en cuenta los sueldos de muchos senadores (en torno a 100 de ellos gana unas 9000 libras al mes, lo que los sitúa entre los mejor pagados del mundo), o el hecho de que el gobierno se gastara 3.5 millones de euros en (oh, sorpresa) una flota de relucientes Mercedes Benz.

Solo el tiempo nos dirá si esto es el principio del fin de los Wabenzi. Pero estoy completamente seguro de que millones de personas (entre los que me incluyo) celebrarían la desaparición definitiva de esta tribu por todo lo que ello significaría.

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