Belleza, juegos infinitos y oxitocina
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Con algunas canas, dos hijos, y un gusto exquisito por los planes de día, se me llena la boca cuando atizo a losdelageneraciónZ (y más allá) con que el solo de Slash en November Rain es música y no lo de ahora. Ay si supieran que de memoria y a capela les podría cantar casi cualquier canción de su queridísimo C. Tangana.
La vida es un juego. Si no es así, no tiene sentido, o por lo menos se torcería tremendamente aburrida. Bajo esta visión suelo ir encajando microjuegos en mi día a día. Escuchar ruidos intermitentes en la calle y tratar de encajar ritmos en ellos de manera armónica, encontrar palabras que contengan las tres letras de las matrículas de los coches, encestar bolas de papel en papeleras tremendamente lejanas y un largo y friki etcétera.
Uno de esos juegos, es descubrir elementos que hacen únicas a las personas, ese atributo, habilidad, o cualidad que las hace genuinamente especiales. Sin querer, hace poco, me tope con ese elemento X, pero no en una persona, sino en una empresa, en la mía, en Igeneris. En el lenguaje de las empresas, se suele denominar competencia clave. Te cuento.
Al grano, somos “Positive Deviances”, y de los buenos.
Ser positive deviance significa, a mi entender, ser capaz de encontrar formas únicas de ver y superar dificultades aparentemente irresolubles, y tener la energía y el enfoque positivo para ser capaz de influir positivamente en el ánimo y la convicción de un colectivo.
Si queréis una buena y más correcta definición del término en cuestión os recomiendo The Power of Positive Deviance: How Unlikely Innovators Solve the World’s Toughest Problems, de Richard Pascale, Jerry Sternin y Monique Sternin.
Diciéndotelo ya, no mato el misterio ni reviento la narrativa, porque lo interesante no es el término en sí, sino los factores que silenciosamente nos convierten en Positive Deviances, casi sin darnos cuenta. Factores que he buscado concienzudamente y posteriormente decantado para entender qué hay realmente detrás de esta competencia clave tan interesante, y exótica.
Seguro que hay muchos más, pero me quedo con tres. Somos (a ver como suena en Español) desviadores positivos (mal), porque somos:
- Amantes y defensores de la belleza
- Jugadores de juego infinito
- Generadores naturales de oxitocina
Belleza
Dicen que de la primera frase de una canción, depende profundamente que la escuches entera. Lo mismo pasa con los primeros párrafos de un libro, o con las primeras escenas de una peli, con la pinta que tiene un plato de comida… la lista es infinita, y lo que quiero transmitir evidente ¿verdad?. Las cosas entran casi siempre por los ojos, o en general por los sentidos, y esa primera impresión decide si querremos más o si nos plantamos.
Y amigos, en la mayoría de las ocasiones en que somos cautivados por la primera capa visible de algo, es simple y llanamente, porque es bonito. Es la belleza la que hace que queramos seguir adelante, ni más ni menos. La belleza es un encuentro, armonía, y circunstancial, es adjetivo y también sustantivo, es subjetiva por definición y paradójicamente amordazada y maltratada por consensos y cánones (tócate…). Pero hay una definición que me conquista particularmente: La belleza es una promesa de felicidad, del catedrático Ricardo Piñero (recomendación de mi queridísima Beatriz) adaptando la definición de Henri Beyle (Stendhal).
En Igeneris, dada la naturaleza de nuestro trabajo, la belleza es una expresión que podemos transmitir por diferentes medios y soportes. Y así es, la cuidamos y trabajamos con una delicadeza que no se suele dar. Personalmente la entiendo desde 4 aristas:
- Diseño. Esto son productos digitales, webs, logos, prototipos, creatividades de campañas digitales… En general cualquier elemento que se prototipa o construye, en entorno físico o digital.
- Nuestro output. Las ventures que entregamos, los resultados de un testing, una presentación de embriones de negocio, incluso un business plan.
- Lenguaje. La precisión y el mimo en la selección de las palabras que usamos en los diferentes foros de nuestro trabajo, no solo a nivel externo sino también interno. Desde un copy, hasta el nombre de esta newsletter, desde el naming de una venture, hasta el feedback de un proyecto…
- Actitud. Atacamos los retos y trabajamos con pasión, con mucho estudio y pensamiento crítico, con una pizarra en blanco, con optimismo, libertad, audacia, calle, disidencia, humildad y valentía.
Juegos infinitos
De la teoría de juegos aprendimos que hay juegos finitos, como un partido de baloncesto, una negociación puntual, o tirar un dado. Y por otro lado hay juegos infinitos (o de muy largo plazo) como el estudio de los cromosomas, la pintura como arte, o la vida en sí.
Para saber más, leed a Carse y a Sinek. Una puerta de entrada al mundo de la teoría de juegos bastante digerible y para todos los públicos.
Lo interesante aquí es cómo ante juegos que por definición son infinitos (o casi), la gran mayoría de humanos erráticamente los tratan como juegos finitos. Y qué peligroso es eso querido lector. Los dos ejemplos que me interesan especialmente son la vida laboral en una empresa y la vida en sí.
