Top 5 de puteadas

Lau Mica Alvarez
Historias pasan
Published in
3 min readOct 6, 2020

De tener que escribir sobre puteadas y elegir cinco en total, creo que me quedo con estas que siguen. Digo creo porque la verdad soy muy puteadora. E incluso cuando estas son, quizás hoy, mis cinco preferidas, mañana probablemente no lo sean. Pensar en abstracto las puteadas, me es difícil. La puteada tiene un receptor y un contexto. Uno no va puteando por la vida sin razón. Entonces, así en frío, elijo estas hoy (para arrepentirme mañana).

Número 5: Poluto. No está mal escrita, la puteada fue “poluto”. Fue mi primer insulto. Tenía aproximadamente dos años. Eso cuentan mis viejos. La historia dice que lo miré a mi papá a la cara, enojadísima y le dije “Poluto”. La historia también cuenta que me comí un grito fuerte. Supuestamente no se podía decir boludo en mi casa y, sin embargo, lo escuché toda mi vida. Después entendí que no estaba bueno que hablara así desde tan chiquita. Ahora el “no seas boludo”, “qué boludo”, “sos un boludo” son comunes en la familia. Es la puteada nacional, supongo. ¿En qué otro país se dice? ¿Uruguay?. Ahí me tenés, haciendo patria de chiquita.

Número 4: La concha de tu madre, Beligoy. Escribo Beligoy pero puede ser el nombre de cualquier árbitro de fútbol. Lamento haberme referido a la vagina de la madre del señor juez (con un feminismo que olvidé por un momento). Esta puteada al árbitro me sale a menudo. En la cancha generalmente. A veces también cuando miro el partido por la tele. Viene del pecho, se engendra allí y sale por la garganta con tanta fuerza que me deja ronca por un rato. Al lado mío generalmente está mi papá, en la Mouriño, porque con él vamos a la cancha o miramos el partido. Generalmente, después de tal puteada, mi viejo me mira y me dice “siempre nos cagan a nosotros, la concha de su hermana” (nombrando así a otra pariente del juez). Pero tiene razón. Después volvemos caminando, conversando con los vecinos sobre lo que fue el partido. Es puteada catártica “de equipo chico”.

Número 3: Qué pendeja/o de mierda. Esta me gusta por su mutación. Mutación que está directamente correlacionada con mi edad (y no con la edad de la pendeja de mierda en cuestión). Voy a dejar de lado la imagen de un pelo del culo hecho de caca e ir directo a su connotación. Buen, no lo hice. Tenía que describir lo tonto de su literalidad. Volviendo a su sentido para mí: Me acuerdo estar en el cuarto de Peña, estudiando para parciales, y cotorreando con Carolina sobre nuestras compañeras o compañeros que se chapaban a cual o salían con tal, traicionando una amistad, no teniendo códigos. O a los que no hacían nada y después te pedían los resúmenes. Pendejos de mierda. Sin embargo ahora, rozando los 40, decirle a alguien pendeja o pendejo de mierda es un halago. Un halago que se dice con tono de nostalgia: “que liiiiindo, que pendejo de mierda, disfrutá la vida”. Así se dice ahora.

Número 2: Sos un cagón. Fue en un bar en una esquina de Barracas, después de haber descubierto una mentira y haber escuchado una de las primeras de miles de justificaciones (también falsas). Tan empoderada estaba ahí, tan yo, tan entera. Virgen de toxicidad. Como con dos autoestimas, estaba. La mía y la de él. Y le dije “sos un cagón”. Me levanté y me fui a tomar el 12 hasta Yrigoyen. Ni bien me subí al colectivo me puse a llorar mucho. Tan fuerte que me pasé de la parada. El colectivero me miró y me preguntó adónde iba. Le contesté que a tomar el tren y me dijo que no me bajara, que me llevaba. Y me llevó. Dejé de llorar recién en Escalada.

Él nunca se enteró de mi tristeza sólo de que era un cagón.

Número 1: No te quiero en mi vida. No es una puteada per sé pero fue la frase más hermosa que le dije a alguien para mandarlo bien a la recalcada concha de su madre, pendejo de mierda, ojalá que no se te pare nunca, boludo y te atragantes con toda esa mierda que tenés adentro, cagón. Esa. Esa es hoy la número uno de mi top five.

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Lau Mica Alvarez
Historias pasan

Publicitaria (de título), reciente standupera y proyecto de escritora. Reciclando historias que pasan. Lalala.