El poder del lenguaje

Dueño de nuestro destino… ¿o lo somos nosotros?

Maria Schmitz Amich
Igeneris
7 min readApr 20, 2022

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Voice

El lenguaje es consentido, puede ser soez, dulce, persuasivo, dictatorial, suave, hermético, libre, bondadoso — esto, por supuesto, entre miles de otros atributos, pero, ante todo, es poderoso.

Suele ser camaleónico entre las grandes masas, y se encuentra pintoresco cuando anda en solitario, y curiosamente, los detonantes de su metamorfosis a lo largo de la historia han sido factores extralingüísticos, tales como la cultura, geografía o política.

Tan solo con haber utilizado un léxico un poquito más adornado, sigues leyendo. De momento, funciona.

Se moldea y camufla, ninguno se espera que algo tan complejo aparezca de la nada, ha tenido que evolucionar. Conocemos aproximaciones de la necesidad de éste desde la prehistoria, tanto en simbología, como en formato onomatopéyico, pasando por todas y cada una de las civilizaciones históricas y dejándonos una herencia de más de 6 millones de años de antigüedad, con lenguas muertas como el griego: lengua occidental más antigua y más documentada, otras en peligro de extinción como el Tariano; hablado por apenas 100 personas en el noroeste del Amazonas Brasileño y otras de las que no podemos trazar origen alguno como el Euskera. A dia de hoy, podemos encontrar 7.000 lenguas en uso.

Greek

Además, para nuestra sorpresa, existen formas de comunicarse, como la lengua silbada, que nos ha permitido comunicarnos a una distancia de hasta a 5 km, lo cual, sin tener en cuenta que ahora existen los móviles, mola bastante. Lenguaje de signos, que permite comunicarse a sordos y mudos. Lenguaje de símbolos, que nos ayuda a desenvolvernos en cualquier medio como la tierra o el mar, lenguaje no verbal, emojis… Las posibilidades son infinitas.

Esta muy muy breve ojeada a la lingüística, la hago para remarcar que todas y cada una de las intenciones de comunicación existentes, se den en el formato que se den, nacen de la necesidad latente que tenemos de relacionarnos con otros. De construir puentes comerciales, sociales, estructuras familiares o políticas…

Dentro de una ciencia tan inexacta, sin origen ni destino concreto, donde la evolución es el pan de cada día, adaptando nuevas palabras (poliamor, cubrebocas, webinar), y donde innovar es prácticamente obligatorio: ¿Qué hay de nosotros, ciudadanos de a pie con cientos de conversaciones y relaciones que gestionar en el día a día? ¿Dominamos el arte del lenguaje, del hablar, gesticular, de la negociación? ¿O nos domina él a nosotros?.

Siempre he sido escéptica del destino, de ese camino ya señalizado para el que hemos nacido. Creo en el poder de la ejecución, de gestionar como encajamos un golpe y qué respuesta queremos dar de vuelta. Y gran parte de esta desafiante pero maravillosa ciencia, se rige por nuestro lenguaje — no solo es importante tener buenas ideas, hay que saber cómo comunicarlas, venderlas, hacerlas palpables para tu interlocutor en sus propias carnes como lo son para ti.

Me explico, si anhelamos tener un zumo recién exprimido de las mejores naranjas cultivadas por la cuarta generación de una familia de agricultores valencianos en nuestra mesa de desayuno todas las mañanas, y no queremos hacerlo nosotros mismos, un simple ‘hazme zumo de naranja por las mañanas, por favor’ lamentablemente, no es suficiente. Tendremos que ponernos originales e innovar para conseguir nuestro objetivo.

Lo mismo aplica si necesitamos delegar un trabajo exageradamente puntilloso, convencer a un inversor de que tu idea es la ganadora o delegar una presentación importantísima para nosotros, en alguien de sudores y nervio fácil al exponer en público.

La comunicación y sus enrevesadas técnicas como son las persuasivas y manipuladoras, no han de usarse en beneficio propio (menos para que nos hagan ese soñado y refrescante zumo de naranja matutino), si no para forjar esos susodichos puentes, laborales o personales. Y eso conlleva confiar a ciegas, y abrazar fuerte esa fe, con tacto y cariño, corregir, reforzar, enseñar, negociar… hasta conseguir esa unión de equipo, ese contrato firmado, esa confianza incondicional, esa oferta de trabajo o esa cita tan esperada.

Como veis, esto del lenguaje es muy versátil.

