Un japonés en la Meca del béisbol

o de cómo interpretar la gloria sin hablar inglés

Lázaro Ernesto Arias
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7 min readOct 9, 2021

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Ohtani, Ippei, su traductor, y Martín Maldonado. Fuente: Zimbio

El japonés básico integra más de dos mil formas ideográficas y silábicas. Las escuelas públicas de Japón lo incorporan pronto junto al arte, la ciencia y el deporte. Se aprende idiomas o se enseña en otros idiomas como algo extra. En 2013, un chico cualquiera, recién graduado de la secundaria, firmó con los Hokkaido Figthers de la Liga del Pacífico de béisbol e intercalaba su entrenamiento con lecciones de inglés.

Un año antes de la firma, con 17, Shohei Ohtani encandiló a todos con una recta de 99 millas. Jugaba los jardines, el cuadro. Soñaba en grande cuando los Fighters lo persuadieron de crecer en Japón, ahorrarse los viajes en bus y la tensión de convertirse en un aspirante cualquiera en un país tan distinto.

Aquel adolescente renunció a la vida nocturna. Durmió en las instalaciones del equipo para respirar el terreno de más cerca. Trabajo, descanso. Ensayo, error. Bateaba entonces con modestia, pero su swing sólo podía ser producto de la ingeniería mecánica nipona o del matrimonio más trivial entre una badmintonista y un exlanzador de ligas industriales. De Kayoko, la plasticidad y elegancia. De Toru, disciplina y tozudez.

El arribo a tierras norteamericanas en 2018 fue todo un suceso mediático. Su equipo lo liberó antes de cumplir la norma. Así lo diseñaron. El primer japonés que jugó en Grandes Ligas –Masanori Murakami– era un estudiante de intercambio de 20 años que llevaba un diccionario consigo, que firmó un contrato de 10 mil dólares con los Gigantes de San Francisco y por poco causa un conflicto internacional.

Ohtani se dio el lujo de enviar a cada interesado un cuestionario. Preguntó por casi todo, hasta por la calidad del sushi local.

Foto: Jayne Kamin-Oncea/Getty Images

No es nuevo que los nipones prefieran quedarse cerca del Pacífico. Aún no confiaba Ohtani del todo en su inglés: cada punto del cuestionario debía responderse también en su lengua materna. Tanto, que se hizo acompañar de Ippei Mizuhara, un californiano de 36 años que creció a media hora del Angels Stadium, fan de Ichiro Suzuki, por llevar los ojos rasgados como él.

Ippei lo ayudó a aclimatarse. Se encargó de traducir a la prensa, los entrenadores, los motes de sus compañeros. Ya Ohtani tenía suficiente con interpretar lanzamientos y decodificar bateadores. Se les vio juntos en la banca, en los entrenamientos. Ohtani chapurrea español, entiende el idioma local como para que Ippei no traduzca algunas preguntas de rutina, pero requiere de un cómplice para dedicarse a lo importante, la personificación del vínculo con sus raíces, el recordatorio de que en la corte del béisbol rentado viaja un polizón japonés.

Mis chicos adoran los videojuegos, le dice un comentarista de MLB Network, si se enfrentaran el Ohtani lanzador y el Ohtani bateador ¿a cuál elegiría en esa batalla?

Los chistes con Ohtani tienen dos desenlaces: cuando ríen él con Ippei, cuando ríen todos juntos. Escogió al Ohtani bateador.

Para elegir a Anaheim pensó más en su crecimiento que en su patrimonio. Le ofrecieron menos dinero, pero más alas a su doble función. Empuñó sexto en su debut, en su primer turno tradujo una curva en un batazo más alto y largo que la valla del jardín derecho. Su primer cuadrangular coincidió con su primera gran broma pública. Nadie lo saludó después de aquel jonrón; para luego cargarlo en brazos.

Ilustración: Las Mayores

Ohtani ganó el premio novato del año de la Liga Americana aquella temporada. El 2019 fue menos bueno. Muy corto el 2020. Joe Maddon cuenta con un hombre de utilidad y disciplina total. Alguien capaz de recetar 11 ponches a la diestra. Pegar tres bambinazos en el Yankee Stadium a la zurda. Dar dos triples y ponchar 10 marineros. Robarse dos veces la misma base en la novena entrada y anotar el quiebre. De lanzar 100 veces e ir a cubrir los jardines sin chistar.

