Historias del nitrógeno, el hambre y la guerra (III)

Marc Busqué
Historias del mundo
4 min readOct 12, 2017

Cormoranes, pelicanos y otras aves marinas llevaban centenares de años cagando con tranquilidad en las costas del actual Perú cuando los europeos se dieron cuenta de la excelente capacidad fertilizante de sus heces. La cultura Nazca y los incas ya lo habían sabido en su tiempo. Los dirigentes de estos últimos controlaban al máximo la recolección de las digestiones de las aves de forma que fueran molestadas lo menos posible. Los encargados se acercaban en barca a las islas y recogían los excrementos que luego se utilizaban como abono para los maizales.

Los incas nombraban wanu a este estiércol, de dónde derivó la palabra guano que se utiliza en la actualidad. Pero, los pájaros hacen sus necesidades por todo el mundo. ¿Porqué entonces se desató la pasión con los que lo hacían en las costas del Pacífico peruano? A parte de por su presencia en millones, la respuesta está en la extrema sequedad de este lugar, la cual hace preservar mucho mejor la gran cantidad de nitrógeno y fosfatos presentes en la substancia.

Aves guaneras posadas encima de su insospechado tesoro.

En 1802, el científico y explorador alemán Alexander von Humbolt recogió muestras del guano peruano y las envió a Europa para que fueran analizadas. Se desató entonces un intenso debate sobre si se trataba de desechos actuales o, por el contrario, eran excrementos fósiles pertenecientes a aves gigantescas antediluvianas. En todo caso, los experimentos de Liebig y otros químicos demostraron la gran mejoría en las cosechas a las cuales se les añadía guano. Por ello, a partir de la década de 1840 empezó su exportación a gran escala hacia Inglaterra. En plena revolución industrial, los países desarrollados giraron la vista hacia las posaderas de estos pájaros como salvación para sus tierras tan castigadas.

A los capitalistas británicos no les importó ensuciar sus sombreros por una causa tan lucrativa. Ilustración por Anna Llopis.

El historiador peruano Emilio Romero cita las palabras del ornitólogo Robert Cushman Murphy sobre el guanay, una de las principales aves guaneras:

[…] es el ave más valiosa del mundo por su rendimiento en dólares por cada digestión. En tal sentido […] está por encima del ruiseñor de Shakespeare que cantaba en el balcón de Julieta, por encima de la paloma que voló sobre el Arca de Noé y, desde luego, de las tristes golondrinas de Bécquer.

El guano pasó a ser rápidamente la dependiente fuente de exportaciones de Perú y garantía en un creciente endeudamiento del país. El negocio era sobretodo para comerciantes ingleses que concertaban las ventas y pagaban tan sólo una pequeña participación al estado. Estos mismos comerciantes pasaron a ser luego los prestadores por lo que aumentaron aún más su poder de negociación. Mediante el Contrato Dreyfus, el estado intentó revertir la situación vendiendo directamente el guano a una empresa extranjera sin pasar por los intermediarios. Gracias a los ingresos generados se construyeron centenares de kilómetros de vías de tren en Perú, pero otra vez a costa de endeudarse en sobremanera. Mientras el dinero del fertilizante corría de lado a lado del mundo, gran parte de la población peruana padecía malnutrición.

Pelicanos volando magníficamente a ras de mar.

El negocio del guano fue efímero, ya que pocos años más tarde fue descubierto algo más al sur, en el mismo Perú, un fertilizante incluso más fuerte, el salitre, del cual hablaremos en la próxima entrada. Poco a poco las aves guaneras fueron desapareciendo del foco de atención. Sin embargo, al contrario de lo que pueda parecer, eso fue aún peor para ellas. En la década de 1960 empezó el auge de la harina de pescado, concentrado de proteínas que se utiliza para acelerar el crecimiento de animales. La pesca incontrolada de anchovetas de las costas peruanas fue el nuevo filón, con lo que las aves guaneras perdieron su principal fuente de alimentación. Eduardo Galeano escribe:

Las empresas pesqueras, en su mayoría norteamericanas, arrasaron rápidamente los bancos de anchovetas cercanos a la costa, para alimentar con harina peruana a los cerdos y las aves de Estados Unidos y Europa, y los pájaros guaneros salían a perseguir a los pescadores, cada vez más lejos, mar afuera. Sin resistencia para el regreso, caían al mar. Otros no se iban, y así podían verse, en 1962 y 1963, las bandadas de alcatraces persiguiendo comida por la avenida principal de Lima: cuando ya no podían levantar vuelo, los alcatraces quedaban muertos en las calles.

La sobrepesca industrial y el fenómeno del Niño han hecho que el guanay haya pasado de una población estimada de 21 millones en 1954 a menos de 4 millones en la actualidad. Por todo ello, creo que se puede deducir que la mierda más protagonista de toda esta historia es la avaricia humana.

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