La hierba mate (y II)

Marc Busqué
Historias del mundo
4 min readOct 12, 2017

El mate era bien conocido y utilizado por los pueblos originarios que habitaban lo que ahora es Paraguay, noreste de Argentina y sur de Brasil. Hernando Arias de Saavedra, el primer criollo que ocupó un cargo como gobernador en América, observó que los guaraníes llevaban consigo una bolsita con hojas de mate trituradas. La llamaban Ka’ay, de ka’a hierba e yagua en guaraní, y la tomaban tanto mascada como en infusión. De todas formas, otros pueblos debían conocer también esta hierba pues se han encontrado restos en tumbas incas de lo que hoy es Perú. De hecho, se cree que la palabra mate proviene del quechua mati, que denomina a la calabaza con la que se suele construir el recipiente para la infusión.

Al principio, la obtusa mente de los colonos creyó ver algo diabólico en esta hierba, además de una holgazanería en el ritual de su toma. Siglos más tarde, en 1788, Antonio Valladares de Sotomayor escribe:

Que de esta yerba, que no es otra cosa que las ojas de ciertos arboles del país, que llamándolos yerbales, dixo el Padre Antonio Ruiz en su conquista espiritual de aquel país del Paraguay, que los hechiceros (que es como el trata á los Españoles en su historia), la introduxeron por parte del demonio que con ella se privaban del juicio, se emborrachaban, y se hacian mas fieros que los demonios. Y el Doctor Xarque, en su apología de las Misiones, adonde el estuvo muchos años con la ropa de Misionero, dixo, que aquella yerba es pestifera, muy perjudicial á la salud, y que ocasionaba grandes males.

La Inquisición llegó a considerar el ritual una superstición diabólica, pero parece que todo lo malo se pega. Poco tardaron los españoles en caer en la tentación e incluso de forma más viciosa, extendiéndose rápidamente el consumo de mate por todo el Virreinato de la Plata. Se llegaron a imponer multas de 100 pesos al español que la poseyera o 100 latigazos para el indígena. A finales del siglo XVI, un miembro del cabildo de Asunción escribe:

El vicio y mal hábito de tomar mate se ha extendido tanto entre los españoles, sus mujeres y niños, que a diferencia de los indios que se contentan con beber una vez al día la toman de forma continua y aquellos que no lo beben son muy raros.

Mate y lectura. Este pequeño placer moderno podía resultar muy peligroso en otros tiempos. Todos los derecehos reservados ©Jordi Busqué.

Sin embargo, la cosa cambió y mucho. Los jesuitas aprendieron a domesticar la planta y su cultivo se convirtió en el principal ingreso económico de sus misiones, tanto que también pasó a conocerse como el té de los jesuitas. Desde España se intentó comercializarlo al resto de la vieja Europa. Según escribe Valladares, los Ingleses después del año de 1714, con el motivo de tener allá [en Chile] casa para la venta de los negros que llevan de África, viendo que aún en los negros obraba lo que en los Indios, y que á ellos les hacia mas bien el uso de ella, que el del te’, traxeron cantidad. Y con la novedad la tomaron en Londres como el te’, y todos convinieron en que era mejor que el te’ […] y es mas provechosa y barata que el te; [..] pero como dependia unicamente de los Jesuítas, y pocos Españoles, y no lo había en otra parte que allí, […] luego que estos supiesen que por ella habían dexado el te’ la subirían de precio, y les dexarian sin ella […].

Cuando en 1767 los jesuitas fueron expulsados de América a causa de su cada vez más incómoda influencia, los métodos de cultivo para la hierba mate se marcharon con ellos. No fue hasta finales del siglo XIX cuando se volvió a cultivar de forma controlada y eficaz. Por desgracia, como en todos los lugares donde se mueve dinero y poder por ellos el hombre explotó al hombre. En este caso a las víctimas se les puso el nombre de mensúes, indígenas que fueron esclavizados para la plantación y recolección de la hierba mate.

En 1908, l’escriptor español Rafael Barrett escribe: Escudriñad bajo la selva: descubriréis un fardo que camina. Mirad bajo el fardo: descubriréis una criatura agobiada en que se van borrando los rasgos de su especie. Aquello no es ya un hombre; es todavía un peón yerbatero… Los mensúes (palabra que proviene de mensual) se veían atrapados en un ciclo de deuda fraudulenta contraída con sus amos, quienes no sólo les concedían préstamos de hambre usureros sino que el dinero que les pagaban como mensual siempre volvía a sus manos a través de las tiendas de alimentos de su propiedad, dónde el mensú no tenía más opción que comprar. Por desgracia, aunque pueda parecer que todo esto forma parte del pasado, lo cierto es que si se les deja siempre aparecen los mismos enfermos de ambición. Empresas con enormes beneficios siguen explotando a muchos mensúes (entre ellos niños) los cuales viven en condiciones infrahumanas y, a la práctica, en la esclavitud.

Tema dedicado al Mensú, del cantautor Ramón Ayala. Según este, el Che Guevara le confesó que durante la revolución cubana entonaban esta canción en la Sierra Maestra.

--

--