La muerte no existe y el amor tampoco

Esdrújula
Ignacio
Published in
4 min readFeb 5, 2020

El domingo a la noche fui al Gaumont a ver “La muerte no existe y el amor tampoco”. Once asteriscos sobre eso:

*Antes de la proyección el director Fer Salem le cuenta al público, entre otras cosas, que la película está basada en la novela “Agosto” de Romina Paula.

*La película me gusta mucho, se me hace corta y me lleva a pensar en las mismas cosas en las que estuve pensando durante casi todo el domingo (la muerte, el amor, los duelos, la distancia) y que casualmente fueron las que me empujaron a salir de mi casa y viajar hasta el Gaumont.

*La trama y el espíritu de la película son los de la novela, sí, pero hay una notable diferencia entre los modos de narrar: si “Agosto” es una avalancha de palabras, una especie de monólogo interno de la narradora en un registro que mezcla lo epistolar con el coloquialismo, en “La muerte…” lo que guía la narración no son las palabras sino los gestos, las miradas y los silencios.

*Las actuaciones son muy buenas, especialmente el protagónico de Antonella Saldicco. También se destacan Susana Pampín y Osmar Núñez, que hacen de la mamá y el papá de Andrea. Romina también tiene un papel.

*Emilia viaja al pueblo del sur donde vivió hasta hace algunos años para esparcir las cenizas de Andrea, su mejor amiga de la adolescencia. “Agosto” es un largo monólogo de Emilia dirigido a esa amiga ausente. En la película, en vez de recurrir a la voz en off (recurso que tal vez en este caso habría sido lo más “esperable”) que le dé presencia a Andrea, lo que aparece es la figura fantasmal (encarnada, valga el oxímoron, por Justina Bustos) que acompaña a Emilia en las acciones de gran parte de la película. Es decir: la segunda persona de la novela es reemplazada, en la película, por esa figura entre onírica y fantasmagórica.

*Leí la novela de Romina apenas salió, hace más de diez años, y de aquella lectura recuerdo dos fragmentos. Uno es cuando Emilia ve a Julián –su ex novio del pueblo y del que de alguna manera sigue enganchada– estacionado en su camioneta con su hijo chiquito. La narradora dice algo así como (no tengo la novela acá) “el nene era igual a él, divino, increíble”, con pesar y dolor. En la película hay una situación similar, pero ella le dice a Julián, después de besar al nene: “tiene olor a milanesa boludo, bañalo… le pusiste el nombre que le íbamos a poner al nuestro.”

*Otra parte que recuerdo de la novela (a esta la tengo porque alguna vez la copié en un Word que conservo) es cuando dice: “(…) Odio que estas cosas sean así, tan escabrosas, los ex novios. Lo raro es, de un día para el otro, ya no saber nada de una persona con la que compartías todo, de cada día, lo que pasaba cada día y después, de repente, de un momento a otro, ya nunca más nada y ni siquiera tener derecho a llamarlo o sí, o llamarlo igual, pero todo se vuelve incómodo, hasta lo más básico se vuelve incómodo. Dejar de tener derecho al otro, perderlo por completo, tan así, como si tal cosa. Odio eso, esa muerte artificial, ese ensayo de una muerte: hacerte a la idea de que esa persona desaparece, desapareció, se fue de tu vida y no tenés derecho a saber más nada de él. De ella. De la persona. Es absurdo, violento (…)” En la película, todo eso está sintetizado en la siguiente escena: Emilia, recostada en la cama junto a Andrea, está a punto de mandarle una solicitud de amistad en Facebook a Julián y dice algo así como: “Odio que estas cosas sean así, eso de saber todo de alguien y de pronto ya no poder saber más nada…”

*A Antonella la conocí hace ya varios años, cuando ella frecuentaba un departamento del mismo edificio donde vivía yo y nos cruzábamos en el ascensor y en el chino. En esa época vi un corto protagonizado por ella que me mandó su directora, mi vecina, y también en esos meses ella me escribió porque estaba interesada en venir a mi taller literario: me contó que había vivido mucho tiempo en Alemania y que por eso creía tener algunos “problemas gramáticos” y me preguntó si no había drama con eso. Al verla en la pantalla gigante recuerdo eso y siento que si bien –por supuesto– no hay nada que delate esos supuestos problemas gramáticos, hay algo en su cara, en sus gestos o en su mirada que rompe con los estereotipos locales (o no sé bien cómo explicarlo) y que la convierte no sólo en una gran actriz sino en una actriz diferente.

*La película es conmovedora pero no da golpes bajos. Está filmada en el sur del país, en un pueblo con nieve y rodeado de montañas, pero no se regodea en la belleza de los paisajes porque sí.

*La música es de Santiago C. Motorizado. La canción de los títulos finales es un cover de “En qué nos parecemos” –una canción que hasta donde sé es original de los Quilapayún– y que él convierte en un hermoso valsecito con aires de himno.

*Vuelvo a mi casa en un 64 semivacío pensando en las mismas cosas en las que pensé durante casi todo el domingo (la muerte, el amor, los duelos, la distancia) pero ahora, gracias a la película, de un modo mucho menos agobiante.

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