¿Puede un punto cambiar la historia?

Alejarse del objetivo como solución al problema

Javier Lezcano
Igeneris
6 min readJun 29, 2022

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26 375. Este es el número total de triples anotados la pasada campaña durante la temporada regular en lo que se conoce como la mejor liga del mundo, la NBA. Puede que a priori sea una cifra que no aporte relevancia, pero es algo que llama la atención cuando se compara con los 64 tiros de tres convertidos hace 40 años durante la campaña 79–80 en esa misma liga.

¿Cómo puede ser que en un periodo tan corto de tiempo esta cifra se haya incrementado un 412 109% cuando su contribución al marcador ha sido siempre el mismo?

Mis andaduras en el mundo de la innovación comenzaron hace más bien poco, pero este breve periodo de tiempo ya me ha permitido encontrarle paralelismos con una de mis grandes pasiones, el baloncesto; y ahora que ya se conoce al nuevo campeón de la mejor liga del mundo, me gustaría escribir sobre ello.

¿Y qué es innovar? La definición recoge que es aquella acción destinada a cambiar las cosas introduciendo novedades. Visto así, innovar en el baloncesto siempre fue fácil: buscar a alguien un poco más alto que el anterior. Ese era el modelo a seguir en este deporte, y tenía su lógica, no deja de ser un aro colocado a 3,05 metros de altura, por lo que no era (ni es) fácil de alcanzar. Y dado que siempre daba resultados, todo el mundo decidió replicar ese modelo, hecho que se refleja en el dato de que 70% de las primeras elecciones de draft comprendidas entre 1947 y 2009 eran jugadores cuyo juego implicaba estar cerca del aro aprovechando su altura (si no sabes lo que es el draft, puedes leerlo aquí).

El modelo funcionaba, todos los equipos trataban de replicar al adversario buscando a un jugador todavía más alto sobre el cual construir su proyecto deportivo, pero lo cierto es que el modelo había sido prácticamente el mismo durante décadas, sin nadie dispuesto a tomar un camino alternativo, a romper con la habitualidad que se había instaurado entre los integrantes de la liga. La línea de 3 puntos lleva instaurada más de 40 años, pero nunca nadie le había dado un uso más allá de ser un recurso excepcional al que recurrir en algunas situaciones ofensivas, dado que el objetivo prioritario de todos los equipos lo dictaba aquel que era más alto, persona a la que se había entrenado desde pequeño para desenvolverse en las proximidades del aro, y en cuanto este tipo de jugadores se alejaban del aro, carecían de recursos para ser una amenaza ofensiva. ¿Qué provocaba esto? Que la cultura baloncestística del momento tendiera a acercarse a la canasta, hecho reflejado en como los jugadores de talla mundial catalogados como “pequeños” incorporaran el tiro de media distancia como elemento disruptivo a su juego (ya que lo que se califica como “la zona” andaba sobrecargada de jugadores), pero cuya contribución al marcador era la misma que anotar desde debajo del aro, fruto de esa poca tradición de alejarse de la canasta. Nadie se atrevía a tener un enfoque diferente al resto, a probar algo diferente, cada generación trataba de replicar a sus ídolos predecesores, por lo que nunca se salía de la espiral de querer ganar por medio de acercarse a la canasta.

Pero tal y como se ha ido sucediendo a lo largo de la historia, siempre aparece alguien dispuesto a terminar con lo prestablecido, bien porque le nace así o porque ve una oportunidad donde el resto vemos incertidumbre (o incluso nada). ¿Que qué sucedió? Es simple. Apareció alguien que cambió el baloncesto de la noche a la mañana, o que incluso, como algunos pertenecientes a la vieja escuela catalogan, “arruinó” el deporte. ¿Su apariencia física? Los expertos del mundillo le catalogaban como un jugador de 1,88 metros de altura, con un físico pequeño y poco atlético, es decir, la antítesis al perfil de jugador que se venía buscando desde hace décadas, no muy dotado para acercarse a las inmediaciones de la canasta, poblada con jugadores muy superiores a los 2 metros de altura. Es ahí cuando irrumpe la innovación. La gran mayoría vaticinaban que nunca llegaría lejos, que no estaba hecho para ese deporte, y él, empeñado en cumplir su sueño, decidió buscar una alternativa, hacer de su “desventaja” una oportunidad.