Aquellos que perciben ambos acontecimientos como juegos infinitos, es decir, que ven la vida como un camino, y no como un fin, comparten ciertas características. Las más interesantes a mi parecer:
- Curiosidad y creatividad. Les gusta descubrir y crear. Pensemos que los primeros juegos con los que se topan los bebés son el descubrimiento y luego la creación. Juegan para seguir jugando, no hay más, es eso. No lo hacen por la medalla o el premio, sino por que les divierte eso de jugar.
- Generosidad. Saben que están en un juego infinito, por tanto no contemplan los recursos materiales o intangibles como escasos. Por ejemplo, invertirán encantados su tiempo en ayudar a otros.
- Optimismo, alegría. En un escenario infinito, las posibilidades de superar los obstáculos, por definición son infinitas.
- Paciencia. Son seres que han desarrollado la paciencia casi de manera impuesta por su propia visión largoplacista de este tipo de juegos.
En cambio, y aquellos jugadores que perciben la vida y el trabajo como juegos finitos, están en cierto modo condenados. La vida es una constante búsqueda de la siguiente zanahoria (ropa, coche, aumento de sueldo, casa…). Cuando consiguen cosas, se ven efímeramente satisfechos, pero rápidamente tienen que ir a por otra cosa porque el vacío vuelve a golpear duro.
- Determinados. Se fijan metas muy claras, con objetivos muy definidos y viven -tienen que vivir- persiguiendo siempre objetivos, uno tras otro.
- Egoístas e impacientes. Bajo la perspectiva de que todo es finito, los recursos son escasos, compartir cuesta más, y el tiempo avanza quemando días acortando el futuro.
- Quejicas, pesimistas. Al no encontrar la satisfacción plena en tiempo y forma -esta nunca va a llegar si no lo he dejado claro-, y cayendo a veces en querer compararse con los jugadores de juego infinito la queja se vuelve descontrolada e infinita. No puedes comparar la felicidad que siente un jugador de juego infinito (es el sumatorio de todos los frutos de un camino muy largo) con la que siente un jugador de juego finito una foto finish en un momento del tiempo (aquí no hay sumatorio de nada, solo resaca del último logro).
Ya lo adivinas verdad… Efectivamente, en Igeneris, la tasa de jugadores de juego infinito es muy alta (por encima del 90% seguro). Pero siendo honestos, no todo es mérito nuestro. Mérito es hacer un hiring preciso y con mucha dedicación, mérito es definir y trabajar inagotablemente unos valores y una cultura determinada, mérito es promocionar estos comportamientos siendo ejemplares cada día en cada foro. Lo que no es mérito y sin embargo ayuda es el tamaño (somos pequeñitos y todo es más controlable), los buenos compañeros de aventuras (clientes) que nos encontramos en el camino y que comparten forma de ver las cosas, y la suerte, que se trabaja, pero que tiene que germinar.
Oxitocina
El cortisol es la conocida como hormona del estrés, nuestro organismo la segrega como respuesta a amenazas, estados de alerta y ansiedad. En cierto modo tiene sentido que así sea, pues nos ayuda a superar desafíos y obstáculos mediante la activación de sistemas biológicos autoprogramados de lucha o huida. Como spoiler / resumen, está bien en momentos puntuales, mal si la estiramos en el tiempo, ya que puede derivar en depresiones, ansiedades y cosas que tan a la orden del día están.
Por otro lado, la oxitocina es la archi-conocida como hormona del amor. Este mensajero químico tiene mucho que ver con cómo nos sentimos cuando nos sentimos bien. Y esto es porque disminuimos con ello la actividad del sistema nervioso simpático y del impronunciable eje hipotalámico-hipofisario-suprarrenal. En otras palabras, bajamos el ritmo cardíaco co, la tensión y el cortisol, y esto nos calma, nos relaja y nos produce bienestar.
Si queréis saber más de esto, mi admirada Marian Rojas sabe mucho de la materia.
Os cuento esto, porque tengo la certeza de que en general, somos buenos generadores naturales de oxitocina. Y esto es interesante porque tiene dos efectos:
- Efectos individuales. Cuando un individuo, de manera independiente genera oxitocina se pueden conseguir cosas interesantes. Crear una atmósfera distinta en una propuesta comercial (mucho más propicia a la conversión), mantener un espíritu más alegre durante un proyecto (super necesario para afrontar los picos y vaivenes emocionales), dar un feedback y que este se perciba bien…
- Efectos grupales. Esto es más que el punto anterior. Cuando reúnes en un mismo espacio tiempo a varios generadores naturales de oxitocina el efecto que se genera es tremendamente exponencial, y es aquí cuando suceden cosas interesantes. Reuniones de seguimiento semanales internas de compañía que se celebran los lunes, se acaban convirtiendo en auténticas odas a la felicidad. Hitos de proyecto (grandes y pequeños) que se consiguen y son celebrados como si España hubiera ganado el mundial. Momentos de creatividad conjunta sobre una pizarra en los que conectas de una manera imponentemente profunda y que acaban en mágica complicidad.
Y si lo de C. Tangana…
Cantando todos ahí en esa mesa del Tiny Desk Concert… pues qué te voy a decir. Una estética bien cuidadita que entra por el ojo, una actitud propia de aquellos que piensan que la fiesta no se va a acabar nunca y mucha alegría compartida.
Estaba claro, es Positive Deviance, no buen músico.
Si crees que tú también eres un Positive Deviance quizá esto te interesa (si… vacantes)
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