Superliga de fútbol, Surf e Innovación, ¿quién da más?

Ignacio Ramírez
Igeneris
Published in
7 min readMay 5, 2021
Ya queda menos para que un estadio así de lleno vuelva a ser una realidad

En las últimas dos semanas se ha hablado mucho del proyecto de la Superliga de fútbol, liderado por Florentino Pérez, por la cual una serie de equipos de primer nivel europeo (Real Madrid, Barcelona, Atlético, Milan, Arsenal, Chelsea, Inter, Juve, Liverpool, Manchester City, Manchester United y Tottenham) pretendían montar una competición paralela a las ya existentes como son las ligas nacionales, la UEFA Europa League, la UEFA Champions League o el Mundialito de Clubes de la FIFA.

Como seguro que casi todos sabéis, el proyecto duró poco más dos días desde que se anunció a bombo y platillo hasta que se dio por muerto, lo que tardaron en batirse en retirada los equipos ingleses ante las protestas de diferentes representantes/estamentos de la industria del fútbol y una parte de los aficionados, que entendían que de alguna manera los poderosos les estaban robando “el deporte del pueblo”.

Por otro lado, este último fin de semana tuve la oportunidad de ver el documental deportivo “Momentum Generation” donde se cuenta la revolución que supuso la entrada de un grupo de surfistas estadounidenses en los noventa en el circuito mundial de surf y cómo cambiaron las reglas de una industria por aquel entonces totalmente amateur.

Salvando las enormes diferencias que hay entre ambas historias, no he podido evitar ver una serie de paralelismos entre ambas y plantearme cómo dentro cualquier industria, por ajena o trivial que nos parezca (hay vida más allá de la banca o la construcción), existe siempre margen para la disrupción.

Un producto que no interesa

En palabras de Florentino “entre los 16 a 24 años, el 40% de los jóvenes ya no tienen interés en el fútbol. Hay muchos partidos de escasa calidad y no les interesa, tienen otras plataformas en las que entretenerse y distraerse”. ¿Es que a alguien le sorprende? La oferta de ocio online contra la que tiene que competir el fútbol (y cualquier otro deporte) a día de hoy es abrumadora, noventa minutos de partido se hacen eternos para alguien que no es capaz de centrar su atención más de 15 segundos (ojo que a mí también me pasa). Es muy sencillo, si tienes que competir con la gratificación instantánea y el nivel de interacción que ofrecen plataformas como Twitch, TikTok, Instagram, Youtube… más te vale tener una buena propuesta, y podríamos decir, sin riesgo a equivocarnos, que el fútbol no ha actualizado la suya en los últimos cien años.

Frente a este problema la industria del fútbol tiene dos alternativas, no cambiar nada y desaparecer o proponer nuevos formatos. ¿Podría ser un proyecto como la Superliga más atractiva para estas nuevas generaciones? Por mucho que para alguno sea más atractivo ver un Real Madrid-Chelsea con más frecuencia que un Eibar-Betis, por poner un ejemplo, no deja de ser el mismo producto con otro envoltorio.

Lo que cambió la forma de ver el surf en los noventa no fueron las acrobacias de Kelly Slater y compañía sobre sus tablas de surf, ni su look mucho más acorde con los tiempos que el de los trogloditas australianos que dominaban el circuito hasta entonces, fueron las películas del cineasta Taylor Steele que combinaban escenas trepidantes de surf con música punk. Ahí estuvo el secreto del éxito, pasar de los aburridos cortometrajes de surf de los setenta y ochenta donde elegantes padres de familia cogían olas con su longboard (típica tabla enorme) con relajante música hawaiana de fondo, a escenas mucho más intensas que transmitían toda la adrenalina de un deporte extremo como es el surf y permitieron su llegada al gran público. Por fin cualquiera podía experimentar en su casa una emoción similar a la que tendría viendo la competición en vivo, privilegio reservado a unos pocos que viven o se pueden costear el viaje a los mejores puntos del planeta para surfear. ¿Cómo debería ser este nuevo formato de futbol para a atraer a las nuevas generaciones? ¿Experiencias inmersivas mediante realidad virtual? ¿Mini estadios deslocalizados donde vivir el partido con la misma intensidad? No tengo la respuesta pero sí os puedo adelantar que en Igeneris estamos trabajando en algo de esto… :)

Incumbentes o insurgentes

Aunque suene raro, la Real Academia de la Lengua Española acepta el término Incumbente y lo define como “Persona que está en posesión de algún empleo público de relevancia”, mientras que del término Insurgente comenta “Levantado o sublevado”. En el mundo de los negocios se utilizan estos dos términos para diferenciar entre las grandes empresas dentro de una industria (Incumbentes) y los nuevos competidores que vienen normalmente con propuestas más disruptivas (Insurgentes). Es habitual que los primeros estén mucho más burocratizados, les cueste más tomar decisiones e intenten que nada cambie a su alrededor, mientras que los segundos como tienen poco que perder tienden a ser más impulsivos y agresivos en sus propuestas para ganarse así un hueco en el mercado.

