Valeria y los zapatos grandes

Por Renier Ramirez Quiñones

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3 min readFeb 23, 2021

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Valeria debió ser una serie de culto para las mujeres millenials. Tenía un ingrediente fundamental: la relación de cuatro amigas independientes y profesionales con una visión comedidamente crítica de la sociedad contemporánea. Pero la serie peca de poco original y demasiado romántica.

Esta producción de Netflix está claramente inspirada en la icónica Sex and the City de HBO. Son odiosas las comparaciones pero, en este caso, inevitables. No es un secreto que el drama de finales de los noventas es una reconocida influencia de Elísabet Benavent, autora de la tetralogía literaria que sirve de base a la serie.

La producción española estrenada en mayo del año pasado sigue las andaduras amorosas y los conflictos de Valeria y su círculo de amigas más cercano. Estas mujeres próximas a los 30 atraviesan crisis existenciales pues, como señala una de las chicas, pensaban que a esa edad lo iban a tener todo.

Las cuatro jóvenes tienen personalidades similares a las protagonistas del éxito de HBO: Carrie era una antropóloga sexual que escribía una columna para el New York Star y Valeria, más joven e inexperta, es una escritora novel que opta por escribir una novela erótica; Lola como Samanta es la más liberal, mientras que Carmen al igual Charlotte sueña con un amor para toda la vida; Nerea, lesbiana que está empezando a explorar su sexualidad, está más desligada de los arquetipos de personajes marcados por Sex and the City.

De una producción de este tipo se esperaría, sino un discurso feminista, al menos un empoderamiento de la mujer. Ciertamente la intención está, por ejemplo, en una forzada conversación sobre el Me Too que repite las opiniones más generales de mujeres y hombres como contrapartes de un conflicto.

El personaje que da nombre a la serie es, por decir menos, poco atractivo. La mayor parte de los capítulos se la pasa en la disyuntiva de mantener su matrimonio en el que es infeliz debido a un marido desatento o darse la oportunidad de vivir un romance con Víctor.

Su bloqueo de autor e insatisfacciones profesionales quedan relegados a un segundo plano en muchas ocasiones, pudiendo dar la errada impresión de que en la vida de una mujer todo gira en torno a un hombre.

El caso de Lola es aun peor. Aunque quiere aparentar que es un alma libre planifica su día a día en función de los deseos de Sergio, un hombre casado del que es amante. Se vuelve incómodo ver como uno de los personajes más interesantes de la historia aguanta desplantes por amor.

Ni que decir de Carmen que pone a su novio y compañero de trabajo por encima de su crecimiento profesional, para finalmente descubrir que este aceptó el puesto sin pensar en ella.

La idea de que la mujer debe enfrentarse a una sociedad machista que no siempre está dispuesta a aceptar su éxito queda diluida en la trama. Incluso cuando la editora le pide a Valeria que publique bajo un pseudónimo masculino para hacer ver un hombre puede contar historias desde una perspectiva femenina, se presenta como una estrategia comercial.

Al triángulo amoroso entre Valeria, su esposo Adrián y Víctor le falta chispa, tal vez debido a las pocas tablas que demuestran los actores Diana Gómez, Ibrahim Al Shami J. y Maxi Iglesias. Destacables las actuaciones de Silma López y Paula Malia en los papeles de Lola y Carmen, respectivamente, que se convierten en verdaderas robapantallas en más de un momento.

Puede que la adaptación y guion de María López Castaño (Física o química) con Benavent como supervisora de producción llegue con las mejores intenciones pero le falta parecerse más a esas mujeres jóvenes que tienen una visión crítica de su realidad, falta ritmo a la trama y empoderamiento a sus personajes para que Valeria pueda llenar los zapatos de serie de culto.

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