Mucho he idealizado en estas escasas 800 palabras ideas e ideas, ¿Cómo empiezo? He aquí una breve coletilla de Daniel Carnegie y sus lecciones sobre Cómo ganar amigos e influir en las personas, un clásico para cualquiera que quiera iniciarse en este arte.

El libro recorre 30 principios clasificados en cuatro secciones, todos ellos valiosos, pero ojearemos los más relevantes en nuestro día a día.

Carnegie nos hace una distinción entre camelar de pura palabrería, y admirar desde el corazón, y como de esencial es transmitir esto al interlocutor. Nos reta a enfrentarnos a nuestros más temidos adversarios y a buscar exhaustivamente algo que de verdad admiremos de ellos y trasladárselo. Difícil, ¿verdad?

Un punto necesario y fundamental de cara a conseguir nuestro zumo recién exprimido es el tercer principio: para convencer a alguien de hacer algo, tenemos que enmarcarlo de manera que le motive, no trasmitir nuestro interés, si no despertar el suyo, ponernos sus gafas de ver el mundo.

En este caso, probaríamos con nuestro conviviente lo siguiente; ‘Me comentaste el otro día que te cuesta mucho levantarte y te gustaría aprovechar más las mañanas -úsese en caso de que nuestro conviviente pertenezca al 90% de la población que le cuesta despertarse- a lo mejor si haces algo que disfrutes y te despierte le cogerías gustillo a esto de madrugar, se me ocurre, que te hagas un buen zumo recién exprimido para empezar bien el día’ (Cómo negocies que te haga otro a ti, lo dejo en tus manos).

Seguimos con dos palabras: no discutir. 9 de cada 10 veces, discutir solo genera que la otra persona refuerce la creencia que tiene sobre su punto de vista en la discusión — véase discutir como gritarse/pelearse fuerte. Carnegie sostiene que realmente nunca se gana un argumento, si se pierde, se pierde, y si lo ganamos solo conseguimos que la otra persona se sienta inferior, que dañemos su orgullo y esté resentido, nada que los lleve a estar de acuerdo con nosotros, vaya, que seguimos perdiendo.

Quick Pill para darnos un respiro de tanta doctrina; a todos nos gusta gustar y sentirnos especiales, haz que eso juegue a tu favor, sonríe mucho, apréndete los nombres y escucha con siete oídos. De manual, pero probad y me contáis.

Continuamos con el método Socrático, personalmente de mis preferidos. Consiste en hacer preguntas al interlocutor que tenga que contestar de forma afirmativa, para llevarlos al torrente del sí, envolviéndoles en un aura afirmativa.

Otro de mis favoritos: hablemos sobre la crítica. La técnica del sándwich (elogio — crítica — elogio), tiene un comodín ejecutable que amplifica su potencial, y es sustituir el ‘pero’ introductorio a una crítica, por un ‘y’. Ejemplifico: ‘Me gusta mucho tu trabajo de los últimos meses, pero me parece que podrías hacerlo mejor’. El pero pone en duda nuestra frase anterior, se nos queda grabado detrás de la retina y nos nubla el elogio que acabamos de recibir. Algo más user friendly sería: ‘Me gusta mucho tu trabajo de los últimos meses, y si te sigues esforzando lo harás aún mejor’. A mí, me convence.

Y para finalizar; en vez de dar órdenes directas, pregunta que haría esa persona en esa dada situación o reto, deja que den su propia opinión, el resultado será mucho mejor por que entra en juego el sentimiento de pertenencia sobre la solución o el trabajo que hay que ejecutar, en otras palabras, lo harán con más mimo, porque la idea habrá nacido de ellos.

No son técnicas infalibles, la práctica hace al maestro, y entre medias hay mucho barro, mucha prueba y error, mucho de comernos la vergüenza y relativizar el fracaso de muchas conversaciones y relaciones. Pero por algo se empieza, eso seguro.

El lenguaje es un arte infinitamente más complejo que 7 minutos de lectura, no obstante, y siendo consciente de no ser ninguna experta, animo a que salgamos de la zona de confort, innovemos, nos empapemos de los mejores maestros del lenguaje, y hagamos todos los aspectos de nuestra vida más divertidos y sobre todo interesantes. Que cada nueva oportunidad de venta, de negociación… se nos plantee como un reto y, sobre todo — y como nos proponemos diariamente en Igeneris — siempre lo enfoquemos desde la honestidad y superando las expectativas de los demás, pero indispensablemente, las nuestras.

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