Camellos en la Habana

Marc Busqué
Historias del mundo
2 min readOct 9, 2017

Tuve la suerte de conocer Cuba antes de que los camellos se extinguieran de la Habana. Esto fue no hace mucho tiempo, en 2008, y hasta aquél entonces era de lo más normal contemplar una de estas enormes bestias de dos jorobas pasearse por las calles aledañas al Capitolio. Estoy hablando, cómo no, de las gigantescas moles de hierro que, durante más de diez años, fueron utilizadas como transporte urbano por miles de habaneros en sus quehaceres diarios.

Es evidente el porqué los habitantes de la isla bautizaron así al jorobado engendro, monstruo de Frankenstein de las especies del motor, formado por dos guaguas (autobuses) de la época soviética soldadas por el centro y remolcadas por la cabina de un camión. Los primeros camellos fueron poblando Cuba a primeros de los 90. La caída de la URSS, su principal socio comercial y proveedor de petroleo a precios preferentes, obligó al Partido Comunista a idear formas eficientes para transportar a las personas hacia y desde los centros de producción.

Un camello en la Habana.

Aunque sólo con unos 60 asientos, un poco de voluntad hace posible que dentro de un metrobus -ese es su nombre oficial- puedan llegar a embutirse 400 personas. 18 ruedas, 17 metros de longitud y 30 toneladas de peso, convierten al camello en un coloso que avanza sometiendo al terreno que se le pone debajo. Sin embargo, 400 personas y sus respectivas respiraciones y sudoraciones, inevitables en un clima tropical, implican que viajar en ellos no sea una experiencia relajante. Un dicho famoso en la isla afirma que viajar en camello es como la película del sábado noche: con sexo (poco espacio es igual a mucho roce), violencia y lenguaje para adultos (pues es fácil perder la paciencia en el intento de llegar hasta la puerta de salida).

La cantidad de personas que se llegan a meter dentro de un camello desafía las leyes de la física.

Los nuevos socios comerciales de Cuba le han dado un pequeño respiro en sus necesidades de mobilidad. Miles de flamantes autobuses Yutongllegados desde China, substituyeron a los camellos como medio de transporte urbano en la Habana. Pero un todo terreno así no puede desecharse tan fácilmente, así que fue enviado a las provincias para que aún hoy sigan solucionando problemas infatigablemente. Desde entonces no he vuelto al país, pero hay quién dice que la manada de los Yutong está empezando a notar los estragos del trópico y de los baches de la carretera. Poco a poco, su población se estaría viendo diezmada. Quién sabe qué más puede deparar la aventura del transporte urbano que viven diariamente los habaneros.

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