En brazos de mi hermano

A mi hermano le ha tocado dos veces lo mismo. Él era su hijo también. Se crió con ellos. Estuvo siempre con ellos. Mi hermano fue el que llamó, el que nos contó que la vieja no aguantó la pandemia

Horizontes
Horizontes
4 min readAug 5, 2021

--

Imagen ilustrativa

Por Jorge Suñol

Le dije a mi madre que no llorara tanto, que se calmara, que todo mejoraría, que esta puta pandemia destruye y no podemos volvernos locos. Pero se lo dije, sin saberlo, horas antes de la llamada, horas antes de que yo empezara a temblar y mi mamá a dar gritos, desesperada.

El 30 de julio, a las 10 pm, solo sentí el eco de mi oscuro edificio y el dolor de mi madre, mi dolor, y ahí tuve que decirle que llorara, que llorara todo lo que quisiera, y que me abrazara fuerte, que yo estaba ahí. La sostuve, y lloré en su hombro. Hacía años no lo hacía.

Demasiado frágil se volvió todo. Nos derrumbamos. Uno nunca espera esas cosas, uno no quiere que nunca pase, y pasa, jodidamente, cuando estás lejos. La madrugada fue larga y peor el desvelo. No parecía amanecer.

Mi madre llora por todo. Lo heredó de mi abuela, que solo había que regalarle una postal, y ya estaba envuelta en lágrimas. La chivaba siempre con esas cosas a las dos. Pero lo de la vieja Concepción sí no tenía nombre. Era ella y la Señora Sentimiento. Cuando veía los culebrones mexicanos se pasaba el santo capítulo sufriendo. Aquello era un show.

Pero mi abuela, también, reía, le encantaban las novelas turcas y cenar en familia. La cervecita, oír en la radio Alegrías de sobremesa, vestirse elegante por las tardes, ponerse coqueta e ir a su Casa de Abuelos. Allí sentía paz, a pesar de todo, a pesar su diabetes, su hipertensión, lo achaques de sus 83 años.

Mi abuela fue siempre una mujer linda, muy pequeña, pero linda. De joven, veía sus fotos, y no paraba de decirle que era un manguito. De vieja, llena de canas, con unas libras de más, siempre insistía: “mija, tú no tienes arruga en esa cara”. Y ella, a veces lloraba y otras reía.

Yo solo me perdía en su letra meticulosamente cuidada, de las más lindas que he visto en mi vida. Me perdía cuando me abrazaba, y me hacía muy feliz que cada sábado esperara el periódico ¡ahora! para leerme. Y no solo me leía, también recortaba cada artículo y los guardaba en un álbum. Todos, desde que era estudiante.

Ese álbum no lo tengo en mis manos, pero ahora mismo no podré abrirlo. No tengo fuerzas. Porque yo quiero que ella me lo entregue y no podrá, porque yo quiero despedirme y decirle lo mucho que la quería, porque se lo dije muy poco, y no fue suficiente, porque no me hice tantas fotos con ella, porque no la visité tanto como pude, porque siento las deudas y sangro, y comienzo a llorar. Todos, creo, sentimos eso, cuando la gente que no quieres que se vaya, se va.

El 30 de julio, a las 10 pm, mi abuela murió en los brazos de mi hermano. Mi hermano le ha tocado dos veces lo mismo. Mi abuelo, hace años ya, también lo hizo. Él era su hijo también. Se crió con ellos. Estuvo siempre con ellos. Mi hermano fue el que llamó, el que nos contó que la vieja no aguantó la pandemia, que se desplomó al llegar al policlínico, que empezó a desmayarse, y a ponerse cianótica, que se fue, carajo, se fue.

Mi madre quería despedirse, mi madre quería abrazarla, pero no pudo. Estaba a kilómetros y no daba tiempo. No hubo funeral, son tiempos en los que ni eso se puede, en el que la vida de muchos está en una interrogante sin respuestas, en el que casi todos gritan auxilio, que esto se fue de las manos, que no podemos seguir así, que la gente muere cada día, que esto no es un juego.

Le tocó a mi familia, le ha tocado ya a miles. Familia juntas, divididas, negras, blancas, en España, en Hong Kong, en cualquier lugar. La muerte, inesperada o no, uno nunca termina de aceptarla, aunque con el tiempo vas llenando esa vacío, sanando la cicatriz, acostumbrándote a que no esté, los recuerdos y la sangre que nos une, son mucho más fuertes. Pero “hay que seguir”, dicen los amigos y hasta los desconocidos. Uno sigue, pero con el corazón en zigzag y el álbum de recortes aún en su clóset.

Otros textos relacionados…

--

--

Horizontes
Horizontes

HorizontesMedium: Queremos contar tu historia...