Optó por buscar otra solución. Su meta era la misma que el del resto, anotar. Y comenzó a alejarse del aro. Fue perfeccionando su tiro exterior desde distancias cada vez más lejanas, hasta el punto de que sus porcentajes de acierto desde la línea de 3 eran prácticamente iguales que sus porcentajes de acierto cerca del aro. Y ahí es cuando todo el castillo de naipes se derrumba. ¿Qué provocó esta revolución? Este estilo de juego novedoso a la vez que nunca visto obligó a sus defensores a defenderle cada vez más lejos del aro, y cuanto más grandes eran estos jugadores que trataban de cortar su racha anotadora, más se alejaba él del aro. Este nuevo estilo de juego se ha traducido en 4 campeonatos en los últimos 8 años (el último este pasado 16 de junio).

Según se consiguió el primer título, comenzó el principio del fin.

El fin de lo que muchos nostálgicos consideran como el jugar al baloncesto como dictan los cánones. Ese A-B-C que venía pasándose de generación en generación quedó obsoleto. El mero hecho de alejarse del aro provocó indirectamente una apertura de espacios en la propia cancha de juego que no se habían producido antes. De la noche a la mañana, los jugadores altos comenzaron a dejar de ser útiles, ya que no podían abarcar tanto campo debido a que ese exceso de altura les privaba de tener la agilidad que poseían jugadores de menos tamaño, capaces de abarcar más campo a la hora de defender a esa nueva ola de jugadores que comenzaban a alejarse del aro y a quienes había que defender lo más pegado posible para tratar de incomodar todo lo posible ese tiro de larga distancia que ya era una realidad. Sin ir más lejos, en la temporada 1996–1997, año en el que se redujo la distancia desde el aro hasta la línea del triple buscando que resultara más atractiva y sencilla para los jugadores, los equipos lanzaban una media de 12.7 triples por partido. Hoy en día esa media ronda los 34.7 intentos por partido.

Pero no acaba ahí, actualmente es extraño no encontrar a un jugador catalogado como “alto” que no sea capaz de tirar más allá de la línea de 3 puntos (de hecho es un requisito imprescindible para los ojeadores), dejando atrás ese modelo en el que según se atisbaba que alguien iba a ser medianamente alto, se le colocaba debajo del aro. Y si alguien recurre a ver partidos de categorías inferiores, raro es no encontrar a alguien que no trate de anotar desde más allá de la línea de 3 puntos, quedando demostrado que el nuevo estilo de juego no es una tendencia, es más bien una realidad.

Y el resto es historia, el baloncesto ha cambiado para siempre, la novedad había conseguido cambiar las cosas, tal y como reflejaba la definición previamente citada. Y todo esto comienza con alguien que aparentemente no podía seguir las reglas no escritas de cómo se debía de jugar, que busco una forma diferente de hacer las cosas, que trato de darle otra vuelta al modelo porque todo cuanto quería era cumplir su sueño de jugar en la mejor liga del mundo. No se ha de tener miedo al cambio, ha sido, es y será parte de nuestra historia, da igual el ámbito.

Se trata de acabar con lo prestablecido, siempre hay hueco para la innovación, aunque esto implique dar un paso atrás para ganar ventaja. Alejarse supuso alterar la tradición de un deporte, cambiando la forma de jugar y propiciando la aparición de nuevos players que habían pasado desapercibidos o no se consideraban útiles, tal como sucede con los modelos de negocio disruptivos, donde su irrupción propició que nuevos agentes cobraran protagonismo y cambiaran el sector y su modelo económico preestablecido.

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