Photo by Icons8 team on Unsplash

La última vez (agosto 2010)

Lau Mica Alvarez
Historias pasan
3 min readAug 10, 2019

--

Creo que la “primera vez” está sobrevalorada. Probablemente tenga más peso de huella mnémica que la segunda, la tercera y la vigésimo sexta, pero no creo que deba tenerlo sobre la última.

Claro, es difícil saber cuándo será la última vez de algo. ¿Entonces? Sí hay últimas veces que pueden ser previstas. El último día de clases de la secundaria, el último viaje en el auto que vas a vender mañana, el último día en el trabajo que vas a dejar, la última cucharada de un helado de chocolate con almendras, la última gota de tu perfume favorito. Uno está preparado para saborear el gusto de esa última vez como si fuera…la última.

¡Ojo! La “última vez” no tiene que ver con algo negativo. La última vez que alguien se vio en el espejo antes de sacarse ese lunar peludo que le molestaba (si su decisión era sacárselo) será recordada con alegría por el recién operado. El último examen de la facultad, el último turno al kinesiólogo por ese esguince. Quizás la nostalgia entra en juego pero no la tristeza. La última vez, es última vez, y en el tiempo deberían no hacernos daño si sabemos darle el valor que merece.

¿Por qué no recuerdo la última vez que anduve en calesita? ¿La última vez que jugué a las muñecas? Que salté al elástico, que dibujé corazones con tiza en el pizarrón, que escribí una composición sobre el futuro con Flor en un banco de la 40. Es que a veces creemos que no va a ser la última vez. Porque no queremos o porque no lo son realmente.

También hay últimas veces engañosas. De las que tienen revancha. Que se convierten en primeras de otras. Y hay últimas veces en las que no hacemos más que engañarnos a nosotros mismos: “Es la última vez que te lo digo, así no quiero seguir”, “es tu última oportunidad de hacer las cosas bien”. Esas últimas veces, aunque debieran ser últimas, generalmente son insignificantes mitades de algo. Quizás cuando se llega a la palabra “última” en ciertas circunstancias, debieran respetarse como tales.

Las últimas veces de las que no tenemos control no pueden valorarse a priori. Preguntas como “¿Ese fue nuestro último beso?” salieron de mi boca una vez, justo después de mi último beso con alguien. ¿Por qué no haberlo disfrutado? El dolor iba a venir igual cuando no estaba en tus planes que ese iba a ser el último. Vino igual y ese fue mi último beso con esa persona que tanto quise. El primer beso sí se recuerda. El mío fue en la plaza de Escalada después de comer un helado. De labios apretados e inocente. Mi último beso aún no se ha escrito en mis páginas. Quizás fue nuestro último beso hace unos días pero, indudablemente, no MI último beso.

¿Por qué quedarnos con el “¡si hubiese sabido que no lo iba a ver más, le hubiese dicho tantas cosas!”? Quien quiera que me pregunte cuál fue la última vez que vi a mi abuelo tendrá una respuesta precisa. No así de la primera y es por eso que quiero reivindicar las últimas. No le “hubiese dicho” más de lo que le dije, no “hubiese hecho” más de lo que hice. La vida a veces es tajante y no da “segundas últimas veces”. Así como siempre decimos que no hay “segundas primeras”.

Quizás es más fácil prever la primera vez y no la última. Aún así, lo trillado de “vivir cada día como si fuera el último” es no sólo trillado sino imposible. Si hoy fuese mi último día, y lo viviera como tal, haría cosas impensadas, alocadas y también tranquilas. Cosas incoherentes una con otra. Creo que no podría elegir una sola cosa para hacer. Todos tenemos un “después”, un “mañana” por el cual también vivimos el hoy. No hay que vivir cada vez como si fuera la última pero creo que sí como si fuera la única. No va a haber otro lunes 22 de junio de 2009, menos a esta hora, menos en este lugar.

Aquel día, en ese instante en el que fui feliz no fue el primero, quizás el último. Fue único.

--

--

Lau Mica Alvarez
Historias pasan

Publicitaria (de título), reciente standupera y proyecto de escritora. Reciclando historias que pasan. Lalala.