La estancia (no tan impoluta) de la muerte

Adela todavía se desvela recordando la noche del entierro de su tío en el cementerio Tomás Acea

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5 min readFeb 10, 2022

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Por Roberto Alfonso Lara

Adela todavía se desvela recordando la noche del entierro de su tío en el cementerio Tomás Acea, de la ciudad de Cienfuegos. Fue en el mes de septiembre, cuando el pico pandémico de Covid-19 aún era persistente y continuaba la alarma por el número de fallecidos. La imagen de aquel día lluvioso y las condiciones poco ideales para sepultar en tierra a su familiar, a oscuras, con fango y en un hueco del cual renegaba, vuelve a ratos como si la persiguiera.

Para ella devino una experiencia muy dolorosa; la misma que vivieron muchas personas durante los meses de julio, agosto y septiembre, cuando solo en el municipio cabecera ocurrieron cinco veces más entierros que la cifra habitual, de acuerdo con reportes de medios nacionales. Sin embargo, al paso del tiempo tampoco mermó su angustia. En las ocasiones que visitó el camposanto para llevarle flores al tío, se marchó disgustada porque en el lugar proliferaba la hierba, hasta el punto de obligarla a caminar con cuidado para no pasar por encima de alguna tumba.

Similares criterios refirieron varios lectores a este periódico, ante lo cual fue movilizado un equipo de prensa para constatar allí dichas afirmaciones. Tras andar y observar las áreas ampliadas con motivo del pronunciado rebrote del pasado verano, advertimos que recién habían sido chapeadas y el tránsito no resultaba tan caótico como imaginábamos. Lo que vimos —y así lo atestiguan las fotos— se acercaba más a lo que Jorge Álvarez Molina, administrador del “Tomás Acea”, definió “dentro del procedimiento normal del cementerio; incluso, mejor organizado”.

Ahora, vista no siempre hace fe. La disyuntiva sobre la atención a las nuevas zonas sacó a la luz conflictos que, en cierta medida, vinieron a confirmar cuanto la población señalaba. “Todo ha marchado normal entre comillas”, dijo María Mestres Pérez, jefa de Servicios Necrológicos en la Empresa Municipal de Comunales, de Cienfuegos.

“Algunas situaciones han sido difíciles por la escasa disponibilidad de áreas, debido al coronavirus, y porque realmente había demasiada hierba, algo que ya ha cambiado bastante. Pero no lo puedo negar: fui al terreno y quedan espacios enyerbados por problemas relativos a la chapea”, admitió.

Desamparo

Muchas familias han colocado lápidas de cemento para identificar mejor los sitios en tierra donde reposan sus seres queridos. Foto: Dorado.

Datos de la administración de la necrópolis Tomás Acea apuntan a la existencia de una plantilla laboral con 24 plazas de ayudante de cementerio para la atención a las áreas verdes. En la actualidad, 21 están ocupadas —la gran mayoría— y aun así las parcelas habilitadas a propósito de la Covid-19 no cuentan con un trabajador que se ocupe de ellas de forma permanente.

“Tratamos de mantenerlas con toda la fuerza de trabajo, aunque allí, como tal, tiene que prevalecer el área verde, porque esto es un cementerio jardín, y no pueden haber aceras ni carreteras entre los lotes de enterramiento. Además, demandan mucho esfuerzo: cuando el hombre termina su faena el sábado y regresa el lunes, ya otra vez se nota la hierba”, sostuvo Álvarez Molina.

Al decir del funcionario, del mismo modo en que las tres ampliaciones realizadas en el camposanto —entonces bajo condiciones extremas— responden al protocolo para tiempos normales y a la ordenanza por secciones, lotes e hileras, disponen también de plazas aprobadas para su cuidado.

“Los hombres vinieron, trabajaron un mes, y se fueron. Por esto aquí ganan 2 mil 315 pesos y estiman que es muy poco dinero. Las áreas nuestras están diseñadas por metro cuadrado y algunas requieren barrido, jardinería, y las de allá atrás, chapea, una tarea dura”, agregó.

Para Mestres Pérez, el dilema alcanza dimensiones que rebasan el asunto de la remuneración. “Se van porque alegan que las áreas son demasiado grandes, y cuando terminan en una deben hacerse cargo de otra. Y cierto, una persona no da abasto, pero lo establecido es una sola parcela por trabajador. Si la nómina del personal de chapeo dice diez, no puedo poner doce”, afirmó.

Hoy, para colmo, quienes asumen la atención de las áreas creadas en el Tomás Acea ni siquiera cobran por esta labor. “No se les paga, y muchos son viejitos”, comentó la jefa de Servicios Necrológicos. Y remató: “Además, las plazas vacantes nos mandaron a no cubrirlas. Habrá una reducción de plantilla, y si por ejemplo, sobran choferes, hay que ubicarlos en el cementerio, no los podemos dejar sin trabajo”.

A tono con las declaraciones de ambos administrativos, pareciera que la incertidumbre crece más que la hierba con relación al destino de los espacios donde reposan cientos de cienfuegueros fallecidos durante la etapa dura de la Covid-19 en la Perla del Sur, mientras la burocracia se jacta de tanto absurdo.

Clamor en vida

Si ahora las nuevas áreas del cementerio lucen otra imagen, menos chocante, obedece también a que se les permitió a los familiares señalizar el sitio, colocar lápidas de cemento, y ya casi el 80 por ciento de los enterramientos están bien identificados. Leonardo fue de los primeros en hacerlo, pues sufrió mucho tener que enterrar a su madre en tierra por la falta de bóvedas, y aunque no conforme, aprovechó la oportunidad de dignificar el lugar donde ella descansa.

“Ha sido igual muy provechoso para nosotros ubicarnos, y fue una opción que le dimos a las personas para que la asumieran por esfuerzo propio. Claro, de arduos momentos derivan buenas experiencias para evitar las críticas e insatisfacciones del pueblo, y actualmente trabajamos en la preparación de una zona distinta, con otras características”, dijo Álvarez Molina.

“Tendrá mejores condiciones: nivelamos el terreno, dejamos una calle central de acceso, pero no está terminada. Para ello necesitamos de equipos de construcción costosos, con los cuales no contamos”, añadió.

Tales acciones procuran ganarle la partida a un eventual escenario como el vivido, que conllevó a tomar decisiones apresuradas para garantizar que las sepulturas no laceraran aún más a las familias. Por el mismo respeto se clama en la hora eterna del reposo, porque todo en vida tiene solución.

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*Publicado en la edición impresa del semanario 5 de Septiembre
*Fotos: Dorado

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