Squid Game: un juego no apto para menores

¿Quién ganará?, ¿Quién perderá? ¿Quién realmente dirige la competencia? ¿Par o impar?

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5 min readOct 2, 2021

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Ted Sarandos, director de contenido de Netflix, reveló que Squid Game se proyecta como la serie más popular de todos los tiempos en Netflix. Foto: Netflix

Por Ariadna Poey Sánchez

¿Quieres jugar a un juego? ¿A un juego coreano? Se llama el juego del calamar y está pensado para niños, pero lo juegan adultos por 38 millones de dólares y perder no es una opción. Una vez más los coreanos demuestran que no solo hacen doramas y entregan a Netflix un thriller de violencia y suspenso que mantiene a los espectadores rascándose la cabeza, preguntándose: ¿Quién ganará? ¿Quién perderá? ¿Quién realmente dirige la competencia?

Squid Game, como se conoce en inglés, debe su nombre a un popular juego infantil de los años ’70 del pasado siglo. Consiste en el enfrentamiento de dos jugadores dentro de las figuras dibujadas en el suelo: un círculo, un triángulo y un cuadrado, que dan la forma del calamar. Es, además, el último juego por el que pasan los sobrevivientes en esta serie para llevarse el gran premio final. El nombre hace una especie de analogía entre los juegos nostálgicos de la infancia de Corea del Sur y la sensación de competencia sin fin que, en ocasiones, sienten los adultos en las sociedades modernas. La ironía radica en cómo los recuerdos bellos e inocentes de la infancia se convierten en la realidad más espantosa durante la adultez.

Más allá de que el nombre parece una parodia, esta hace una crítica social mordaz. Nuevamente, los coreanos ponen sobre la mesa la profunda desigualdad que existe en la sociedad de su país donde eres o muy rico o muy pobre. Los protagonistas encarnan personas en la ruina económica, marginados sociales que deben participar en un concurso de supervivencia para ganar millones de dólares: salir de la situación de pobreza en la que viven o quedar en el intento. Sin embargo, lo que ellos no saben es que deben arriesgar sus vidas para entretener a una alta sociedad que les observa, al viejo estilo de Los juegos del hambre.

La serie cuenta la historia de un hombre llamado Gi-hun (Lee Jung-jae), que intenta (sin resultados) salir de la ruina financiera y que lidia con una adicción al juego. Lo acompañan en la trama Sang-woo (Park Hae-soo), con la historia de éxito convertida en fracaso financiero; el dulce Ali (Anupam Tripathi), el hombre bueno en la tormenta, el bondadoso que llega a Corea en condición de inmigrante desde Pakistán. También, el jugador 001, Oh Il-nam (Oh Yeong), un anciano débil y enfermo; así como Sae-byeok (primera y muy acertada incursión de Jung Ho-yeon en el mundo de la actuación), una inmigrante norcoreana que trata de reunir dinero para traer a su madre desde su país de origen.

Una de las participaciones que más sorprendió a los que vieron Squid Game resulta la del reconocido actor coreano Gong Yoo, famoso por su papel en la cinta “Train to Busan”. En un papel simbólico, representa al reclutador de los jugadores.

Junto con películas como “Parasites”, “Train to Busan” y series como “El misterio del Sísifo”–, Squid Game se suma a la lista de ejemplos que demuestran que los coreanos saben cómo trabajar el ritmo y el suspenso. No se trata solo de incorporar secuencias de acción una tras otra, sino de mantener en alto el interés del espectador y la tensión de la trama; sabiendo cuándo preservar la calma y reflexionar con diálogos y secuencias reposadas sobre la vida de los personajes.

Técnicamente, Squid Game se despliega a un nivel alto gracias a un aparataje visual y escenográfico sorprendentes. Se caracteriza por un estilo minimalista cada vez más en tendencia, en el que se juega con los colores pasteles, las luces y las sombras. Aporta una sensación de dulce sueño infantil contrastado por sucesos que son todo lo contrario. La serie es otra muestra de que Netflix invierte mucho en producción, y la televisión en Corea, por su estética depurada, no es la excepción. Como siempre sucede, Squid Game no es perfecta: una escena de sexo como relleno que no aporta mucho a la trama y apela, una vez más, al recurso de que el sexo vende.

También existen películas con una idea similar aunque no con el mismo desarrollo del argumento; un primer capítulo con una escena de matanza que confundió el mensaje a contar con la manera de hacerlo, por lo que nos presentó un espectáculo que hace pensar que los autores están más cerca de los creadores del juego mortal que de sus víctimas; y qué decir de los overoles rojos y las máscaras al estilo La casa de papel, aunque las semejanzas entre una serie y otra resultan prácticamente nulas.

Squid Game es también la única serie asiática que logró obtener la posición número uno en Netflix en los Estados Unidos en menos de una semana. Foto: korea.net

Actuaciones muy creíbles; giros de tramas inesperados –incluso para los más asiduos de las series–; pistas y trampas en cada diálogo para hacerte pensar en lo que viene a continuación; un toque de humor irónico; un protagonista que te imaginas que debe sobrevivir, pero todo el tiempo te cuestionas cómo; todo esto posiciona a Squid Game como la producción número uno en tendencia, diseñada desde su estreno –el 17 de septiembre– para que, rápidamente, se coloque entre lo más visto en varios países.

Por el momento, el muy recurrente final abierto apunta a una segunda temporada. Esperemos que esté a la altura de la primera, aunque todos sabemos que Netflix suele extender las series una y otra vez hasta que les saca todo el “jugo” monetario, aunque en el trayecto descuide la calidad artística y decaigan producciones de muy buena calidad.

Solo me queda una pregunta por hacerte: ¿Par o impar?

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