La cabra de navidad

Sin saber porqué empezamos a hablar de drogas, más específicamente sobre cocaína.

Las preguntas fueron lo primero.
- ¿Tomaste?
- ¿Probaste?
-¿Te va?

Parecíamos adolescentes, curiosos, torpes y porqué no, presumidos; pero ya pasamos los treinta, y aunque debería haberme llamado la atención lo abrupto del tema, algo en lo intermitente de la relación con mis amigos -pasamos meses y hasta años sin vernos- hace que me pierda esos detalles.
Bebimos fernet con coca en vasos de vidrio cargados de hielo, entre dos perros que no paraban de revisar el suelo y alrededor de una mesa baja de madera, en el patio de fondo de la casa de Pato.
Apenas se fue Loli, su mujer, emergió, intempestivamente, el tema de las drogas. Apenas hablamos de la marihuana y otro poco de las pepas, la cocaína ocupó el centro de la escena, escena que hasta hoy al mediodía no terminé de entender.
Una hora después ya estábamos en el bar de un amigo que tenía su noche inaugural, seguimos bebiendo fernet apostados a un costado de la barra, con una música que sonaba cada vez más fuerte y viendo como la pequeña pista se llenaba.
Dos horas después Pato estaba re borracho, nosotros… (Tincho y yo)Un poco menos.
Cerca de las 4 am lo vimos maniobrar su teléfono tratando de responder una llamada , contestar un mensaje y pedir la última ronda de fernet.
Salimos despedidos del bar, tratando de llevar a nuestro amigo a su casa, sin entender bien porque estaba tan roto. Desde la caja del utilitario de Tincho Pato confesó, verborrágico, que había estado tomando merca desde las 4 de la tarde.
Cuando lo dejamos en su casa, su mujer embarazada de 8 meses, lo esperaba fumando, con un vaso de vino a medio tomar. Los gritos empezaron y con Tincho salimos por el pasillo lateral que conectaba el frente de la casa con el patio donde nos reunimos al comienzo de la noche.
Me retrasé, un poco por el alcohol y otro poco por la curiosidad que me generaba lo que se veía desde el pasillo. Tres o cuatro gansos a los que inicialmente llamé patos y dos cabras adultas. Una blanca que miraba a la calle y la negra, que se abalanzó sobre la pared lindante.
Nos miramos sin entendernos y después del breve instante en silencio sólo atiné fotografiarla porque estaba seguro que era lo más inverosímil de la noche.

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