Adaptarse le tomó tiempo. Ocurre también a la inversa. Los equipos del béisbol japonés contratan traductores y administran fármacos para la intolerancia al sushi. El sur de California no tendrá las japonesas más bellas o los fanáticos más pacientes, pero Ohtani puede mirar al noroeste e imaginar que en Oshū ya estará cayendo el sol.

El día inaugural del 2021, 256 extranjeros integraban los roster oficiales y solo 8 eran de Japón. Desde Hideki “godzilla” Matsui ningún japonés consiguió 30 jonrones en la MLB. Desde que Babe Ruth jugaba en Boston ningún otro lanzador sacaba más de 29. Hasta hoy Ichiro ha sido el único jugador más valioso de una temporada regular que nació en la tierra del sol naciente. Matsui, de una Serie Mundial. Ellos y otros coterráneos usaron traductores.

Las filosofía oriental y occidental, en materia de béisbol, son –serán– compatibles

Foto: Getty Images

Hay quien se atreve a ningunearlo por aportar poco a la defensa, por pararse en el cajón de designado, por no llevar a los Angels a postemporada. Si es difícil ser un bateador o un lanzador MLB, imaginen acarrear ambas maletas. ¿Qué mayor aporte a la defensa que defender el centro del diamante durante 130 entradas, dejar fuera a casi 11 bateadores por juego y permitir 3 carreras limpias y fracción?

Eso y luego pararse a la izquierda del plato, ahí casual, con más de 6 pies, 95 kilos, con el mejor poder aislado de la liga, tercero que más bolas saca del parque. Ningún bateador de este siglo anotó más de 100 carreras, empujó otras 100, se robó más de 25 bases y 45 cercas. Con cada garrotazo desertaron sus detractores.

La contienda por el jugador más valioso se pondría interesante con el pésimo mes de agosto de Ohtani. Vladimir Guerrero Jr y Salvador Pérez se acercaron palo a palo. El combustible latino carburó mejor en verano. Los angelinos perdieron 85 y ganaron 77. Despidieron jugadores. A Ohtani le regalaron la primera base cuando se veía ajustado. Se ponchaba con abanicadas más grandes. Sonreía menos convencido. Llenaba estadios de coleccionistas de rarezas.

Nadie contaba con el chico dominicano que superó las mejores temporadas de su padre y, en cuadrangulares, la de cualquier otro chico de 22. O con Salvador Pérez, que dio más cuadrangulares que ningún otro receptor en la historia y defendió como nunca detrás del plato. Pero la lógica y la Historia revelan lo falible de esas marcas. No estamos seguros si se repetirá un lanzador-bateador nivel Ohtani.

“Ni siquiera Babe Ruth estaba robando más de 20 bases, conectando más de 40 jonrones y lanzando 100 millas en la misma temporada –apuntó Alex Rodríguez. “Tiene el poder de Bryce Harper, el pitcheo de Max Scherzer y la velocidad de Trea Turner”

Foto: ESPN

En julio, el comentarista afroamericano Stephen A. Smith se dejó la piel frente a las cámaras: un japonés que le habla a la prensa con un traductor, dijo, no debía ser la principal atracción de la liga porque “dañaba el juego en algún grado”. Stephen nació en el Bronx, ha sido columnista, reportero y comentarista para FOX, CNN, ESPN, de seguro no sabe japonés y goza de un extenso historial de comentarios sexistas y xenófobos.

“Necesitamos que la cara del juego sea alguien como Brice Harper o Mike Trout”, dijo.

Hacer de todo en un diamante y hacerlo bien puede no ser suficiente. Stephen Smith se disculparía nuevamente, otra amarga píldora del día después.

Desde Hiroshima, la gente de Japón no para de darnos lecciones. Hoy tienen la segunda economía del planeta que más bienes produce, la tercera delegación olímpica más dorada, más de la mitad de la deuda externa de Estados Unidos y la segunda liga de béisbol más fuerte.

También cuentan, hoy por hoy, con el mejor intérprete de la Major League Baseball. Nadie más consagrado que Ohtani en conciliar dos filosofías del juego. En traducir las viejas escrituras entre los idiomas de lanzar y batear.

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Lázaro Ernesto Arias
lazaroarias

Periodista cubano, de pueblo y de sangre caliente... Escribo por convicción, reciclo historias que con el tiempo prescriben...