Kratos, Jaron Lanier y por qué el optimismo es crítico.

Pablo Díaz Muñoz
Igeneris
Published in
4 min readNov 10, 2022

“Por cada incremento de mejora en la historia de la humanidad siempre ha habido alguien que acabó molesto y diciendo ’esto puede ser mejor, debe ser mejor’.”

El pasado 9 de Noviembre de 2022, a punto de terminar el año, fue día especial. Fue el día en el que God of War: Ragnarok, la última entrega de la saga, vio la luz e incontables personas alrededor del mundo tendrían la oportunidad de disfrutarlo por primera vez tras 4 años de espera. Yo no he tenido la suerte de seguir la saga desde el principio, pero las ganas y el cariño que tiene la gente por Kratos y sus aventuras es evidente. Y contagiosa.

Un juego nuevo de tu saga favorita con todo lo que ello conlleva: una nueva historia, más tiempo acompañado de los personajes que te han acompañado desde que tu personalidad aún no se había formado, nuevos bosses, mecánicas, retos… qué envidia.

A continuación, voy a relatar cómo viví aquel 9 de noviembre.

En este caso, tengo la suerte de poder vivir la experiencia en tercera persona. Uno de mis compañeros de piso está esperando inquieto a que llamen a la puerta con la caja con el juego. Claro que se podría jugarlo en versión digital y ahorrarse la espera pero “Qué bien va a quedar la caja al lado de la del God of War 1” — decía con brillo en los ojos.

Llaman a la puerta. El juego llega e iniciamos la consola, Kratos dice sus primeras palabras con su característica voz grave. Comienza la aventura. “Qué bien se ve” decimos todos de una u otra manera. “Esto es la nueva generación”, “A partir de ahora todos serán así”. Este tipo de comentarios se repiten a lo largo de las primeras horas de juego. La atención se centra totalmente en el apartado gráfico, y los demás aspectos se relegan a un segundo plano.

Trailer de la historia del nuevo God of War

A falta de terminar el juego, se puede decir que Ragnarok hace honor a la última generación de PlayStation, dejando una marca en una industria en la que la carrera por tener los mejores gráficos y las mejores físicas ha definido su desarrollo desde su concepción.

Toda esta situación resulta familiar, el estado del arte ha cambiado y ya no hay vuelta atrás. Aunque siempre haya espacio para buenas historias más humildes en el apartado gráfico, lo que se espera a partir de 2022 de los líderes de la industria es batir la marca de sus predecesores.

Demasiado familiar. “La gente que trabaja en tecnología hace el futuro diferente de manera inequívoca e irreversible, y cambia lo suficientemente rápido como para volverse en su contra a lo largo de sus vidas” decía Jaron Lanier en su último libro “Dawn of the New Everything”.

Y no sólo en esta carrera de píxeles y detalles.

Desde que era pequeño, he visto como el teléfono fijo y el ordenador gigante que tenía en casa de repente cabían en la palma de mi mano, y cómo internet pasaba de ser algo de lo que podías disfrutar sólo cuando ibas al ciber con tus amigos a ser el elemento indispensable para la comunicación. Todo ha cambiado y para bien… ¿no?

Citando su página web, Jaron Zapier Lanier es un hombre del Renacimiento del s.XXI: es científico de la computación, compositor, artista y escritor, y prolífico en todos los campos. Pero de entre toda esta amalgama de talentos, se le conoce por ser “El padre de la Realidad Virtual” debido a su papel protagonista en el desarrollo de dicha tecnología en los años 80 liderando su empresa VPL (Visual Programming Languages) Research. Por aquel entonces, tenía la visión de replicar sus recuerdos de su infancia creando algo que uniese el arte de El Bosco, la música de J.S. Bach y los bombones de canela mexicanos.

Jaron Lanier en los 90 presentando su guante háptico para VR.

En los últimos años se han abierto numerosos debates sobre el impacto de las tecnologías en la sociedad: TikTok está diseñado para hacernos adictos y reducir nuestros lapsos de atención, Facebook roba nuestros datos y crea grupos de pensamiento radical, Instagram crea estándares artificiales y no alcanzables por la mayoría de nosotros… la lista sigue.

Independientemente de que sea cierto o no, mi opinión personal es que esta introspección como sociedad nos hace mejores y más dueños de nuestro futuro, sin caer en el ludismo. ¿Pero cómo vamos a pararnos a pensar si todo pasa tan rápido?

En un artículo para Medium, Lanier comenta que en aquel entonces, el principal problema de la humanidad para él y sus colegas hackers era el aburrimiento. Si todo el mundo fuera como ellos, podrían hacer entre todos cosas nuevas todo el rato y los robots harían las cosas aburridas por nosotros. ¿Por qué planchar la ropa si un robot lo hará por mí en unos años?

Cabe decir que la visión de Lanier era optimista, pero la visión utilitaria de la tecnología la comparte mucha gente, aunque quizá con un poco más de paciencia.

¿Es pensar como planchar la ropa? ¿Es realmente necesario o tenemos que avanzar lo suficientemente rápido como para que un robot lo haga por nosotros?

Con el tiempo y la madurez, a Lanier también se le conoce por ser muy crítico con la tecnología como recoge en sus libros “Who Owns The Future”. A Manifesto (Lectura recomendada, muy adelantada a su tiempo) o “Ten Arguments for Deleting Your Social Media Accounts Right Now”. Pero su crítica no es la de alguien que prefiere volver a tiempos más sencillos, sino la de alguien que se preocupa por que el desarrollo de la tecnología sea más correcto, más seguro. Como la de un padre.

Todos estamos pendientes de qué es lo siguiente. Coches autónomos, inteligencia artificial, el metaverso quizá. ¿Cómo será la PlayStation 6? Seguro que ya no existen pantallas de carga y se ve como en la vida real. Pero, ¿Fue eso lo que nos atrajo en un primer momento? ¿o fueron las historias, los personajes y hacer las cosas que no podíamos en la vida real? Estas respuestas están en nuestro interior y pueden ayudarnos a diseñar el futuro centrándonos en lo que verdaderamente nos importa.

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