Un poder habitual

Cuando el hombre eleva su mirada a los cielos con ambición, olvida que el mayor de los milagros, ya lo rodea y lo apapacha.

Hugo A. Gaxiola
HugoAGaxiola — Blog
7 min readAug 6, 2018

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Últimamente las historias han tendido por lo extraordinario, los superhombres y los eventos históricos que forjaron nuestro presente; entiendo la necesidad de resaltar las cualidades que quizás carecen en el hombre actual; recordar los valores del ayer que nos llevaron al día en que se llegó al espacio o se dividió el átomo. Claro que estoy a favor del constante progreso de la civilización, pero igualmente me cautivan las casualidades que decoran el resto del tiempo, los momentos en donde todos somos ordinarios.

La vivencia cotidiana, el pilar central del monumento que es el cine. La realidad siempre ha disfrutado de abundancia y las personas siempre dinámicas, suman esa pizca de incertidumbre que nos permite sentir; la normalidad alberga un gran poder porque siempre se encuentra próxima al alma; cuando el propósito es sentir y expresar, la pantalla grande permea a las memorias de inmortalidad, y qué mejor acción, cuando sabemos que recordar, es vivir.

Para el tiempo en que vivimos creo que no hay mejor director de lo cotidiano como Richard Linklater, con un rango de filmes que describen momentos importantes en la vida de cualquiera; Dazed and Confused con la insufrible y descabellada adolescencia, Everybody Wants Some!! con la inminente responsabilidad de ser libre en la universidad o The Before Trilogy que es probablemente el más minucioso retrato de las relaciones en pareja; resalta un trabajo en particular sobre los demás, un logro técnico sin precedente, Boyhood (Historia de una vida), grabada a lo largo de 12 veranos, relata la vida de Mason de los 6 a los 18 años y su estrepitoso viaje a abandonar el nido del hogar. Estrenó en 2014 y coincidentemente yo tenía la misma edad que que el personaje al concluir la película, quizás por ello resonó tanto en mí.

Ellar Coltrane (Mason) y Richard Linklater, al final del 12 años de rodaje crecieron como persona y padre, respectivamente.

Como era de esperarse el primer acto de la película se tiñe de las dulces tonos de la niñez y concluye con los tenues matices de un adulto, abatido por decepciones amorosas, la incertidumbre y la constante lucha por salir adelante. A pesar del inevitable contraste Linklater siempre mantiene una atmósfera de inocencia, recordándonos que simplemente es la forja de una persona. Acompañas a Mason en el comedor de su hogar, su mudanza, cuando se incorporó a una nueva familia y posteriormente huyó de ella, y una infinidad de otros momentos aparentemente simples pero llenos de humanidad.

La belleza de esta muestra de cine recae en escenas comunes para la persona promedio; por ejemplo, cuando el protagonista fue decepcionado por una chica, yo también lo fui. Boyhood es una montaña rusa, se muestra inconsistente y nunca se tiene una noción concreta de la victoria, solo interrupciones de la alegría con problemas y viceversa. Creo que lo que más me cautivó, fue esa vaga sensación de optimismo aún en los peores escenarios, esa voluntad de seguir por la curiosidad de conocer qué sigue.

Este filme representa para mí una lucha en contra y por la vida, de afrontar lo que viene con la esperanza de que el siguiente golpe tal vez sea de suerte, y que se vale no saber cómo proceder. Y que la incertidumbre del mañana no sólo atormenta a los jóvenes e ilusos, sino que su efecto es imparcial.

Cabe mencionar el papel de la nostalgia, especialmente para mi generación, aparecen las caricaturas de la infancia y la música hace presencia no sólo para denotar el espacio temporal sino emocional en la historia, la melancolía y romance del inicio de la infancia tal como el inicio de Coldplay con la canción Yellow, la sutil alegría y alivio que trae Vampire Weekend con Oxford Comma cuando la trama sobrepasó un fuerte obstáculo y finalmente la reflexiva lírica de Deep Blue por Arcade Fire que adorna los créditos para ayudarnos a digerir la vida que experimentamos los últimos 165 minutos.

Boyhood es introspectiva, quizás hasta egoísta por solo mencionar los problemas de los demás y solo enaltecer lo que afectaba directamente al muchacho, pero en la realidad todos somos protagonistas de nuestra historia y todos merecemos contar lo que nos mueve y nos detiene.

