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Giuegi
Historias en español
2 min readMar 22, 2016

Era una tarde soleada en la cual dos jóvenes iban discutiendo en el taxi sobre quién de ellos había saboreado las mejores delicias gastronómicas de este planeta: pescados finos en salsas orientales, adornados con ensaladas fresquísimas provenientes de los mejores jardines orgánicos de la región los cuales gozaban de un clima absolutamente adapto para que las cosechas fueran de excelsa calidad; carnes importadas desde el otro lado del globo cocinadas bajo tierra y sabiamente preparadas por cocineros internacionales; tallarines artesanales ahogados en una crema de sinfín verduras y especias que le daban un toque único. En fin, charlas sin ton ni son.

Optaron por matar el tiempo en un centro comercial exclusivo, que se encontraba al otro lado de la ciudad, descuidando si el dinero se fuera a terminar en algún momento. Los minutos transcurrían entre shopping, cigarrillos y conversaciones fútiles sobre moda internacional. Luego de unas horas, cansados y hambrientos se refugiaron en un restaurante mexicano, en el cual pocos adinerados de la ciudad podían darse el lujo de un deleitoso bocado. Uno de ellos, luego de analizar la carta pidió el plato más dispendioso junto a algunas bebidas exóticas. Miraban alrededor, analizando las pocas personas que habían en los alrededores, buscando algo que decir.

— ¿Tú crees que esto pueda durar para siempre? — preguntó uno de ellos.

Su pregunta pasó inobservada a los oídos del compañero el cual esperaba impacientemente que llegase la orden.

Terminada la cena los dos chicos salieron con sus lujosas bolsas del centro comercial, satisfechos del delicioso banquete. Fueron por otros cigarrillos. Andaban caminando lentamente en dirección de la salida, el sol ya se había ocultado detrás de las montañas al horizonte. Al acercarse a la vía principal, el paisaje iba deteriorándose, la belleza artificial del sitio anterior iba transmutándose en la bárbara realidad externa. Alguna emoción sincera hizo que uno de ellos pudiera desprenderse de sus modales mezquinos, devolviéndolo a una humildad más cónsona al lugar.

— Tamales, tamales. A sol! —

Decenas de personas se encontraban en las sucias aceras de la avenida vendiendo comida al paso o simplemente limosneando algunos centavos para vivir. Una multitud de vehículos contaminaba la pureza del aire y contribuía al desorden con el impaciente rumor de las bocinas. El viento frio traía con si polvo y llevaba quien sabe dónde los suspiros de dos jóvenes que volvieron a ser conscientes de lo que sucedía en ese mundo ignorado…

Giuegi

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I believe in the power of words. Creo en el poder de las palabras