RAYA AND THE LAST DRAGON. Una película más que urgente

Verde Gil Jiménez*

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6 min readMar 28, 2021

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Lo confieso, cuando me dispongo a ver una película/serial no puedo dejar de hacer un análisis minucioso (quisquilloso) de cada línea del guion y cada pixel de los fotogramas. Quizás porque estudiar comunicación social y áreas adyacentes, me ha provocado esta trágica consecuencia de no poder apreciar ningún audiovisual bajo el efecto narcótico, similar a viajar en una montaña rusa, que explicaba Theodor Adorno. Ahora, darle ese simple play al reproductor significa comenzar un viaje constantemente interrumpido, en el que deconstruyo el producto en ejes ideotemáticos, líneas discursivas, subjetividades, mensajes subliminares… y hago sobradas valoraciones acerca de la congruencia y verosimilitud de la trama, la funcionalidad de los planos, la dimensionalidad de los personajes, el empleo de la banda sonora, la hipertextualidad, la intentio auctoris, la intentio operis, la construcción de arquetipos…

Pero cuando se trata de un producto audiovisual dirigido a l@s niñ@s, el diagnóstico es aún más detallado. Reparando en cada una de las posibles preguntas que los infantes pudieran hacerse a lo largo de la historia contada, busco dónde y cómo se les dan respuesta. “En cada niño nace la humanidad”, decía Jacinto Benavente, y es que una película infantil es cosa harto importante si se conoce que gran parte de la cosmovisión del mundo que nos vamos creando (así como la mayoría de estereotipos sociales y juicios de valor sobre la humanidad) son construidos desde tempranas edades a partir de lo que la industria cultural nos enseña en las pantallas. Pantallas que, hasta la fecha, siguen inundadas de rivalidades, egoísmos, violencia, discriminación, consumismo y una lista inacabable de concepciones belicosas y excluyentes.

Si bien el gigante Disney ha sido patrocinador de dichos esquemas, llama la atención que en los últimos tiempos (lo que se conoce como la “Era Frozen”) ha lanzado películas que abordan tesis más complejas e historias más plurales. Una de las más reciente ha sido “Soul”, cuyo tópico existencialista ha escandalizado a los defensores del fundamento ontológico bíblico. Esto se debe, en gran medida, al cambio generacional de los productores y realizadores de Disney, así como al movimiento creciente de activismos sociales (feministas, ecologistas, LGBTIQ+…) que se expanden y arrastran a personas de todas las edades y confines.

“Soul”, película de Disney (2021) se alzó con tres premios en la ceremonia inaugural de los Critics’ Choice Super Awards, con dos en los Golden Globe Awards y con uno en los Critics’ Choice Awards, además de obtener diez nominaciones a los Annie Awards y estar nominada para los Óscars en la categoría Mejor Película Animada

A esta línea “progre” que apuesta por la multiculturalidad y por romper estereotipos sexistas, se une “Raya and the Last Dragon”, un film con un aparato visual increíble, inspirado en los paisajes de Indonesia, Malasia, Tailandia, Camboya, Vietnam, Laos y Singapur; y que ha conquistado ya elevadas puntuaciones entre las críticas más exigentes.

Kumandra, el escenario donde ocurren los eventos de “Raya and the Last Dragon”, puede ser un lugar ficticio basado en las ricas culturas del sudeste asiático, pero sus problemas son especialmente relevantes para la actualidad. La película, dirigida por Don Hall (el ganador del Oscar con “Big Hero 6”) y Carlos López Estrada (director de “Blindspotting”), muestra a un mundo aquejado por el tribalismo y la desconfianza en medio de la invasión de un amorfo y casi imparable mal conocido como los Druun; seres cuya uniformidad y naturaleza metafórica constituyen una aterradora expresión de la mezquindad humana.

Mapa de Kumandra, región en la que se desarrolla la trama y que ha quedado dividida en cinco pueblos: Colmillo, Corazón, Espina, Garra y Cola.

