El día de la Pachamama (y III)

Marc Busqué
Historias del mundo
3 min readOct 11, 2017

El sol aún está bajo cuando llegan al lugar de dónde sale el agua del arroyo. El padre deja en el suelo el plato con la coa humeante y clava un machete en la tierra. En el mismo punto de cada año, marcado por alguna referencia natural, empiezan lo que a ojos de cualquier profano sería cavar un agujero. En realidad, se está abriendo la boca de la Pachamama.

-¡Miren! -exclama la madre- se terminó todo lo que le dimos el año pasado. Sólo se dejó los huesos.

Hay que tener cuidado con que los perros no se coman lo que es para la Pachamama. Ilustración por Anna Llopis.

Muy poca gente fuma en las comunidades indígenas de la Quebrada de Humahuaca, es un lujo demasiado caro, pero también hay que contentar los vicios de la Madre Tierra. Cada uno de los presentes prende un cigarrillo y lo clava, con el extremo encendido hacia arriba, en la tierra que quedó acumulada al abrir la boca. Alrededor de ella, se decora con unas serpentinas.

Compungidos por el frío, los participantes van pasando de dos en dos arrodillándose frente a la boca, con el rostro encarado hacia el sol naciente. Es en esa posición como realizan las ofrendas. Hay que quitarse el gorro y tocar un par de veces con las dos manos el perímetro de la boca, primero sin cruzar y luego cruzando los brazos.

-Con el permiso de todos -dice la pareja.

-Que sea buena hora -responde el resto.

Algunos dicen unas palabras en honor a la Pacha y otros también en honor a Dios. El sincretismo religioso es muy grande debido a la forzosa cristianización de hace siglos. Entonces, empiezan a llenar el estómago de la Madre Tierra. Un poco de sopa, algo de la bandeja de comida… Hay que tener en cuenta que quede para las otras parejas. Vasos de agua, gaseosa, licor, chicha de maní… Las bebidas las irán preparando los que en ese momento no están realizando la ofrenda, alcanzándolas a la pareja arrodillada. Por último, se ofrecen unas hojas de coca -la hoja sagrada- y unos confetis para decorar, los cuales también se dejan caer sobre las cabezas de ofrendantes.

De dos en dos, los participantes van llenando la boca de la Pachamama.

Los últimos en pasar terminan toda la sopa y la comida. Tampoco debe sobrar nada de la bebida. O bien se bebe o se deja caer al suelo como ofrenda. La pareja que abrió la boca la vuelve a cerrar arrastrando hacia dentro los cigarrillos. Dejan clavada boca-abajo una botella de cristal -en ese momento la Madre Tierra parece una auténtica beoda- y se dejan caer más confetis y serpentinas.

Una vez la ceremonia ya ha sido repetida en los tres lugares especiales elegidos, la familia invita a un gran almuerzo a quien desee compartir con ellos. Se sirven los mismos platos que antes se le dieron a la Pachamama. Es el momento de romper la solemnidad y volver a lo mundano: risas, gritos y más ajetreo. Esa noche, la familia tendrá fácil el conciliar el sueño.

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