Las Historias de abuela

Dayana Darias Valdés
3 min readOct 20, 2017

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No recuerdo la primera vez que vi a abuela. Solo sé que en un jugueteo tonto el zoom de la cámara me llevó hasta sus ojos vidriosos. Era el 90 aniversario del natalicio de Abel Santamaría y Encrucijada vestía sus mejores ropas para rendirle tributo al “Elegido”.

De inmediato mi dedo índice apretó repetidas veces el obturador de la cámara, no pude dejar de mirarla. A unos 10 metros de distancia seguí rigurosamente las mil y una entrevistas que concedió a todos los periodistas. Y es que a nosotros nos apasionan las historias de abuela.

La llamo así porque aquella señora, que apretaba en su pecho la foto de Abel, me recordó una y otra vez a mi verdadera abuela, mi abuela dicharachera y decimista, mi abuela de antaño, la que consiente, mi abuela que lo sabe todo y que también lleva en el pecho su pedazo de historia.

Esta abuela, que apenas conocí, fue amiga de Abel, de Haydée, de Aldo… testigo en primera fila. Y aunque abuela parecía que lloraba, se la pasaba remembrando a su amigo como el hombre alegre que fuera. En algunos momentos sentí que debía acercarme a ella, que debía realizarle alguna pregunta como las que hacían todos, pero cada vez que lo intentaba mi vista volvía insistente a la cámara.

Abuela conversó con mis amigos, profesores, con cuanto transeúnte la identificaba entre la multitud. Todos querían una foto con la abuela y es que aquella mujer tenía un universo en los ojos.

Con el fin de la gala pensé que había perdido la oportunidad de dialogar con abuela. Mis compañeros de la universidad habían culminado su parte del trabajo y cuando nos disponíamos a marchar, mi cámara, sin avisarme, regresó sigilosa hacia el rostro de abuela.

Caminé en su dirección decidida a concretar mi pregunta.

- ¿Tiene algún recuerdo triste de Abel?

Y ella respondió como lo haría mi abuela:

-La forma en la que murió Abel… sus ojos.

Ya convencida de que cualquier otra cosa que yo pudiese añadir saldría sobrando esbocé su último retrato y me fui. Abuela me hizo pensar mucho, me hizo retratar a Abel, al “Elegido”, me hizo recordar a todos los que fueron plomo y espada, sangre y testimonio, aunque solo fuese en las historias de abuela.

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