Una crónica falsa

Hace cuarenta años la editorial La Oveja Negra publicó aquella descomunal tirada (un millón 50 mil ejemplares) de una de las crónicas falsas más convincentes de la Historia

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5 min readSep 24, 2021

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Fotograma del momento del asesinato de Santiago Nasar, caracterizado por Anthony Delon, en la película ‘Crónica de una muerte anunciada’, de Francesco Rosi. /WMagazín

Por Miguel Angel Castiñeira García

De repente nos encontramos solos, absortos ante el espectáculo grotesco que ahora mismo se apodera de este pueblo de Colombia. De repente escuchamos la algarabía, el llanto, los ruidos. De repente, bajo una nublada, lluviosa o despejada mañana caribeña, vemos a Santiago Nasar padecer el castigo terrible de las puñaladas del honor. Puede que hayan transcurrido cuarenta años de su publicación, pero Crónica de una muerte anunciada continúa provocando la misma sensación de desamparo ante la imposibilidad de cambiar el curso de un destino marcado por la tragedia.

Y es que el día que lo fueron a matar, Cayetano Gentile se despertó muy temprano en la mañana. Tal vez, a las 5:30. Tal vez no. De lo que sí podemos estar seguros es de que murió poco después que su par de la ficción, y también de que no se llamaban Pedro y Pablo sus asesinos, sino Víctor Manuel y José Joaquín Chica Salas.

Gabriel García Márquez — amigo personal de Cayetano Gentile — contará la historia años después, pero en lugar de hacer un texto de non fiction a la manera de A sangre fría, optará por escribir una novela en forma de reportaje periodístico donde el narrador será, precisamente, el periodista encargado de recolectar, procesar y reportar la información que nos llega con el nombre de Crónica de una muerte anunciada.

De esta manera García Márquez renovará magistralmente una tradición sagrada en la historia de la literatura: si algo une a casi todas las novelas — explica Roberto González Echevarría — es la costumbre de no presentarse como novelas, sino como documentos oficiales, textos antropológicos, informes legales, memorias, con el propósito de apelar constantemente a lo que se conoce como “recurso de verosimilitud”.

Al decir de José Miguel Oviedo, Crónica de una muerte anunciada “se basa en una historia real, de origen periodístico, pero está trabajada con gran libertad y con un sentido muy preciso de los mecanismos de la intriga y la sorpresa propios del thriller”.

“Los personajes no llevan su nombre ni la descripción que se hace corresponde al lugar. Todo está traspuesto poéticamente — asegura García Márquez en una entrevista a El País — . Los únicos que tienen su nombre propio son los miembros de mi familia, porque estaba autorizado por ellos.”

Se trata, según Juan Gabriel Vázquez, de “una novela narrada por alguien que identificamos inmediatamente como García Márquez, y que actúa frente a la historia que está tratando de contar como un cronista. Hace preguntas, investiga, hace reportaje. Y con todo eso monta una falsa crónica o una crónica de ficción”.

Quien mire con detenimiento, puede incluso ver en el texto las huellas de los métodos y técnicas que supuestamente utilizó el narrador para investigar los detalles del crimen: observación directa (estuvo en el lugar de los hechos en el momento en que ocurrieron), revisión bibliográfica (la lectura del sumario del caso redactado por el juez de instrucción), la entrevista (en profundidad, sobre todo) y el cuestionario (con el propósito de confirmar algunos datos obtenidos en las entrevistas).

“Todo cuento siempre cuenta dos historias”, escribe Piglia; y en este caso García Márquez narra, simultáneamente, la historia del asesinato de Santiago Nasar, y la manera en que un periodista accedió a la historia del asesinato, profundizó en sus pormenores y pudo — o no — arribar a toda la verdad:

“En el curso de las indagaciones para esta crónica recobré numerosas vivencias marginales, y entre ellas el recuerdo de gracia de las hermanas de Bayardo San Román, cuyos vestidos de terciopelo con grandes alas de mariposa, prendidas con pinzas de oro en la espalda, llamaron más la atención que el penacho de plumas y la coraza de medallas de guerra de su padre”.

Al desviarse hasta cierto punto de la ruta que hacía unos años había apuntalado (que no iniciado) con la monumental Cien años de soledad, y continuado (tal vez, incluso, agotado) con El otoño del patriarca, “El Gabo” marca con esta obra un punto de giro notable en su producción novelística.

Sin embargo, el libro no escapa a las características de su estilo, así como a determinados elementos que de alguna manera establecen vasos comunicantes con sus novelas anteriores: la mención del coronel Aureliano Buendía; explicaciones paranormales a desgracias cotidianas; la farsa, que en Latinoamérica es tan probable como la más realista de las piezas europeas decimonónicas; los avances y retrocesos de una trama en apariencia caótica, aunque sólo en apariencia; la magia que desborda la ficción y se instala cómodamente en el indefinido terreno de la falsa no ficción; la soledad y la muerte como destinos irrevocables.

Al finalizar la novela, quizás nos quedemos con la duda de por qué el narrador se mostró tan indeciso con las condiciones climáticas del día en que mataron a Santiago Nasar, al punto de preguntarle a casi todo el mundo si llovió o no llovió, si hubo viento o era una mañana despejada; principalmente, porque en uno de los momentos de la novela el propio narrador, en tanto persona que estuvo en el lugar de los hechos en los días en que ocurrieron, recuerda perfectamente que a las cuatro de la mañana fueron a cantar serenata a los recién casados y “Hasta entonces no había llovido. Al contrario, la luna estaba en el centro del cielo, y el aire era diáfano, y en el fondo del precipicio se veía el reguero de luz de los fuegos fatuos en el cementerio”.

Pero poco más podremos reprocharle a una trama compacta, sólida, perfectamente hilvanada, que con absoluta destreza ha navegado y navega por la mar en calma de ediciones y rediciones, aplausos de la crítica y el beneplácito de muchísimos lectores, desde que el 28 de abril de 1981 — hace ya cuarenta años — , la editorial La Oveja Negra publicó aquella descomunal tirada (un millón 50 mil ejemplares) de una de las crónicas falsas más convincentes de la Historia.

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Publicado originalmente por el Centro Pablo de la Torriente Brau

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