¿De qué va la cosa?

Resulta que hace un par de años, me dio por escribir esas cosas raras que me sucedían a lo largo del día. No sé si por catársis o porque no llevaba algo qué leer o porque soy reina de la distracción, pero comencé a utilizar Facebook como bitácora de esas cosas.

Para sorpresa mía, las historias (que literalmente llamaba “Historias de…”) se hacían de un número considerable de likes, al nivel de hacerle competencia a los amigos que anunciaban su compromiso o los pre-bebés y todo su proceso de gestación. Y, no sólo eso, superaron las barreras digitales y cuando me ven en persona me han preguntado si hay algún lugar dónde puedan leerlas todas. Y pues no se me había ocurrido compilarlas. Así que, por todas esas personas que me animan a escribir (y arman unos debates buenísimos en mis estados de Facebook), va este espacio: Historias de la vida normal.

Si no me conoces en Facebook, te advierto: este espacio no es ficción. Lo que leerás aquí usualmente recurre a quejas y retratos de lo que escucho y veo. De vez en cuando me da por ponerme correcta y cursi (no siempre).

Sinceramente, no tengo idea de cuándo comenzó esto de ponerme a escribir de la vida (de lo más media que te puedas imaginar). Es probable que haya iniciado en el proceso de transición de mi vida godínez a freelance, cuando ese extraño ecosistema exterior me maravillaba (o confundía). Había gastado por más de dos años cuatro horas al día en el tráfico de la Ciudad de México. Digamos, unas 80 horas al mes. Algo así como tener un trabajo de medio tiempo. Podría haber sido inspectora de movilidad urbana, de limpieza y mantenimiento en el metro, de evaluación de valores ciudadanos, de monitoreo de medios radiofónicos.

No sé cuántos posts en Facebook he escrito desde entonces. Pero el objetivo de este espacio es recopilarlas todas, por lo que de antemano pido disculpas por el salto de fechas que seguro te irás encontrando.

Ah, y… ¿te debería importar? No lo sé.

¡Bienvenide!