Coincidir es sumamente complicado, y por ende narrar cómo entrelazamos nuestras vidas, la influencia de los seres que amamos en nuestra vida y cómo resonamos en ellos es prácticamente imposible de seguir por una docena de años, pero la vida también se miden momentos, aquellos esos milagrosos suspiros cuando un grupo de personas permanecen en la misma frecuencia, y aunque desorientados, encaran su presente unidos. Mientras que Linklater persigue a un individuo por mucho tiempo, podemos aprender los mismo cuando la trama se apoya en una familia por solo unos parpadeos.

Lo que me lleva a un filme más reciente, que obtiene la fortaleza de sus personajes mediante su relación con el entorno, de modo que la imagen del protagonista se pinta por el afecto de su familia. En mi caso, resuena este relato con predominancia femenina, por haberme criado solamente con mi madre en casa, entiendo la preocupación y desgaste que conlleva el intento de hacer que el amor de mamá también llegue mediante otros, con 20th Century Women de Mike Mills, reviven las memorias del ayer.

20th Century Women, nos recuerda las muchas maneras en que el amor doblega e idealmente une.

Un filme que el mismo director describe como “una carta de amor hacia mi madre”, ubicada en el Sur de California en 1979, aparentemente persigue la vida de Jamie en uno de los momentos clave de su formación y en una de las épocas más transformativas de la cultura estadounidense; y el intento de su madre, que renuente de todas las facetas de su vejez, entromete a sus seres queridos para que su hijo pueda resultar en lo que unánimemente sería un buen hombre.

Idealmente la perspectiva de cada uno de los miembros de su familia podrían contribuir sus virtudes a la persona que eventualmente sería el muchacho, sin embargo, ¿cómo podría mostrarse inmaculado un individuo que nunca terminó de enmendarse?; y es aquí donde yace la fortaleza del filme, a diferencia de Boyhood, hace hincapié en la vida de los que nos rodean y no solo como un ente de una sola faceta que de vez en cuando intersecta en la trayectoria del protagonista. Todos estamos destinados a tener problemas y continuar viviendo, se solucionen o no; desafortunadamente a veces lo que nos aqueja no solo nos perjudica individualmente, lo cual la narrativa comunica de forma sublime.

Jamie (protagonista) vive su despertar ante la cultura del Punk, de la expresión y el misterioso aprendizaje del desamor, Abbie (inquilina en casa de Dorothea) recuperando la esperanza después de haber sobrevivido al cáncer, Julie (mejor amiga de Jamie) la incesante búsqueda de cariño en personas que probablemente nunca lo proporcionen, William (inquilino en casa de Dorothea) y su complicado reencuentro con la calidez humana después de viudo; y aún más importante Dorothea, la madre, que en luz de una decadente sociedad hace lo posible por formar a su hijo con los valores del ayer, mejorar su legado, y a pesar de su presente gris rescatar su vitalidad.

La obra de Mills emplea su actualidad para resaltar detalles que se perdieron en el tiempo, gracias al discurso de Jimmy Carter que enfatiza el filme, nos recuerda las virtudes que no solo olvidaron sus contemporáneos sino también nosotros, buscar la abundancia en espíritu y no material; cuando el presidente llamó al pueblo estadounidense aparentemente el reparto, estaba escuchando. 20th Century Women es una exploración de la vida cotidiana en un punto de inflexión, ese momento en que, curiosamente, todos los personajes compartieron problemas y al final sonrieron, quizás no por mucho tiempo, pero en retrospectiva para Jamie fue un tiempo memorable y el último momento en que su disfuncional familia se unió.

Nunca subestimemos el valor del día a día, los hechos y las personas que armoniosamente componen lo que conocemos; sé que estos dos filmes son parte de una infinidad de iguales, y yo solo abarqué los detalles más generales, pero el propósito permanece, destaquemos el papel de la normalidad, lo natural, visceral. Estos pequeños viajes del ser son, como el título, momentos de una vida, lapsos que destacan en ese espacio entre nuestro principio y fin, los destellos de nuestra diminuta permanencia en el mundo.

“¿Y ya con qué voy a soñar, cuando he sido tan feliz despierto?”
Fiódor Dostoyevski

Al fin y al cabo estamos hechos de historias, no hay necesidad de inventar nuevas realidades, porque curiosamente todo se inspira en vida. Incontables veces se ha dicho que el artista solo trabaja sobre lo que conoce, lo que ha vivido; el espectador nunca será el primero en sufrir, porque el arte simplemente remonta al sentir del creador, la conexión humana. Probablemente nuestra realidad sea el mejor poema jamás escrito, no todos los días habrá grandes batallas o acontecimientos, pero conmueve que siempre… existiremos.

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Hugo A. Gaxiola
HugoAGaxiola — Blog

Apasionado por el todo, experto en nada. Ingeniero, diseñador, a veces escribo.