El cinto (tristemente) invisible

Lau Mica Alvarez
Historias pasan
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2 min readOct 5, 2021

Te propongo lo siguiente: agarrá un cinturón. Puede ser de cuero, de soga, el primero que encuentres. Colocátelo alrededor de la parte baja de tu panza, justo a la altura de los huesos de tu cadera. Ahora ajustalo pasando la hebilla por el agujero por el que te quede más apretado. Por último, aguantá la respiración y ajustalo al siguiente nivel, un agujero más. Y si soportás más, otro más. Soltá el aire y respirá normalmente.

Y así te sentás a trabajar, vas al Chino, al teatro, te das una ducha, ves a tu familia, manejás hasta la Costa, te tomás un avión, vas a un recital. Con el mismo cinturón clavándose constantemente en tu abdomen. El cinturón no desaparece nunca, es parte de tu vida y hasta por momentos te olvidás de él.

Algunos días ese cinturón se endurece y le crecen tachas en la parte interna. Los remaches de todos los agujeros, que son muchos y dan la vuelta hasta la cintura, de repente tienen puntas filosas como chinches.

Si comes algo pesado, el cinturón aprieta más. Si te olvidaste una pastilla, el cinturón aprieta más. Si estás nerviosa, el cinturón aprieta más. Si cogés, el cinturón aprieta más. Y a veces, simplemente aprieta más.

Algunos días esas tachuelas se convierten en cuchillos. Generalmente hay cuchillos solo en un lado, el izquierdo. Y cada tanto, en intervalos impredecibles, hay una fuerza externa que te clava bien adentro ese Tramontina oxidado — porque ni siquiera es un cuchillo nuevo, filoso y limpio. Es una hoja vieja, que desgarra y corroe todo lo que toca. Y se expande, oxida.

Ese mismo cinturón se está convirtiendo con los años en una especie de armadura de yeso con interior de alambre de púa. Tiene la forma de un bombachón o de pañal; y te comprime, te pincha y no te deja respirar. Va tomando también otros órganos, y ahora cuando hacés pis o tosés, te aprieta también.

Yo trabajo, me junto con amigos, pago mis cuentas, voy al cine y hago ejercicio, con este cinturón. Pero, tranquila, te vas a acostumbrar; si todos dicen que es normal. Y no, no puedo vivir con calmantes, porque sería algo constante. Los reservo para cuando el cinturón aprieta más, cuando ya no puedo caminar, cuando hay una fina línea antes del desmayo.

Así. Creo que así se siente cuando te digo que me duele.

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Lau Mica Alvarez
Historias pasan

Publicitaria (de título), reciente standupera y proyecto de escritora. Reciclando historias que pasan. Lalala.