Invisible
Si un ciego pudiera vernos se reiría en este instante. Creo que igual el mozo del fondo lo está haciendo. Lo sienten. Lo perciben. Nos “ven” cómo estamos entrando a un lugar a “jugar a ser ciegos”. Saben que tenemos los ojos cerrados en la oscuridad. Aunque ya no vemos. Están acostumbrados. ¿Por qué tenemos los ojos cerrados en la oscuridad? Hay como cinco shows de teatro ciego por noche, sin contar la cena. Es obvio que ya saben que nos vemos como tontos.
Por un instante siento miedo y me siento perdida. Se que estoy sentada a una mesa. Con gente al lado y gente enfrente. Ya me explicaron todo antes de entrar. Que en la mesa hay comida pero no entiendo y toco todo.
Delante mío siento un rectángulo alargado y finito. Frío. Sé que es el plato. Si levanto la mano y toco hay comida. Toco texturas en las comida y en el plato toco piedra, como laca (y trato de no tocar tanto porque ahí hay cosas que voy a comer). Al plato lo imagino negro y y me autocensuro enseguida. ¿Por qué le estoy poniendo color si no lo estoy viendo? Sigo tocando y más adelante encuentro dos vasos. Me imagino uno con líquido transparente y otro con un líquido oscuro (porque pedí vino tinto). Y de nuevo la imagen y el color. Los que podemos ver le ponemos imagen a todo. Frío, blanco. Negro, piedra. Tinto, vino. ¡Que el vino tinto es mucho más que color, joder! (me salió gallego eso). Sigo tocando para mis costados y encuentro tu rodilla. Vos, hermoso.
Basta. Basta de ponerle imagen a todo. Estoy a acá para percibir olores, sonidos, sabores, texturas. Ver lo invisible. ¿Y si viera mi vida sin verla? ¿Qué “vería”? ¿Cómo describiría mis cosas?
Mi casa es olor a galletitas. Mi escuela es barullo, mucho barullo y risas. Y Florencia eligiéndome para el Quemado. Mi pelo es un nudo, mi cuerpo es… suave (¡oiga! yo que siempre critico mi cuerpo y ahora lo siento distinto). Mi cocina es simple. Mi cuarto es un fau, tiro libre directo. Hay muchas cosas tiradas en mi cuarto. Mi teclado es alcohol. Mi cama es perfume. Mi gata, un pompón. Mi cabeza es un bardo. Mi cabeza es un rock.
Mis cuadros son dulces; mis fotos; abrazos. Mi living es calor. Mi bicicleta es viento y mi cara es un poema. De los que no riman, hoy.
Mis dolores son agudos, mi cansancio es grave. Mi humor es ácido. Tan,tan ácido. Mi pasado es pegajoso. Mi hoy es dulce, de vino con tintes de ciruela pasa, de madera, de caucho y nuez. Mi hoy es amargo, de cuarentena. Que mi futuro sea olor a pasto mojado.
La obra seguía en el fondo y mientras comía, y escuchaba, y olía, y saboreaba, y te tocaba; le seguía el ritmo a ese Buenos Aires antiguo con robos, con lunfardo, con chistes dobles,, y malevos y tangos; y comía cosas que no entendía, que me gustaban; y me mojaban la cara, con viento suave y olor a naranjo, a jazmín, o sandía. Y entre todo eso pensaba: ¿Por qué solo me veo y, sin embargo, no me puedo ver más?
¿Y vos? ¿Qué verías si no pudieras verte?