Guiri de Barcelona

Marc Busqué
Historias del mundo
2 min readOct 12, 2017

¡Qué lejos queda ahora la oficina! Ahí, entre la rutina de los últimos 15 años, te sientes seguro. En ella sientes que has crecido y en ella sabes qué hacer en todo momento. Cuando alargar la mano para coger la grapadora, cuando hacer pasar dentro el cliente preocupado por sus ahorros. En qué momento salir con pecho y barriga hinchados a fumar un cigarrillo, con los ojos medio cerrados del orgullo de saber que nada se te escapa. Todo lo conoces, no hay lugar a la sorpresa. Mientras dura el tabaco, como decía Víctor Jara, la Vida es eterna a cada minuto. Pero no de amor, sino de costumbre, seguridad y complacencia.

Te recuerdo Amanda, de Víctor Jara.

¡Qué torpe se te ve ahora! Qué pasos tan poco convencidos que das. Tu mujer, eterna compañera, al lado. Intentas mostrarte seguro como siempre, sin embargo no es fácil, muchas cosas te desconciertan. Alternas la mirada a la guía que llevas abierta entre las manos con vistazos a los edificios que hay alrededor. Te preguntas, ¿qué tengo que hacer para que mi visita a Barcelona se considere bien hecha, para no haber fracasado como nunca hago en mi trabajo? Supongo que tengo que visitar esto, esto y esto. ¿Es aquí? No, es un poco más allá. Aquí, sí, aquí es. Saco la cámara. Foto a la placa del Museo Picasso. Ya está. Misión cumplida. ¿Porqué siento que falta algo?

La camisa recorre de forma ceñida la curva de la felicidad que te has ganado con los laboriosos años de trabajo. Los pantalones cortos dejan ver tus piernas desiertas por los tobillos de tantos años de calcetines de seda. No lo quieres pensar pero te pasa como a todos. Una vez toda esta ropa está fuera, sólo queda una personita indefensa que, como todos, no va a durar para siempre. Que se aferra a lo que es, cuando, en realidad, no tiene el control de nada. Una buena persona, pero que no sabe que lo es.

Ilustración por Anna Llopis.

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