Los llanos de Mojos (II)

Marc Busqué
Historias del mundo
3 min readOct 9, 2017

¿Cómo en un lugar que varios meses al año queda cubierto por las aguas se ha establecido la vida humana?

Durante mi estancia en la región de Mojos estuve viviendo en el pueblo de San Ignacio. Era el mes de octubre, en la frontera entre el invierno y el verano, entre la época seca y la de las lluvias. El seco invierno no es, lógicamente, tan caluroso como el verano, pero nunca se llega a temperaturas demasiado frías. El invierno es periódicamente azotado por los surazos: vientos fríos provenientes de la lejana Antártida que pueden hacer descender la temperatura hasta 15 grados de golpe. El viento del norte, en cambio, llega siempre bien calentito desde las zonas tropicales.

Casa en San Ignacio de Mojos.

Cuando mi compañera, Anna, y yo llegamos a San Ignacio hacía un día caluroso, el cual nos envolvió en sudor debido al ajetreo del viaje. Sin embargo, los mojeños nos daban esperanza con que aun tenían que llegar uno o dos surazos de despedida del invierno. En la habitación dónde dormíamos habían dos ventanas: una encarada hacia el norte y la otra hacia el sur. En los momentos de más calor, que no eran pocos, me estiraba en la cama intentando no tocarme a mi mismo y miraba expectante a mi alrededor. Me llenaba de ilusión si me parecía que la cortina de la ventana del sur se movía un poquito, pero me desesperaba si la que ciertamente se movía era la del norte. De hecho, en el sofoco del primer día, estuvimos a punto de comprarnos un ventilador para que nos ayudara a soportar las calurosas noches. De habérnoslo comprado, hubieramos tenido que comérnoslo con patatas al comprobar al día siguiente como en las noches la electricidad era cortada en todo el pueblo para ahorrar energía.

Evidentemente, los mojeños no estaban tan paranoicos como nosotros y no se pasaban el día mirando qué cortinas eran las que se movían. Ese calor tan fuerte para nosotros no lo era tanto para ellos, sabedores de que el verano aún ni había empezado.

Refrescándose en la laguna de San Ignacio. Foto de Anna Llopis.

Cuando vienen las lluvias es imposible ir de San Ignacio a la capital del Beni, Trinidad, en coche (o movilidad, como en muchos lugares de Sudamérica se conoce genéricamente, y creo que de forma muy acertada, a todo aquello que te puede llevar por tierra). La ruta queda hecha un barrizal y sólo puede utilizarse el bote o, quien tenga más dinero, la avioneta.

Aunque los alrededores de San Ignacio quedan inundados, no lo queda en la misma manera ni éste pueblo ni otros que se encuentran repartidos por los llanos de Mojos. De hecho, miles de lomas asoman la cabeza para no ahogarse entre la enorme piscina estacional, y es sobre estas lomas dónde descansan esos pueblos.

¿Qué explicación geológica tiene el origen de las lomas en un terreno cuya formación prácticamente se limita a la acumulación de sedimentos arcillosos de los ríos, con un actividad sísmica muy baja? De hecho, ¿puede tener alguna explicación geológica?

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