Sobre “Emilia” de César Sodero

Esdrújula
Ignacio
Published in
5 min readDec 25, 2020

*Emilia es un compendio de emociones, una película que, sin explicitarlas, transmite sensaciones desde la primera escena: un micro de larga distancia llega a la pequeña terminal de un pueblo en plena noche; una chica de unos treinta años y un muchacho que se conocieron en el viaje bajan y esperan en la dársena casi desierta; ella dice que la tienen que venir a buscar y acepta un cigarrillo; el tipo dice que conoce bastante la Patagonia pero que nunca estuvo en esta zona; se acerca un auto y la chica se despide más fríamente de lo que esperábamos y saluda con una frialdad análoga a su mamá. Si una de las virtudes de la película es no explicar esas sensaciones, tampoco lo haré acá: basta con sentir el ruido de los frenos del micro, la destemplanza de la noche, el humo del tabaco después de un viaje larguísimo que no es turístico ni de placer, el cigarrillo enseguida apagado contra al suelo. La transición entre el final de algo y el inicio de otra cosa.

*Emilia está volviendo a su pueblo después de un largo tiempo; pronto nos enteramos de que huye de la ciudad (suponemos que Buenos Aires) tras la ruptura de su relación con Ana. Emilia vuelve para “quedarse”, tal vez para empezar otra vida, para buscar nuevos horizontes.

*Aunque nunca se lo mencione, el lugar en que transcurre la película es Sierra Grande, un pueblo ubicado en el sudeste de la provincia de Río Negro, muy cerca de la costa y a no demasiados kilómetros del límite con Chubut. Un lugar en el que, según lo que vamos viendo y escuchando, las perspectivas de crecimiento personal y laboral tienen para Emilia un techo muy bajo. Y de la misma manera que para el tipo que bajó del micro, un lugar algo extraño para el cine argentino. Sodero, oriundo de Sierra Grande, ya escribió sobre su pueblo en muchos de sus cuentos. Y en esta película muestra sus paisajes y sus climas de una manera magistral y sin pintorequismos innecesarios. Paisajes y climas áridos, ventosos e inestables como el viaje interior emocional por el que transita Emilia.

*Emilia (hermosamente interpretada por Sofía Palomino) se instala en la casa de su mamá y visita a su amiga y a su familia: una hija y un hombre con el que Emilia tuvo alguna historia de más joven. En el contraste vemos cómo, después de años viviendo en la ciudad, Emilia perdió el acento. Un acento que ahora le resulta tan ajeno como los objetivos vitales de su amiga: tener otro hijo; agrandar la familia, menos por un deseo genuino que por un tácito mandato social, porque “es ahora o nunca”. A través de las llamadas telefónicas que le hace a Ana con un teléfono que nunca funciona bien (un teléfono, en verdad, por el que nunca puede establecer una comunicación), sabremos que lo que hizo a Emilia huir de Ana y de la ciudad fue justamente el miedo a convertirse en una familia. Pero la idea de familia que encuentra en el pueblo es una imagen que se resquebraja ante la mínima mirada: todas las historias que le cuentan, los chismes que escucha, tienen que ver con dramas familiares (alguno con final penosamente feliz: “ella lo mató a él pero él no se murió; ahora están mejor que nunca”). La idea de familia como un cartón pintado y frágil de la que Emilia huyó en una decisión que ahora se replantea o sobre la que reflexiona amarga y dolorosamente sin encontrar respuestas que puedan aliviarla.

*“Hay cosas que por más que no se vean se rompen, viste”, le explica a Emilia el arreglatuti (y más tarde otra cosa) de su mamá mientras trabja o simula trabajar en un desperfecto en los caños de la cocina. Y de eso parece hablar también la película: de cosas que se rompieron, aunque no se note eso en la superficie, y de las maneras de intentar arreglarlas.

*Si Emilia fuera uno de los cuentos de Sodero, estaría escrito en presente, el tiempo verbal en que se escriben los guiones pero también el tiempo en el que está instalada Emilia. Un tiempo que parece pasarle por encima sin dejarla tomar decisiones ni actuar con claridad. La historia no tiene el tono del “había una vez”, en el que el narrador o narradora nos cuenta una historia ya sabiendo el final. Sin saber nunca adónde se dirige, vemos a Emilia deambulando por el pueblo, pensando, recordando, fumando. Y así podemos vislumbrar sus conflictos existenciales y su soledad.

*Y, si fuera un cuento, la voz narradora sería uno de esas terceras personas pegadas a la protagonista: una voz que la sigue todo el tiempo; una cámara que la persigue y nos deja sentir hasta las tensiones que genera. En su búsqueda Emilia cometerá actos éticamente discutibles que la película muestra sin juzgar. Emilia necesita un abrazo y lo encuentra en el profesor de gimnasia del colegio en el que ella empieza a trabajar como docente de la misma materia (la escena del los cascos mezcla pizcas de comicidad y emoción). Pero también necesita sexo y lo encuentra en personas con las que no “debería” enredarse: el marido de la amiga; una alumna adolescente.

*Emilia baja de un auto y sin cerrar la puerta se aleja unos metros; la vemos parada sobre la aridez del paisaje. La cámara la muestra desde el asiento del conductor; de repente el viento empuja la puerta hasta cerrarla y el cambio del sonido ambiente (del viento al silencio) nos hace verla desde adentro, desde mayor distancia pero a la vez más claramente, como quien se aleja de un cartel para mirarlo con más perspectiva. En otra escena, más adelante, Emilia termina de coger en el asiento trasero del auto (en un acto que ella no disfrutó y que fue violento y desconsiderado de parte del hombre), y vemos su cara apoyada contra la ventanilla, su expresión de desolación y descontención, pero también desde el otro lado del vidrio, esta vez desde afuera. De vuelta la vemos desde más lejos y con mayor claridad.

*Emilia es una película de diálogos precisos y de escenas muy bellas y acertadas en su simpleza. Una película en la que los silencios y los climas juegan un rol tan fundamental como las palabras. Una película chiquita y grande al mismo tiempo que cuenta, sin urgencias y de una manera nada complaciente, un drama común y universal desde una intimidad absoluta.

--

--