Las redes sociales pueden ser la vida real
Como en todo, la clave está en la honestidad
El último episodio de la avanzada de “Redes Sociales vs. La Vida Real” está siendo dirigido por la joven Essena O’Neill, una modelo e instagrammer australiana que anunció con bastante ruido que se alejaba de las redes sociales ya que estaba cansada de fingir una vida perfecta que distaba mucho de su realidad. Aunque me permito dudar sobre la veracidad total de esta acción -que tiene un interesante olor a ‘caso de agencia’- el punto que toca no deja de ser válido.
La discusión sobre la veracidad de ‘la vida’ que las personas muestran en las redes sociales es una que está instalada desde hace mucho tiempo y con justa necesidad. Usualmente la realidad que se muestra en las redes es una editada en extremo, en donde repetimos tomas hasta encontrar el ángulo perfecto, aplicamos filtros y pensamos y re pensamos los pies de foto o tweets.
Este exceso de edición por sobre la crudeza de una realidad que pocos se animan a compartir en sus matices más obscuros -o menos interesantes- crea una brecha entre la expectativa y la realidad. Comenzamos a medir nuestra vida real desde la comparación con un ideal que en realidad no existe y como el ideal es inalcanzable la desazón llega como reacción natural a la desilusión.
Mal de todos, de las marcas también
Esta enfermedad digital aqueja no solo a las personas sino que también a muchísimas marcas y organizaciones que utilizan a las redes sociales como plataformas de entrega de mensajes a las personas (¿podemos dejar de decir audiencia?).
Se comunican mensajes extremadamente editados, curados, arrogantes con premisas que distan de la realidad. Es muy común encontrar en las marcas que ofrencen servicios una brecha enorme entre la expectativa que se genera desde los mensajes publicitarios y la realidad de los servicios y su percepción en las personas que los consumen.
Generar una expectativa elevada a través de premisas sobretrabajadas o inverosímiles causa el mismo efecto negativo de decepción que cuando uno conoce ‘en la vida real’ a una persona con una magnífica vida en Instagram pero termina siendo alguien chato y aburrido. La imagen que esa persona proyectó no está a la altura de la expectativa generada y ese ruido le termina jugando en contra.
La clave siempre fue LA HONESTIDAD
Las redes sociales son una herramienta fantástica para poder conectar a marcas y personas en discusiones sobre intereses comunes, pero como toda buena conversación la misma debe estar basada en la sinceridad absoluta, en entender a la honestidad como el ideal máximo de cualquier tipo de relación, la que se da entre las marcas, empresas, organizaciones y las personas debe guiarse por la misma regla.
Premisas grandilocuentes o inverosímiles son comunes a la hora de comunicar productos o servicios, pero tenemos que saber que cada palabra publicada traslada su carga semántica a la expectativa de las personas, una expectativa que está atada a la confianza y a la percepción. Una comunicación honesta, real, sostenible desde lo que se puede entregar es mucho mejor que una que genera falsas esperanzas, la honestidad está de moda y eso está bueno.
Una manera muy efectiva de mantener la comunicación publicitaria digital por la senda de la honestidad es encontrar las historias que nos apasionan como organización y promoverlas desde la construcción de espacios de conversación que generen valor más allá de una transacción comercial.
Las buenas historias son siempre historias reales, es cuestión de encontrar qué historia queremos contar.
Artículo escrito por Guille Ramírez, director y fundador de Analógica.
En Analógica buscamos el potencial de las buenas ideas y podemos ayudarte a encontrar premisas honestas para contrar grandes historias con tu marca, escribinos un mail a hola@analogi.ca
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