El arco dramático de la protagonista (Raya) ha de llevarla a aprender a confiar en los demás, solidarizarse con aquellos que consideraba ENEMIGOS HISTÓRICOS y comprender que no hay semejante naturaleza humana que nos divida entre malos y buenos, sino circunstancias que nos conducen a actuar de modos cuestionables (robar, aterrorizar, traicionar, invadir…). Todo ello se expresa con sutileza en las historias de cada uno de los personajes que se deslizan en la trama: el bebé ladronzuelo que ha quedado huérfano, el guerrero Tung que ha sido adoctrinado únicamente para “provocar miedo y destrozar cráneos”, Namaari, personaje antagónico que traiciona a Raya por un sentido del deber con su nación que desbanca cualquier empatía (“En otro mundo tal vez habríamos sido amigas. Pero debo hacer lo mejor para Colmillo”) … Por tanto, ninguna de las historias es trivial y todos los cabos están bien atados.

Raya y Namaari, personajes antagónicos. Reflejan las nuevas generaciones de Kumandra que cargan con un legado histórico de diferencias y rivalidades.

El film ronda no pocos aspectos de la geopolítica y tiene parlamentos claves que nos hacen meditar sobre el sentido de la guerra y la incapacidad de las armas tradicionales para librarnos de los verdaderos problemas del mundo: “No entiendo para qué –dice Sisu, la dragona, refiriéndose a un sistema de seguridad en uno de los templos–, esto no puede parar a un Druun”. A lo que responde Raya, la protagonista: “Esto no es para los Druuns, es para personas”.

Raya y dragón Sisu, personajes protagónicos.

No hay maniqueísmos en la narrativa. Nadie merece vencer o ser vencido. En “Raya and the Last Dragon” ninguno de los personajes está actuando por intenciones malignas, ni hay villanos clásicos que quieren traer una horrenda y espeluznante idea a la realidad. Lo que quieren los personajes es algo muy noble: traer salud, prosperidad, bienestar a sus pueblos. Serán sus líderes (también muy variopintos) quienes intentarán lograrlo adoptando ideologías contrapuestas, unas más idealistas que otras, algunas más pragmáticas y cínicas.

El haber llevado estos temas tan complejos al lenguaje de lxs niñxs, con una indiscutible calidad de imagen, aventura, comicidad y desde una perspectiva que aboga por la unidad de los pueblos, hace de esta película una obra maestra que merece estar (al igual que “Momo” de Enzo D’Alò y “Majo no takkyūbin” de Hayao Miyasaki) entre las primeras cintas infantiles de la cinemateca del hogar.

En la película los personajes femeninos asumen roles de liderazgo

Algo que también resulta inusual es que no hay trama romántica ni bloque musical de por medio. Tampoco hay dioses extremadamente bellos e infalibles, que con halos grandilocuentes animen a luchar más fuerte a la protagonista contra sus adversarios; sino que la divinidad queda protagonizada por Sisu, un dragón generoso, esperanzador y algo ingenuo (inspirado en las criaturas Nāga), que insiste en una colectividad orgánica: “quizás el mundo está roto porque ustedes [los humanos] no confían en nadie”. Sisu funge como símbolo de la tradición, es una de las creencias compartidas de las naciones divididas, y reifica el estrecho lazo espiritual que existe entre las personas y la naturaleza. Su filosofía optimista, humilde, se fundamenta en un permanente sentido de la importancia del trabajo equipo: “No sé por qué me eligieron. Pudo ser cualquiera “ — alega en un momento de clímax emotivo.

Tung, guerrero de uno de los poblados en los que ha quedado dividida Kumandra. Solitario y paternal sufre la desaparición de su bebé por las desgracias de la guerra.

Otro punto a favor de “Raya and the Last Dragon” está en cómo desde la visualidad y la configuración de los personajes se logra derribar un sinnúmero estereotipos en favor de una historia más divergente: el protagonismo puesto sobre una cultura-etnia no occidental; la expresión de feminidades, masculinidades y roles desde ópticas no convencionales (uniformes rosados en los guerreros, hombres sensibles y paternales, chicas valientes que prefieren un vestuario cómodo, líderes políticos de ambos sexos, ejércitos de mujeres…); la presencia de familias monoparentales y otro conjunto de matices que quizás pasen por alto para la mayoría de espectadores, pero actúan de manera subliminar.

Sin más que añadir — con un leve tono de urgencia— les invito a ver esta maravillosa película animada. Sea la única condición para hacerlo, estar en compañía de much@s niñ@s.

*Estudiante de Comunicación Social de la Universidad Central “Marta Abreu” de Las Villas.

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