La hierba mate (I)

Marc Busqué
Historias del mundo
3 min readOct 11, 2017

En el año 2006, tuve la suerte de recorrer parte de Sudamérica con el gran viajero y mejor hermano Jordi Busqué. Aunque ya habíamos salido de casa antes, de alguna forma aquél fue nuestro viaje iniciático. Empujados por la urgencia de vivir la vida antes de que termine y con el romanticismo que produce ver por primera vez Diarios de Motocicleta, nos pusimos en marcha cuan Ernesto Guevara y Alberto Granado. Sin disponer de La Poderosa (la motocicleta de los diarios) pero también con bajo presupuesto, viajamos por gran parte de Argentina haciendo dedo (autoestop). Algo menos dados al arte de la conversación que el amigo Alberto, y frente a los campeones mundiales de esta modalidad -los argentinos- escuchábamos atentamente las historias que nos contaban nuestros amables compañeros de viaje.

No pasaba demasiado tiempo desde que nos levantaban (nos permitían subir al auto) hasta que quien ocupase el asiento del copiloto nos invitaba a tomar mate, la bebida oficial argentina, consistente en una infusión de hojas secas y troceadas de Ilex paraguariensis. Nosotros, agarrábamos la calabaza (el recipiente donde se sirve, también conocido simplemente como mate) y, con miedo a abusar, lo compartíamos como buenos hermanos. Como si se tratara de un zumo en tetra brik, con la mano sujetábamos la bombilla (la larga caña por donde se sorbe, la cual dispone de un filtro en el extremo para que no se cuelen las hierbas) y bebíamos hasta que lo terminábamos. Agradecidos por la generosidad de nuestros anfitriones de vehículo, devolvíamos entonces el mate con un sincero y sonoro: ¡Gracias!

El mate, ilustración por Anna Llopis

¡Vaya par de herejes del ritual casi sagrado del matear! Como más tarde nos pudimos enterar, cuando a uno le llega el mate no tiene que compartirlo. Al contrario, debe beberlo todo y devolvérlo al cebador (la persona que lo prepara y sirve), el cual lo vuelve a llenar de agua caliente y lo pasa al siguiente de la ronda. Jamás hay que tocar la bombilla, sinó sorber sujetando tan sólo la calabaza y, a la hora de devolverlo, no hay que decir Gracias salvo al final, cuando ya se ha tomado suficiente y uno no quiere ser tomado en cuenta para la siguiente ronda. Así pues, no sé que impresión se llevarían nuestros compañeros de viaje.

En la actualidad, el mate se toma principalmente en Argentina, Uruguay, Paraguay, Patagonia chilena, sur de Brasil, Chaco boliviano y… ¡Siria!, dónde lo introdujeron emigrantes de ese país cuando regresaron de Argentina en la década de 1930. El ritual gregario del mate une transversalmente a personas de todas clases sociales, aunque tiene sus peculiaridades en función de cada lugar. Por ejemplo, en Paraguay se toma mucho la variante fría, el tereré, y en Siria se toma también en grupo pero cada uno con su propio recipiente. Se dice que los uruguayos son sus consumidores más fanáticos, aunque Argentina consume unas 200.000 toneladas al año (unos 100 litros por habitante). Existe la variante amarga (conocida también como cimarrón, palabra que también designa a un animal asilvestrado) y la endulzada, pero algunos consideran esta última una herejía.

Jóvenes mateadores del Paraguay. Todos los derecehos reservados ©Jordi Busqué.

Según nos contaron, hay quien incluso moja el chupete de los bebés con la infusión para ir acostumbrándolos a su orgulloso futuro mateador. También es conocido como la bebida del estudiante, pues su contenido en cafeína la hace una compañera ideal para las largas noches previas a los exámenes. Pero el mate es sobretodo una bebida social. Por eso, la mayor ofensa que se le puede hacer a alguien es saltárselo en una ronda de mate. O acercarle el mate con la bombilla hacia atrás, pa’ que no volvás. Tampoco es un gran privilegio recibir el mate de la primera cebada, el cual se conoce como mate sonso (tonto) debido a que aún es demasiado amargo.

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