39
39. Le había jugado a Nacional y Provincia como todos los jueves desde hace unos años. Era un jugador con hábitos y con mesura. $100 al 39 a la cabeza de la vespertina. $100 en Nacional y $100 en Provincia. Cada tanto jugaba a la de Montevideo. Había perdido más veces que las que había ganado pero se las ingeniaba para manipular los cálculos y contar la historia que quería: la de que era un ganador. Es que, ¿a quién le gusta contar que perdió?
El 39 en la quiniela es la lluvia. Y muchos se preguntaban por qué le jugaba. No era hombre de campo, no tenía taxi. De hecho la cuadra donde vivía solía inundarse cuando llovía. Es más, odiaba la lluvia, un día me contó. Cuando le preguntabas por qué, te decía: “Adivinalo”.
Me encanta jugar juegos, por eso, cada vez que lo veía venir a hacer su apuesta de los jueves, le tiraba alguna opción. Tu equipo salió campeón un día de lluvia, tu primer beso fue bajo la lluvia, querés que llueva así no lavás la vereda. Porque circula menos gente, porque hay olorcito a agua, porque te ayuda a dormir la siesta, porque te recuerda a alguna canción, porque a tu vieja le gusta la lluvia. Hace 6 años que viene a la casa de juego que tengo en San Martín. Multipliquen la cantidad de opciones que le tiré. Muchas. No la pegué en ninguna.
Este jueves vino y yo no tenía ninguna respuesta. Me dió los $200 pesos y cuando le estoy entregando la jugada, de la nada, le pregunté: ¿Qué te pasó cuando cumpliste 39? Me miró fijo. Guardó los tickets en la billetera y empezó.
El año que cumplí 39 había arrancado como cualquier otro. Brindamos todos en la casa de la mamá de mi mujer al grito de “feliz año nuevo”. Hicimos la ronda alrededor de la mesa para abrazarnos y saludarnos. A los familiares más cercanos los saludás con un abrazo más fuerte que a los parientes lejanos, ¿viste?. Me comí las 12 pasas de uva y salí a tirar el balde de agua a la vereda. Estaba de moda hacer “resoluciones” de lo que querías hacer en el año y ese año las hice: Irme de vacaciones con Irma al Sur, adelgazar unos kilos, salir a correr y escuchar más música.
Enseguida, empecé a ahorrar plata para poder irme al Sur de viaje en septiembre. Eso hizo que no saliera a comer los fines de semana. Me venía bien para adelgazar los kilos que me había puesto de objetivo, de todas formas. Era un sacrificio para irnos de viaje. La verdad era que me gustaba salir a comer con Irma los sábados. Nos gustaba recorrer parrillas y lugares de pastas e ir poniéndole nota a cada restaurante. Nos hacíamos los críticos gourmet. Era nuestra cita obligada y nos divertíamos mucho. Pero bueno, Irma lo entendió. Ella aprovechaba también y se veía sábado por medio con las amigas. Después casi todos los sábados. Yo aprovechaba a salir a correr y escuchar música, como me lo había propuesto.
La verdad es que yo no tenía tantas ganas de irme de viaje en septiembre. No soy de los que le guste viajar. Pero a Irma es a la que le gusta. Yo prefiero lo simple de ir a comer el sábado a la noche. Pero me lo había propuesto y lo iba a hacer. Irma también estaba con eso. Muy entusiasmada. O por lo menos los primeros meses.
Para agosto, habíamos ahorrado mucha plata, había bajado un montón de kilos y escuchado mucha música. Y también Irma me había dejado. Un día vino a casa, después de salir con sus amigas, y me dijo que ya no compartíamos nada juntos, que no salíamos a comer como antes, que sus amigas la escuchaban más que yo (que yo sólo escucho música) y que la dieta me había puesto de mal humor. Y, después de 10 años juntos, se fue. Yo no me fui al Sur. No tenía ganas. Me metí los ahorros, la dieta y los planes en el culo.
Desde ese año, todos los jueves le juego al 39. Yo sé que me invento que gané más plata de la que perdí. Yo lo sé. ¡Pero qué importa si cuando la emboco es una fiesta! ¿Voy a dejar de comer por jugarle al 39? No, claro, tengo que administrarme bien. ¿La salud está primero que mi juego? Sí, por supuesto, no se me va ir el sueldo en la timba. Pero le juego al 39 para recordarme que la pequeña victoria diaria es tan importante como la meta final, para recordarme que los grandes planes nos hacen dejar de lado lo cotidiano, que la felicidad chiquita que tenemos vale tanto como los grandes planes, y que cuando estás sólo mirando hacia adelante la lluvia torrencial de hoy te puede cambiar la vida.
Que somos hoy. Que somos una apuesta constante. Que sale mal, que sale bien. Y que lo importante es, simplemente, seguir apostando.
LLUVIA (Bajofondo)
Algunos quieren alcanzar el cielo,
otros buscamos blanquear el carbón,
en el invierno, calor de verano,
y en el verano el suave rezongo de alguna canción,
de alguna canción.
Algunos quieren jugar de callados,
sabiendo que el tiempo es el mejor postor,
otros compramos un coche más caro
aunque no haya luces,
aunque no haya luces, ni calles, ni sol.
Y todos esperan que venga la lluvia,
y limpie las calles en esta ciudad.
Que todos esperan un viento sin furia,
que se lleve lejos esta oscuridad (…)