El apartamento

Jon Úbeda
Hollywood Babylonia
2 min readSep 29, 2020

Billy Wilder solía hurgar donde más picaba a la sociedad estadounidense. Inspirada en Breve encuentro (1945) de David Lean, tuvo que esperar diez años, tras la necesaria relajación de la censura, para poder contar la historia del «tercer» hombre, el que presta su apartamento a la pareja adúltera.

Sorprendentemente, a pesar de su sensible tema, El apartamento, ganó nada menos que cinco premios de la Academia (incluidos el de mejor película, mejor director y mejor guión), y muchos la consideran la última película auténticamente «realista» que hizo su director.

Algunos han criticado la amoralidad del personaje de Jack Lemmon, C.C. Baxter, que asciende rápidamente solo porque ayuda a algunos ejecutivos de la gran compañía donde trabaja en sus intentos por engañar a sus esposas. Pero Lemmon — que solía interpretar para Wilder los papeles de hombre corriente — imprime al papel un sólido toque de humanidad, y Baxter aparece como un empleado servil atrapado en una situación que ya existe al principio de la película y fuera de su control. A pesar de su humor, la película constituye una severa crítica social, y un examen de la vida y las costumbres sexuales de Estados Unidos. También es un fuerte ataque a la corrupción básica del sistema capitalista, en donde cualquiera que tenga influencia es capaz de cebarse en otro.

El apartamento mezcla hábilmente varios géneros, pero, en general, empieza como una comedia satírica, se transforma en un poderoso drama y acaba como una comedia romántica. Meticulosamente construida, el desengañado guión de Wilder y I.A.L. Diamond podría considerarse una especie de continuación de La tentación vive arriba (1955), hermosamente rodada en cinemascope en un blanco y negro bastante sombrío. Los hombres tienen sus líos durante las vacaciones de verano, en ausencia de sus esposas, y luego dejan a sus queridas. Fran Kubelik (interpretada por Shirley MacLaine), una de esas desdichadas, no cree que el romance sea otra clase de bien de consumo, y el burócrata se redime por el amor de ese otro corazón solitario. La película evita cualquier sentimiento almibarado.

A pesar de que Billy Wilder parecía creer que MacLaine y Lemmon no hacían buena pareja, los espectadores pueden tener legítimamente la opinión contraria al visionar la película.

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