No juegues a los tazos

Pausa, piensa, innova. Arriesga.

Garikoitz Gastaminza
Igeneris
5 min readJun 14, 2022

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3 de mayo de 1998, dos niños y una pequeña plaza de barrio de Vitoria-Gasteiz. Uno de los niños tenía seis tazos, el otro tenía tres, un balón (se le daba bastante bien el fútbol) y muchas ganas de tener nueve tazos. Asumiendo una habilidad similar para lanzar los tazos, la probabilidad de que el niño de los tres tazos acabase ganando los seis del rival era ínfima, pero había un balón. El de los seis tazos veía pequeño al de tres, una manera fácil de ganar, pasar por encima del más débil. El débil le propuso jugarse sus tres tazos a un penalti, si lo metía, ganaba. El niño de los seis tazos, cegado por el cortoplacismo y la posibilidad de tener “tazo fácil”, aceptó el trato. El niño de los tres tazos metió gol. A continuación, el perdedor propuso otro penalti, pensando únicamente en recuperar lo perdido, sin tener en cuenta la habilidad del otro niño con el balón. Volvió a meter gol. Esta fue la primera vez que el niño de los tres tazos arriesgó y ganó; consiguió tazos sin jugar a los tazos, pensó diferente para un mismo objetivo. Como era mi amigo, le regalé tres de los tazos que le había ganado y seguimos jugando al balón.

La asunción de riesgo, independientemente de la estrategia que se emplee en cada caso, está directamente relacionada con el tamaño de la oportunidad, con la necesidad y, sobre todo, con la personalidad.

En relación a la inversión en Startups (FFFs, Business Angels, Venture Capitals…), así como en fondos de inversión más tradicionales, los inversores deciden si invertir o no, además de por las métricas, por las personas que hay detrás. Si le ofreces un fondo de riesgo 7 a una persona que nunca ha invertido y no va como espera, sentirá que le has engañado y no volverá a confiar en ti. Quizá ese fondo no sea para él o ella, quizá lo que le falta es conocimiento del riesgo o quizá solo necesita un acompañamiento mayor para, aunque pierda, no sentirse abandonado.

En el mundo del Corporate Venture Building ocurre exactamente lo mismo. Algunos dicen que lo que hacemos en Igeneris no es para todo el mundo, otros (entre ellos algún amigo mío de toda la vida) sigue sin entender lo que hacemos. Lo que he visto es que, al igual que en los ejemplos anteriores, hay que conocer bien las oportunidades, las necesidades, pero sobre todo al cliente. Todas las soluciones no son para todo el mundo; el verdadero potencial de la innovación reside, una vez más, en la capacidad de adaptación, al mercado en general y al cliente en particular.

Uno de mis referentes en comunicación y educación es el humorista (se queda corto) Berto Romero y recuerdo una anécdota que comentó en su programa “Nadie Sabe Nada” hace unos años sobre su encuentro con un sombrerero. Se quejaba de que en toda su vida ningún sombrero le había quedado bien y el sombrerero le respondió: todas las personas tienen su sombrero, solo tienes que encontrarlo. Hoy, Berto mantiene la esperanza e ilusión de encontrar ese sombrero, pese a no haberse sentido identificado nunca con ninguno, y el sombrerero tiene un cliente fiel, con el que ha logrado empatizar y despertar su curiosidad, que tarde o temprano le comprará un sombrero. Capacidad de adaptación.

En Igeneris aprendemos, enseñamos, exploramos, definimos necesidades, identificamos oportunidades, generamos ideas, y las convertimos en modelos de negocio tangibles. Cobra una importancia capital nuestra capacidad de transmitir la factibilidad de los modelos que presentamos para que el cliente no sienta que le entregamos papel mojado, y le acompañamos en el viaje con el mismo cariño e ilusión con el que me acompañaba mi madre cuando aprendí a montar en bicicleta.

Todos nuestros clientes tienen un denominador común: esas ganas de probar cosas nuevas, esas ganas de pensar diferente, y os aseguro que, si algo destaca en esta casa, es la capacidad de hacer las cosas de forma distinta.

Recuerdo el caso de un cliente del sector Retail con el que estuvimos trabajando durante tres meses en varios países, comprendiendo sus valores, sector(es), necesidades, tendencias y oportunidades. Le presentamos seis modelos de negocio alejados de su negocio nuclear, disruptivos, en verticales diferentes y con un alto potencial económico y no le gustó ninguna. Esa noche no durmió nadie de mi equipo. A la mañana siguiente, analizándolo en frío, nos dimos cuenta de que fue algo positivo. El problema no era que no le gustaran los modelos, ni mucho menos que fueran malos, sino que simplemente no se sentía identificado con ellos. ¿Esto significa que esos seis modelos no eran para ellos? Para nada. Gracias a esos modelos hemos conocido al cliente, y el cliente se ha conocido a sí mismo. Todos hemos aprendido las inquietudes y límites de innovación actuales de la empresa, y las posibilidades que hay en el futuro más allá de los tazos.

Tras esta reflexión nos pusimos manos a la obra, nos adaptamos al nivel de innovación con el que se podía sentir cómodo el cliente y dimos forma a otras tres de las ciento cincuenta ideas que teníamos en la recámara. Hubo match entre el cliente y la innovación, nos dieron la enhorabuena.

El famoso inventor americano Thomas Alva Edison, considerado una eminencia mundial en cuanto a innovación se refiere, erró en la mayoría de sus intentos. Él decía que no había fracasado, sino que había encontrado diez mil soluciones que no funcionaban. De cara al mundo, se considera un genio, pero lo realmente genuino era su personalidad y capacidad de adaptación ante las adversidades; sin ello, quizá hoy no podría escribir esto en mi ordenador, ni tú leerlo desde tu smartphone.

Este no es un artículo para decir lo buenos que somos, tampoco para presumir de mis compañeros (que son buenísimos) ni para criticar a los que no se arriesgan en sus vidas. Bueno, un poco de esto último sí. Este artículo es para pedirte que te tomes media hora al día para pensar en ti, seas director/a de empresa, informático, recepcionista de hotel, estudiante o estés en paro. Pensar dónde estás, a dónde quieres ir y valorar si debes cambiar algo de tu día a día para llegar ahí. Pensar cuánto quieres arriesgar. Pensar si dentro de 10 años te vas a arrepentir de no haber arriesgado.

No juegues a los tazos.

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