Lo habitual es que sea más fácil reinventar una industria desde fuera que desde dentro, ¿y por qué, os preguntaréis? Simplemente porque no tienes que rendir cuentas a nadie y puedes actuar conforme a tus ideas. Como decíamos, en el caso de la Superliga, doce de los equipos más importantes del continente europeo se reunieron para intentar montar una competición paralela a las ya existentes. ¿Qué falló? Demasiadas entidades involucradas a las que pretendían dejar fuera de juego y que no iban a ver un euro del proyecto.

Para empezar la UEFA y la FIFA, organizadores de los principales torneos internacionales como la Champions League, la Europa League, el Mundial o la Eurocopa. Como tales, se encargan de gestionar los ingresos de las competiciones y distribuirlos entre los participantes, quedándose por el camino su parte del pastel. Por ejemplo, los ingresos netos de la UEFA en 2019 fueron de 2.730 millones, de los cuales el 6,5% se quedaron en la UEFA y el 93,5% restante se distribuyó entre los clubes participantes. ¿Qué ocurre? Que los clubes más poderos se plantean que por qué repartir con los organizadores y el resto de equipos más modestos sí pueden quedarse ellos con todo, pero claro, esto ha levantado muchas ampollas en la industria.

En el caso del surf en los noventa, la disrupción vino por otro lado; hasta entonces había sido un deporte individualista, donde cada uno velaba por sus propios intereses, y de repente se coló en el circuito profesional un grupo de amigos forjado durante muchas horas de surf en su adolescencia en el norte de Hawai. Barrieron a los australianos con un nivel de surf mucho más alto del que jamás se hubieran podido imaginar, conseguido gracias al empuje que ejercía el grupo sobre cada uno de los individuos. Las marcas vieron ahí un filón y pusieron de su parte ($$$) para que el surf pasase de ser un deporte de hippies a ser parte de la cultura popular americana, con Kelly Slater como abanderado saliendo como estrella invitada en Los Vigilantes de la Playa o anunciando calzoncillos. En el caso del futbol, este se alimenta de una red de canteras a nivel mundial donde solo unos pocos llegan a ser profesionales, de los cuales a su vez solo unos cuantos elegidos alcanzan el estatus de estrellas. Si se quiere mantener esta monstruosa infraestructura será necesario encontrar a alguien dispuesto a pagar por ello y si no, habrá que cambiar el modelo.

Si es que ponemos estadios en cualquier parte, ¿o no?

Nuevas fuentes de ingresos

Al final lo que equipos como el Madrid o el Barça buscaban con este nuevo proyecto era encontrar nuevas fuentes de ingresos y escapar de ese fantasma de la quiebra que planea sobre no pocos equipos de fútbol después de un año y medio de covid19. No es ninguna locura, pero quizás lo que deberían plantearse es cómo, teniendo dos de las marcas más potentes a nivel global (les conocen hasta en el último pueblo de China), tienen unos ingresos inferiores a otras empresas como por ejemplo Constructora San José o Sociedad de Compras Modernas SA. Empresas que, aunque no dudo que hagan fantásticamente bien su trabajo, no se pueden comparar desde un punto de vista de imagen de marca con los dos equipos españoles. ¿Qué otras fuentes de ingresos alternativas pueden encontrar hoy los equipos más allá de ingresos por entradas, retransmisión, marketing y merchandising? ¿Tendría sentido por ejemplo un proyecto como el que ha puesto en marcha la NBA para la venta de sus mejores jugadas en formato NFT (Non Fungible Tokens) a través del portal https://nbatopshot.com/? Es simplemente un ejemplo, pero al final se trata de encontrar nuevas fuentes de ingresos, no de redistribuir los ya existentes eliminando actores secundarios e intermediarios en la cadena.

En el caso del surf y la Generación Momentum, lo curioso es que solo uno de ellos (Kelly Slater) se alzó en al menos una ocasión con el título mundial, eso sí, lo hizo hasta un total de once veces a lo largo de su carrera, más que nadie en la historia. Esto supuso que mientras él fue capaz de crear una marca propia y generar grandes ingresos con todo lo que tocaba, el resto tuvo que buscarse la vida e incluso reinventarse para poder seguir viviendo del deporte fuera del circuito profesional. Es el caso por ejemplo de Rob Machado, que fue el primero en salirse del circuito y convertirse en lo que se conoce como Free Surfer, surfistas independientes sponsorizados por las marcas que ejercen de embajadores de marca y generan contenido de calidad, o Shane Dorian, que ayudó a la creación y popularización de la competición de olas gigantes. Extrapolando este último ejemplo al mundo del futbol, no puedo evitar preguntarme si hay vida más allá de las grandes ligas. ¿Podría un equipo generar otro tipo de contenido que interesase a marcas o consumidores? ¿Qué equipo podría ser el Rob Machado o el Shane Dorian del futbol?.

Al final a toda industria le llega la hora de renovar o morir.

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Ignacio Ramírez
Igeneris

Manager en IGENERIS | Business designer | Venture Builder