Esperanza y Vulnerabilidad

Lau Mica Alvarez
Historias pasan
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3 min readApr 2, 2020

Esperanza y Vulnerabilidad se encontraron en un café después de la cuarentena.

Habían quedado a las 17 hs cerca de Galerías Pacífico. Esperanza quería ir a otro lado, más cerca de Puerto Madero a ver la caída del sol. Vulnerabilidad tenía miedo a que hubiera mucha gente dando vueltas todavía.

Esperanza llegó temprano — ya sabía que su amiga iba a llegar un poco tarde. Vulnerabilidad sentía que si llegaba primero corría el riesgo de sentir que la dejaban plantada. Prefería que la esperen. Esperanza esperaba a Vulnerabilidad y eso la confundía. La confundía esperar a que puedan lastimarla. No existe tal cosa en la mente de Esperanza.

Vulnerabilidad llegó 17.15 hs y se pidió un café. Sólo, sin leche, sin azúcar. Creía que quizás era intolerante a la lactosa. Esperanza se pidió un submarino y dos medialunas de manteca….¡porque total hay tiempo para hacer dieta y llegar al verano!

En el medio de la charla, surgió este tiempo de estar separadas y Esperanza, en una pregunta — ahora sabemos que profunda — le preguntó: ¿Vulne, qué fue lo peor qué sentiste durante estos días de aislamiento?

Vulnerabilidad la miró fijo. Tenía los ojos entre llorosos y enojados. Terminó el último sorbito del café y se puso a hablar.

Lo peor del aislamiento no fue estar en mi casa, mis costumbres, mi rutina. No fue quedarme viendo Netflix todo el día y vivir 24 hs conmigo sola. Tampoco haber engordado. Obviamente fue duro perder guita y sé que va a estar difícil lo que viene. Pero eso se pasa. Lo peor de todo fue no saber de vos. Sentarme a pensar que todo lo que venía podía ser peor, que podía lastimarme. Pensar en mi familia y en si estaban bien. En mis amigos. En la gente que no tiene adónde aislarse. En el quilombo que se viene en el país, en la crisis que esto trae. En el daño que como sociedad nos podemos hacer. No te ví por muchos días, amiga. No te ví. No estabas ahí para decirme nada. No sabía qué hacer para donde irme aun sabiendo que no podía irme a ningún lado. Me sentía vulnerablemente yo.

Esperanza respiró profundo y levantó su mano derecha para ponerla delante de la cara de su amiga. Era enérgica y algo cabeza dura. No podía creer estar escuchando todo eso.

No entendiste nada. ¿Qué es lo último que se pierde? Yo. Acá, mamu. Siempre estuve ahí porque por algo estás acá. — INSERTE MUCHOS COMENTARIOS CURSIS SOBRE NO PERDER LA ESPERANZA AQUÍ.

Yo estaba en otra mesa, escuchando de coté. Soy la que a veces se va a tomar un cafecito con ella misma. Me pido un cortado y tostado de jamón y queso. Ya las había escuchado hablar varias veces y siempre la misma dinámica, entonces cuando Esperanza empezó con su discurso dejé de escuchar. Una habla del miedo a que la lastimen, la otra de que todo siempre va a estar bien. A veces era notorio cuál de las dos tenía razón. Hoy la verdad la tenían ambas. Es un momento difícil que nos hace vulnerables. Pero también hay esperanza. De salir. Y de salir mejor como sociedad (¿la hay?). Y en el fondo, mientras su conversación se iba en fade, se me vino a la mente la siguiente cación:

Esperanza no tenía más que el nombre
La que no esperaba nada de los hombres
Coleccionaba amores desgraciados
Soldaditos de plomo mutilados
Pero quiso una noche comprobar
Para que sirve un corazón
Y prendió un cigarrillo y otro mas
Como toda esperanza se esfumó

(…) Y vi la luz después cuando otros gatos
Desordenan mis noches de locura
Evoco aquellos ratos de torpes calenturas

Porque aunque sepamos que lo que viene no es lo más guapo del mundo, siempre el tiempo que venga va a ser más guapo que cualquiera.

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Lau Mica Alvarez
Historias pasan

Publicitaria (de título), reciente standupera y proyecto de escritora. Reciclando historias que pasan. Lalala.