Primer día en bicicleta

En una ciudad como Bogotá, la idea de usar la bicicleta está llena de incertidumbres, de riesgos. Por un lado está el comportamiento de los vehículos, no siempre se espera un trato cordial y seguro; por otro lado, la inseguridad.

Emocionado, recogí mi bicicleta en el taller donde la habían arreglado. El sol estaba fuerte, todo parecía indicar que era un buen día para pedalear. Una botella de agua para la sed y listo, ya preparado para salir hacia el trabajo en bicicleta.

La calle luce distinta, más tosca que de costumbre. Pasar el semáforo es algo nuevo, adquiere nuevos enfoques. Los peatones, eso que uno hace en la calle a pie no es lo más indicado para la seguridad ni para el tránsito. Usando la bicicleta se da uno cuenta de cuantas cosas uno hace para poner en peligro la vida. Así que se debe aprender a tener en cuenta los carros, las motos y los peatones. En ningún lado se le avisa a ciclista neófito acerca de semejante situación. Pasaron diez cuadras y en las piernas ya se siente la tensión, el dolor empieza y transforma la percepción del recorrido, se siente si es una elevación, así sea leve, o si es una depresión.

Pedaleaba con esfuerzo, nadie dijo que iba a ser sencillo. Sentía un movimiento poco usual en un pedal. Sigo pedaleando, paso

Enfadado me devuelvo por el pedal que se cayo. Intentó ponerlo en su lugar sin lograrlo. Lamento no tener herramienta. Furioso contemplo que no iba poder llegar en bicicleta al trabajo, ni devolverme con facilidad.

Me devuelvo impulsado por solo un pie en un pedal. Me devuelvo con desilusión.

Así fue mi primer día en bicicleta en Bogotá.